Los síntomas más típicos, entre los que se incluyen la polifagia (aumento de apetito), polidipsia (sed excesiva) y poliuria (producción de grandes cantidades de orina), se relacionan tradicionalmente con la diabetes del tipo 1 o autoinmune, que suele afectar a personas jóvenes, y son muy llamativos. Sin embargo, la diabetes mellitus tipo 2 (mucho más frecuente) es una enfermedad asintomática durante las fases iniciales hasta estadios muy avanzados, y la única forma posible de detectarla de manera precoz es mediante la determinación de la glucosa, la hemoglobina glicosilada (HbA1C) o la resistencia insulínica en una analítica (índice HOMA). Cuando la enfermedad está establecida pueden aparecer síntomas que deben poner en estado de alerta.
Afortunadamente, la diabetes tipo 2, si se detecta a tiempo en sus estadios iniciales (resistencia a la insulina y prediabetes) es reversible en muchos casos sin necesidad de medicación, siempre y cuando se realicen los cambios necesarios en la dieta y en el estilo de vida. Cuando está establecida, estas mismas modificaciones permiten regular mejor los niveles de glucosa evitando la mayoría de las complicaciones debidas a la diabetes no controlada.
He aquí seis síntomas poco conocidos de la enfermedad que pueden ponerte en alerta y permitirte detectarla a tiempo.
Prurito o picor. La presencia de niveles de azúcar en sangre por encima de los valores recomendados puede provocar irritación y picor de la piel, lo que se conoce como prurito. Entre los posibles motivos por los que ocurre se encuentran la infección por bacterias u hongos, piel seca o mala circulación, lo que reduce la capacidad del organismo para combatir las infecciones.
En casos más graves de diabetes mal controlada y de larga evolución, puede aparecer picor en las manos, brazos, piernas y pies por afectación de los pequeños nervios terminales que llegan a estas zonas (neuropatía periférica).
Repetidas infecciones bacterianas y micóticas. Los pacientes diabéticos suelen presentar alteraciones inmunológicas que les hacen más vulnerables a las infecciones por bacterias y hongos. Entre las zonas más afectadas destacan el tracto urinario, las áreas genitales (especialmente en las mujeres, ocasionando lo que se conoce como vulvitis y vulvovaginitis diabética), la piel o la cavidad oral.
Las infecciones bacterianas cutáneas pueden producir orzuelos (infecciones de las glándulas del párpado), forúnculos (protuberancias llenas de pus debajo de la piel), foliculitis (infección de los folículos del pelo) e infecciones alrededor de las uñas.
Por otra parte, la infección micótica (originada por hongos) más común en los pacientes diabéticos es la producida por especies de Cándida. Esto es especialmente frecuente en mujeres diabéticas mal controladas que presentan altos niveles de azúcar en sangre (hiperglucemia), en las secreciones vaginales y en la orina (glucosuria). Como consecuencia, es común que aparezcan erupciones rodeadas de pequeñas ampollas y escamas que causan picazón en áreas húmedas y rojizas. Las áreas problemáticas y más afectadas están debajo de los senos, alrededor de las uñas, entre los dedos, en las comisuras de la boca y en la zona genital. La infección por Cándida también puede darse en hombres, donde la zona más afectada es la ubicada debajo del prepucio.
Afecciones del cuero cabelludo. La dermatitis o caspa seborreica es una enfermedad común de la piel que afecta a zonas ricas en glándulas sebáceas, como son el cuero cabelludo, la cara y el tórax. Se presenta en forma de escamas de piel de color blanco o amarillo (caspa) y con aspecto untuoso. Se han identificado varios factores causales para el desarrollo de esta afección, destacando la infección por un hongo llamado Pityrosporum ovale.
Este hongo forma parte de la microbiota del cuero cabelludo, pero puede crecer de forma excesiva generando una infección cuando se produce una bajada de las defensas, como suele ocurrir en el caso de pacientes diabéticos con alteraciones en el sistema inmune, o tras una seborrea grave que altera el microecosistema de la zona capilar.
Ronquidos nocturnos. Existen estudios que relacionan los ronquidos con la presencia de valores de glucosa alterados. Más que un síntoma, se cree que la relación puede ser inversa: los ronquidos aumentan el riesgo de padecer diabetes.
La razón se encuentra en que los ronquidos son producidos por la relajación de la musculatura de la vía aérea durante el sueño, que impide el paso del aire de la boca a los pulmones, disminuyendo así la concentración de oxígeno en la sangre (apnea obstructiva del sueño). Esta disminución de los niveles de oxígeno puede alterar el metabolismo de la glucosa e inducir la liberación de unas moléculas llamadas citoquinas proinflamatorias, que parecen correlacionarse con la resistencia a la insulina y donde niveles muy elevados conllevan un mayor riesgo para padecer diabetes.
Afecciones de la piel. La acantosis nigricans es una afección de la piel que está presente en hasta un 74% de los pacientes adultos obesos, y se asocia a la hiperinsulinemia (la resistencia a la insulina induce la producción elevada de esta hormona como mecanismo de compensación). De aspecto aterciopelado, se presenta en forma de manchas de apariencia bronceada o marrón en los lados del cuello, las axilas y la ingle. A veces también salen en las manos, codos y rodillas.
Además, existen otras múltiples afecciones cutáneas relacionadas con la diabetes no controlada, como son el xantoma eruptivo (brotes de pápulas amarillas en nalgas, codos y rodillas) o la rubeosis facial, caracterizada por un enrojecimiento facial que aparece en un 3-5% de los pacientes con diabetes. Estas afecciones cutáneas, sin embargo, suelen desaparecer cuando se restablece el control de la enfermedad.
Problemas de visión. La retinopatía diabética es una complicación de la diabetes y una de las causas principales de la ceguera. Ocurre cuando la diabetes daña los pequeños vasos sanguíneos de la retina, que es el tejido sensible a la luz situado en la parte posterior del ojo. La diabetes provoca que se vayan obstruyendo pequeños vasos sanguíneos, lo que hace que se bloqueen y se creen otros vasos nuevos que tienen unas paredes muy frágiles que pueden romperse en etapas avanzadas de la enfermedad.
Esta afección aparece en pacientes con diabetes de larga duración o mal controlada. Los estadios iniciales de la retinopatía pueden ser asintomáticos, pero según avanza la enfermedad puede ocasionar una pérdida severa de visión, e incluso la ceguera en los casos más graves y extremos.