En pleno corazón de la capital alavesa, la Plaza de Abastos se ha convertido, por derecho propio, en uno de los epicentros de la actividad comercial por excelencia. No en vano, en ella, el concepto de la tradicional cesta de la compra toma sentido trufada por las ofertas de decenas de pequeños comercios.
El actual Mercado de la Plaza, como se denomina a día de hoy, está ubicado junto a la Plaza Santa Bárbara desde el año 1975. Han pasado muchos años desde la inauguración de aquel nuevo recinto y, a pesar del espíritu vital que impone el pequeño establecimiento de artículos de primera necesidad, el paso del tiempo y las nuevas realidades sociales y comerciales han minado su salud.
Pero eso no es todo. A la crisis de los pequeños comercios hay que añadir la complicada coyuntura derivada de la crisis económica, que no ayuda a que la histórica plaza pase, ni de lejos, por su mejor momento.
Sin embargo, hay puestos que, pese al peso de la crisis económica, consiguen mantenerse a flote. "Aunque exista la recesión, es cierto que no nos podemos quejar, porque apenas la estamos notando en nuestras ventas", cuenta Raúl, encargado de la pollería Elena, ubicada en la parte central de la primera planta. Por desgracia, no todos corren la misma suerte.
El constante ajetreo está presente a cualquier hora de la mañana a lo largo y ancho de las tres plantas que forman el edificio. Aunque eso sí, a pesar de que el periodo navideño está a la vuelta de la esquina, el ir y venir de gente no es el mismo que antaño, cuando las compras diarias o semanales eran una cuestión común en la Plaza de Abastos. Ahora, la gente mira recelosa los precios antes de echar mano de la cartera. Hay una oferta descomunal y la competencia y comodidad de las grandes superficies ha hecho mucho daño. De hecho, mucha gente se vuelve a casa con las manos vacías.
Araceli lo sabe bien, por eso, papel y lápiz en mano opta por ir de puesto en puesto y apuntar los precios para después comparar. Lo de comprar será otra historia bien distinta. "Venía con la idea de empezar a llevarme cosas a casa de cara a Navidad, pero como los precios están por las nubes, me parece que me lo voy a pensar dos veces", cuenta esta clienta habitual, mientras hecha un vistazo a unas setas que, según parece, este año optará por no incluir en el menú navideño. Aunque ganas de llevárselas a casa no le faltan. Otra vez será.
Como Araceli, son muchos los compradores indecisos que pasan de largo por los distintos puestos que pueblan el mercado gasteiztarra. Observando dicha estampa se encuentran las decenas de comerciantes de la plaza que asisten resignados a una situación que se repite desde hace meses. Ahora les toca esperar. "La gente está comprando con cuentagotas", cuenta Yolanda desde su puesto de charcutería. Desgraciadamente, este comentario se escucha también en otros puestos del mercado. Todos comparten la misma opinión.
"La gente pregunta, pero no compra, y si hay suerte, encargan o se llevan algo para congelar", afirman otros compañeros de fatigas. Aunque ni se rinden ni pierden la esperanza, porque esperan que la inminente Navidad mejore en lo posible la complicada situación actual.
Pese a la competencia de las grandes superficies y supermercados, los responsables del Mercado de Abastos confían en la calidad de su trato humano y de sus productos. Todo ello ha logrado cultivar y cautivar a una clientela fiel y, además, desde hace décadas.
Es el caso de Maritxu. "Yo soy de comprar en la plaza. Llevo más de 50 años haciéndolo y la calidad de los productos de este mercado no se puede encontrar en otros lugares", comenta cargada de bolsas, mientras ojea ofertas en la poblada zona de las pescaderías.
Pese a que el perfil del comprador de los puestos de este recinto comercial ha envejecido al mismo tiempo que la Plaza, brotes verdes retoman el papel aprendido de sus familias y no dudan en asignar al Mercado de Abastos el papel de referente comercial.
Es el caso de una joven pareja, con un retoño en camino, que pasea por la planta baja mientras contempla los puestos en busca de verdura, carne y pescado. "Venimos aquí a hacer la compra de la semana, pero nada de cara a la Navidad, porque para pegarnos una buena comilona no hace falta que llegue diciembre", cuenta Eneko, mientras le echa el ojo a unas costillas.
Clientes habituales del mercado como lo son Maritxu, Eneko o Araceli son necesarios para que gente como Boni, Raúl o Pili puedan seguir muchos años más vendiendo sus productos a pie de plaza y así, sumar otro granito de arena más para que el pequeño comercio vitoriano siga vivo durante mucho más tiempo.
nuevas iniciativas
Vinogourmet
No obstante, el riesgo de caer en el olvido sigue presente en cada resquicio del céntrico mercado, que ha optado por liarse la manta a la cabeza y reinventarse a sí mismo.
Un ejemplo. En la entrada al mercado, hace apenas unos meses, unos ganaderos se lanzaron a la aventura e instalaron un puesto de venta directa de leche. Iniciativa que, de momento, está siendo todo un éxito y que se afianza poco a poco entre los hábitos de muchos vitorianos.
Como antaño, botella de cristal en mano, ya se ha hecho habitual que cientos de personas al día guarden cola para llevarse un litro de leche pasteurizada directamente a casa. Y además, por sólo un euro. Sin intermediarios de por medio que alteren las propiedades de un producto natural, como es la leche.
Pero esto no es un caso aislado. Ni mucho menor. Existen más iniciativas que se están encargando de alargar la vida del tradicional mercado alavés. Sin ir más lejos, el pasado fin de semana se celebró, coincidiendo con el festivo puente de la Constitución, el primer Vinogourmet, con el que la plaza cosechó un éxito rotundo en su primera edición.
Como la venta directa de leche o la primera feria del vino y los alimentos, cualquier iniciativa es buena, y más si su objetivo final es que el histórico Mercado de Abastos siga llenado la cesta de la compra vitoriana durante muchos años más.