LAS iglesias ya no se llenan ni el día de fiesta mayor. Con todo, si el quórum de feligreses está en cuarto menguante permanente, el de pastores dispuestos a guiar a su rebaño es aún más exiguo. Al menos, las parroquias que no pueden ser atendidas de modo directo semanalmente por un presbítero van en aumento, a lo que sumaríamos la (muy) avanzada edad media de los sacerdotes. Todo esto es así. Sin embargo, las palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Rouco Varela, las de Martínez Campo, o los nombramientos de obispos son primera plana, primerísima cuando estos nuevos prelados recalan en una diócesis vasca.
Parecería entonces que en esta situación de menguante cuantía no se tratara de un nombramiento puramente eclesial, sino un cargo de acomodo "político", negociado y decidido como si de una monarquía absoluta se tratara. "Todo para el pueblo sin el pueblo" en un claro tic de despotismo ilustrado, decisión de entendidos pero despótica con la Iglesia local, como sostiene Bittor Uraga, ex secretario del Consejo Pastoral Diocesano de Bizkaia, del que dimitió cuando se llevó a cabo el nombramiento de monseñor Iceta, "un vizcaíno que había preferido prepararse fuera de aquí". Algo similar a lo que achaca ahora a la designación de Munilla.
Criterios de designación
Diferentes opiniones
En la misma línea argumental que Uraga se mueve Íñigo Iriarte, director de Misiones Diocesanas en Bilbao, para quien estos nombramientos dedocráticos encubren intenciones nada evangélicas. "Comenzaron por Pamplona luego Vitoria, más adelante Bilbao y, por último, Gipuzkoa. Me entristece enormemente que se nombre a una persona para nada afín a la diócesis, que cuando estuvo en ella como sacerdote iba por libre, sin participar en la comunidad pastoral diocesana". Para este laico, la estrategia de alejar al pueblo de las decisiones de sus pastores es más que evidente.
Menos rotundo se manifiesta José Ignacio Calleja, que oficia de sacerdote en Vitoria. "Somos diócesis hermanas, pero respetuosos con su propia marcha, por lo que lo vives de otro modo. Quiero pensar que en esta designación se han primado los objetivos eclesiales, aunque tenga muchos peros", recapitula reflexivo. "Me resisto a creer que se hayan seguido criterios izquierda-derecha, nacionalismo-no nacionalismo o de equilibrios de poder en la cúpula, porque la sociedad es civil y laica, por lo que nuestra Iglesia será respetada a cambio de nuestra neutralidad, la neutralidad de los derechos humanos sin restricción alguna. Tampoco sería de mi agrado que, en este caso, no se haya dado primacía y pensado en los pobres, en los sencillos, en los sin poder, que deben ser nuestro signo cristiano social y público".
Por su parte, Gaspar Martínez, secretario del Obispado de Bilbao, no se atreve a valorar de manera taxativa el nombramiento de Munilla. "No conozco su trayectoria, por lo que es de rigor esperar a sus hechos. En el ejercicio del obispado se funden posiciones de tipo doctrinal y pastoral con otras de carácter personal en una imbricación muy variable entre ellas, que pueden llevar a granjearse mayor o menor grado de simpatía y adhesión popular. En el camino pastoral del obispo, éste se va haciendo a la diócesis tanto como ésta a él. En general, con independencia de las opciones personales de cada prelado, tienden a escucharse mutuamente y a hacerse permeables", matiza con sobriedad.
Tal vez por ello, y por el desconocimiento de su trayectoria de preparación y profesional, el secretario no quiere caer en un discurso simplista. "¿Desvasquizar la Iglesia guipuzcoana? La verdad es que no lo sé, porque desconozco su trayectoria pastoral y las circunstancias internas que han motivado su elección", explica en una posición entre la duda y la esperanza. Tampoco concede mayor trascendencia a las palabras de Munilla de satisfacción por ir a Donostia, tales como si fuera a África, porque como casi todos los obispos manifiesta igual alegría de servicio sea cual sea el destino.
La comunidad local
Dudas sobre Munilla
Formado por decisión propia fuera de los seminarios vascos, Munilla recaló en el Toledo imperial bajo la égida de Rouco Varela, a la sombra de cuyos pliegues de mitrado cardenalicio le sitúan. De párroco díscolo a las directrices de su ordinario, ahora Uriarte y antes Setién, a ser el obispo más joven; destino en Palencia como peldaño para dar el salto a la conflictiva Donostia; nombramiento en las altas esferas Nunciatura-Conferencia Episcopal-Vaticano sin contar para nada con la Iglesia local. Son jalones que orlan el capelo del nuevo mitrado, para algunos nada especial porque corresponde estrictamente al ejercicio del Derecho Canónico que al Vaticano compete, pero no así para otros, Íñigo Iriarte y Bittor Uraga por ejemplo, que no sólo ven intenciones nada evangélicas, sino que observan claramente un ninguneo total hacia la comunidad local de feligreses y, lo que es más grave, una manifiesta marginación de los deseos del obispo saliente, José María Uriarte. "En palabras de Félix Larrondo, vicario de la sexta Vicaría, el propio monseñor Uriarte, entre las pocas cosas que solicitó, una era que no fuera Munilla su sucesor, sino una persona del clero vasco. Está claro la fuerza que se ha dado a su petición", atestigua Iñigo Iriarte.
Leyendo y releyendo bibliografía y hemerotecas sobre el nuevo monseñor Munilla, resulta difícil que no asalten al lector imparcial las dudas. Una de ellas, tal y como afirma José Ignacio Calleja, es que no siendo las cosas blancas ni negras, si no será que Gipuzkoa se ha elegido como un round muy significativo del enfrentamiento entre unas posiciones teológicas, doctrinales y eclesiales frente a otras. "No desearía que este nuevo obispo juegue y quiera incidir domeñando la laicidad de la sociedad tanto en lo político y en lo social como en lo cultural, ya que la propia sociedad tiene recursos suficientes para solucionar sin que nosotros tengamos que ocuparnos de manera especial por ello. Nuestra labor debe estar en la primacía que concedamos a los sencillos, a los de sin poder. Cuando se habla de despolitizar la Iglesia vasca, lo entiendo exclusivamente en este sentido". Sobre lo que se conoce del pensamiento y opiniones del hasta ahora obispo de Palencia, para otros su situación es bastante diáfana. "Es un retrógrado, y aunque sea citar teología marxista, a través de él, agudizando las contradicciones, es posible que hasta se logre algo. Porque Munilla es una contradicción evidente con los anhelos del pueblo", argumenta Iriarte.
Objetivo
¿Despolitizar la Iglesia?
Tanto o más contundente se manifiesta Uraga: "Dentro de las dos tendencias que se dan en la Iglesia de Europa, la de quienes quieren avanzar desde el Concilio Vaticano II y la de los que quieren caminar hacia atrás, hacia el Siglo XVI, la jerarquía de la Iglesia española da visos de mirar mucho hacia esta segunda. En el caso del nombramiento de Munilla, la previsibilidad de los malos presagios no ha impedido que éstos se cumplan. Algunos lo llamarán buscar equilibrios, pero en realidad con elecciones como ésta lo que se hace es acercarse a la postura de los que perdieron los debates del Concilio Vaticano II".
Bittor ve lo que denominan desde las altas esferas como despolitizar la Iglesia como algo subsumido a ese movimiento de sustitución de personas para ir paulatinamente retrocediendo hacia la Iglesia del siglo XVI. "Es mi impresión, porque afirmar que la Iglesia vasca estaba politizada por una conexión injustificada con el nacionalismo vasco es pura mentira. Insostenible. Puede que alguien fuera nacionalista en su fuero personal, pero en ningún caso se ha construido una Iglesia vasca al servicio del nacionalismo", presenta todo un pliego de descargo, y añade más. "En realidad, quienes utilizan el argumento del nacionalismo eclesial para justificar los nombramientos de Iceta, Munilla y otros, lo que en realidad están haciendo es colocándonos a la gente más reaccionaria, primando, además, la desobediencia de una persona como Munilla, que nunca acató los planteamientos de la diócesis bajo los dos anteriores obispos. Ahora le premian como excusa antinacionalista, pero su objetivo es otro", se lamenta Uraga desde una visión exclusivamente católica.
¿Qué hay detrás de los nombramientos?
"Ansia de poder"
Suele ser frecuente que desde la Conferencia Episcopal Española se cite el nacionalismo sin matiz alguno, casi como algo inmoral anti natura, casi-casi vehículo de todos los males, mezclando churras con merinas y confundiendo la unidad de España con la comunión católica. "Saben que no es cierto, pero este sermón de púlpito trentino cala muy bien en amplias capas de la población española, al socaire de hechos violentos absolutamente deleznables. Me temo que lo que hay detrás es puro ansia de poder. Tal vez si fuera Cristo quien eligiera a los obispos estaría de acuerdo, pero siendo ellos los que nombran, creo que el poder de nombramientos en la Iglesia es una herramienta de corte de monarquía absoluta", reflexiona Bittor Uraga.
En este rifirrafe en torno al nombramiento, de si no se ha escuchado a la Iglesia local, "creo que no se ha tenido en cuenta ni el entorno ni la pastoral como prioritario, aunque al no ser guipuzcoano he de estar al margen de las interpretaciones. Espero que el adulto cristianismo vasco sepa llevar a buen puerto su periplo religioso", dice Calleja.
"No tengo por qué pensar que el factor político haya sido el más importante al realizar esta designación, sino uno más de los que se introduce en los perfiles de elegibles", opina el secretario del Obispado vizcaíno, para quien ante la diversidad de caracteres, perfiles y de la propia sociedad, el acierto es siempre un reto. "De hecho, he conocido similares posicionamientos de simpatía y rechazos en el nombramiento de todos los obispos de la Diócesis de Bilbao, desde Gurpide hasta hoy. En todos ha habido recelos, posiciones diversas sobre los métodos de elección, y en todas ellas se ha elegido a un obispo que ha traído su nuevo estilo. En este caso se ha respetado el Derecho Canónico, independientemente de las posiciones del nuevo elegido, por quien yo abogaría por no estigmatizar si es de derechas o no, nacionalista o no, tapado o no, retrógrado o no, porque el fenómeno de su nombramiento es de mayor calado y hemos de esperar cómo manifiesta su obispado en sus propios hechos", subraya el secretario del Obispado vizcaíno.
Aunque incluso entre los propios miembros directos de la Iglesia católica resulte difícil encontrar posiciones acordes ante este nombramiento, buscando con buena fe tal vez la frase del secretario diocesano del territorio histórico de Bizkaia, "en general la diócesis se amolda al obispo y el obispo a la diócesis" sea la que más esperanzas suscite, no porque las credenciales del nuevo pastor hagan pensar a muchos de ellos que vaya a responder a las necesidades de su rebaño, bien porque en algunos casos se le pide un talante cercano a los pobres, a los sin poder, del que hasta ahora ha demostrado poco, bien por su apego hacia el pueblo al que viene a servir, por el que tampoco, en opinión de otros, ha tenido demasiada inclinación.
Así, tal vez la interrogante de mayor calado que se hacen todos sea saber si en realidad Munilla no viene a hacernos virar hacia los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II por una toma de posición pública y de una moral y ética retrógradas, aspectos en los que la Iglesia posiblemente debiera mirar más hacia siglo XXI.