vitoria. El alcalde, Patxi Lazcoz, ha dicho en varias ocasiones que Vitoria es una ciudad integrada socialmente. ¿Comparte este punto de vista?
Totalmente.
¿Al 100% o cree que todavía hay que limar muchos prejuicios?
Hombre, por supuesto que los hay. pero no lo digo yo, ahí están los barómetros del CIS que hablan de que más del 50% de la población siente rechazo hacia la comunidad gitana, o el informe del Ararteko, que señala que más del 40% de los chavales que cursa Secundaria piensan que los niños gitanos sólo piensan en robar. Los prejuicios están ahí y las estadísticas lo confirman. Pero igualmente es cierto que el proceso de integración que se ha dado en Vitoria no se ha producido en ninguna otra ciudad del territorio. En este sentido, es todo un ejemplo de cómo se deben hacer las cosas.
¿Ha sido un proceso asumido al 50%?
Aquí hemos dado pasos todos. Ha dado pasos la comunidad gitana y también la ciudadanía de Vitoria. En su día dio una oportunidad a la comunidad gitana y pienso que hemos respondido.
¿Qué piensa que haría falta para alcanzar la integración plena?
Para lograr la plena integración no basta con que los gitanos participen cada vez más en la vida diaria de la sociedad mayoritaria. Esta sociedad también debe mostrar un reconocimiento hacia una cultura milenaria que ha aportado mucho a este país. Creo que es la parte que falta y la que genera discriminación.
Sería importante eliminar la discriminación al contratar. ¿Siguen los problemas en este sentido?
Los sigue habiendo porque hay algunos empresarios que siguen teniendo prejuicios. Sucede lo mismo que con el alquiler de las viviendas, que surgen reticencias. Y eso provoca una serie de acontecimientos, porque obliga a las personas a acudir al mercado libre para comprar y lo demás viene en cadena. En el capítulo del empleo otro problema es el de la formación.
¿Falta formación en general o formación especializada?
Falta preparación cualificada, aunque dominamos muchas profesiones. Construcción, herrería, fundición... Todo eso lo hemos manejado bien, pero hay que especializarse en trabajos que gozan de más demanda.
Gao Lacho Drom trabaja en este sentido a través de diversos cursos, como el de restauración de muebles, horticultura ecológica, manejo de carretillas elevadoras... ¿Qué respuesta obtiene?
Cuando la construcción estaba en auge los gitanos recurrían a este sector, pero ahora se han dado cuenta de que se tienen que formar en otros ámbitos. Nosotros hacemos lo que podemos, pero con pocos medios.
También han diseñado un curso específico de asesoramiento para vendedores ambulantes...
Tenemos este programa porque hoy en día más del 50% de las familias de la comunidad gitana de Álava se dedica a esta ocupación. Un sector cada vez mucho más regularizado, el marcaje cada vez es más férreo.
¿Estamos hablando de un exceso de regularización normativa?
Sí, pero no motivado por la realidad que tenemos en Álava o en las necesidades reales de los mercadillos sino por normas de ámbito europeo que llegan aquí, y al final nos perjudicamos.
Después del primer Plan vasco para la promoción del pueblo gitano, ¿el balance es positivo?
Creemos que no se han cumplido las expectativas que habíamos depositado en él. En su día falló la voluntad política, se traducía en 92 acciones concretas y se han cumplido muy pocas. De cara al nuevo plan que se plantea, estamos esperando a que el Gobierno Vasco mueva ficha. De momento, percibimos pocas ganas.
¿Cree que uno de los escollos al tratar con los trabajadores sociales radica en que desconocen la idiosincrasia gitana?
Pues sí. Además, los servicios sociales están saturados y su poder de decisión sobre la vida de las personas es muy grande, con lo que se crea un cóctel explosivo. Hay gente que se está quedando en la estacada porque no tiene otra forma de subsistir y de ellos depende que te concedan una casa, un informe favorable para optar a una ayuda... Hasta una custodia de los hijos.