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Riaño Trail Run 2025: la aventura definitiva

Donde la montaña no solo se sube: se siente, se comparte, se recuerda. Así hemos vivido en primera persona una de las trails más potentes del calendario: la Riaño Trail Run 2025

En imágenes: Riaño Trail RunGonzalo Pérez Zunzunegui

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Desde el primer paso hasta el último aliento, la Riaño Trail Run de este año se ha vivido como una travesía física y emocional. Una carrera por etapas, atravesando tres sistemas montañosos: la Montaña Palentina, la Montaña de Riaño y Mampodre, y los Picos de Europa, donde el crono importa, sí, pero queda en segundo plano frente a lo esencial: el paisaje, la convivencia y esa sensación tan rara de pertenencia.

DATOS PRINCIPALES DE LAS ETAPAS

·        Etapa 1 (viernes): 36 km entre Oseja de Sajambre y Caín de Valdeón, con 2.400 m de desnivel positivo. Una jornada marcada por el calor extremo y la belleza de enclaves como Vegabaños, el bosque de la Farfada y el canal de Mesones.

·        Etapa 2 (sábado): 21 km con salida y llegada en Valverde de la Sierra. El gran protagonista fue el ascenso al Espigüete (2.450 m), una mole caliza que exigió trepadas y técnica en su arista.

·        Etapa 3 (domingo): 26 km con final en Riaño, incluyendo el ascenso al Gilbo, conocido como el “Cervino leonés”. El recorrido atravesó la Senda Mitológica Leonesa, con referencias a criaturas del folclore local.

DESCRIPCIÓN  

Hablar de la Riaño Trail Run sin hablar del paisaje sería un error. Este evento no “atraviesa” montañas. Las escucha, las respeta, las siente. Desde las nieves permanentes del Mampodre hasta los valles fósiles de la antigua comarca anegada por el embalse, cada paso por este territorio es un diálogo entre el cuerpo humano y la naturaleza salvaje. A menudo, sin palabras.

La espectacularidad del terreno es una de las bazas que tiene esta carrera por etapas

No fue raro ver a participantes detenerse para fotografiar un rebeco, saludar a un ganadero o simplemente sentarse en una piedra a contemplar. ¿Cuántas carreras permiten eso? Yo mismo lo hice en la tercera etapa a mitad de subida del Pico Gilbo. Pare mi reloj, detuve mis piernas y durante diez minutos pase de corredor a espectador del maravilloso entorno y de mis compañeros de carrera, a los que iba animando según se acercaban a mi posición.

Las llegadas a meta mezcla de alegria y superación

Durante todo el fin de semana he pertenecido a una comunidad que se construye en cada minuto de este fabuloso fin de semana, puesto que las tardes y noches ha sido parte esencial del viaje. Más allá del esfuerzo físico, la Riaño Trail Run se ha convertido en un espacio de encuentro: cenas largas en el comedor, conversaciones antes y después del briefing de cada etapa, historias contadas entre tiendas de campaña. Todo ello gracias al “Camp” instalado en el campo de fútbol de Riaño que fue el corazón logístico y emocional del evento. Allí se compartieron cenas, duchas, risas y confidencias entre corredores de toda España y del extranjero. La convivencia ha sido, una vez más, uno de los pilares del éxito del fin de semana.

El camp de Riaño, epicentro de la aventura

Porque allí han nacido, nacen y nacerán amistades que se extienden más allá de la meta. Yo me llevo a una gente maravillosa venida de todas partes de España, como Camilo, Emilio y Rober de Ermua, Alberto de Madrid, como no mis dos panteras Diego y Guti, menuda lección de buen rollo que nos dieron a todos los corredores, mi Amaia, siempre estando ahí para dar apoyo y por supuesto a la excelsa organización de la prueba con Felipe y Miguel Heras como cabeza visible de un nutrido grupo de voluntarios que siempre dieron el máximo por hacernos sentir seguros y como en casa. No me puedo olvidar del grandísimo Pepe Yepes, nuestro speaker, a quien la energía no se le acababa nunca y que siempre daba el espacio que cada corredor necesitaba.

El fin de la aventura, una fiesta por todo lo alto

La Riaño Trail Run es una carrera que no termina al cruzar la meta. Variassemanas después, las redes siguen llenas de fotos, frases, reflexiones. Algunos ya han vuelto a la rutina, otros planean su próxima aventura. Pero todos coinciden en algo: la Riaño Trail Run deja una huella invisible pero indeleble.Porque no se trata solo de correr. Se trata de escucharse, de conectar, de reconectar. De comprobar que en medio del cansancio, del sudor, del silencio... uno puede sentirse más humano que nunca.

CONSEJOS PARA REALIZAR ESTA RUTA

·        Hidratación: no hay muchas zonas con agua a excepción de la salida de cada etapa con lo que es conveniente diseñar perfectamente la ruta para no quedarnos sin ella.

·        Calzado: se combinan varios terrenos, desde pista sencilla, sendero de tierra y por supuesto roca, por lo que una suela polivalente será la mejor decisión.

·        Dificultad: la primera por longitud, la segunda y la parte final de la tercera por desnivel y zonas técnicas. Todas las etapas, las tres, no son recomendables para alguien sin experiencia en montaña, con lo que si es la primera vez, es conveniente venir con alguien que conozca la zona .

Etapa 1 – Oseja de Sajambre → Caín de Valdeón (36 km, 2.400 m+)

“Allí donde la montaña impone silencio, empezamos a escucharnos”

El aire aún guardaba algo de frescor a primera hora de la mañana, aunque el sol, implacable desde el inicio, ya prometía que sería una jornada dura. En Oseja de Sajambre, un centenar largo de corredores se agolpaba en la línea de salida con las manos en los bastones, miradas al frente y nervios sostenidos por una mezcla de respeto y deseo. Los primeros metros por el bosque de la Farfada parecían un comienzo amable: el sendero mullido por la hojarasca, el canto de los pájaros, ese murmullo colectivo apenas roto por el pitido de los GPS. Pero bastaron diez minutos para que la carrera enseñara los dientes.

Bosque de la Farfada

El primer gran escollo llegó con los 700 metros de desnivel que separaban el valle del refugio de Vegabaño. La pendiente castigaba, sí, pero el paisaje mitigaba la dureza: un tapiz verde esmeralda, el aroma a resina de pino negro, y las primeras vistas hacia el Macizo Occidental de Picos. Tras Vegabaño, el terreno se volvió más técnico: la canal de Mesones exigía concentración plena. Las piedras sueltas, las trepadas esporádicas y la soledad del entorno convertían ese tramo en un pequeño viaje interior.

Dura subida por la canal de Mesones

Allí, lejos de todo, cada paso era una decisión. Algunos corredores frenaban un instante sólo para mirar atrás y ver cómo el valle se encogía a lo lejos. Un rebeco observaba desde la ladera opuesta. El viento traía olor a tierra caliente, el calor fue el gran protagonista de la primera jornada. No había señales de humanidad, salvo las marcas de baliza y los jadeos. Si subir fue duro, bajar no le fue a la zaga. El descenso hacia Caín de Valdeón puso a prueba rodillas, reflejos y concentración. La senda en zigzag se empinaba con descaro, y el suelo, repleto de polvo seco, daba poca tregua.

El espectaculo del paisaje nos acompaña en cada zancada

En la línea de meta las llegadas fueron espaciadas, como si el tiempo perdiera relevancia tras tantos kilómetros. Algunos alzaban los brazos. Otros se echaban al suelo a mirar el cielo. Nadie preguntó tiempos. Nadie presumió de posición. Pero todos sabían que habían superado algo grande. La montaña nos susurra pero para poder escucharla hay que subir, sudar y bajar. Y esa primera etapa fue eso: una conversación íntima con ella, con uno mismo y con quienes avanzaban al lado.

Riaño etapa 1Riaño Trail Run

Etapa 2 – Valverde de la Sierra → Espigüete → Valverde (21 km, 1.800 m+)

“Donde el cielo se toca con las manos y el vértigo se convierte en compañero de viaje”

El segundo día amaneció con una calma engañosa. En Valverde de la Sierra, el campamento se desperezaba entre cafés humeantes, vendas nuevas y miradas que mezclaban respeto y deseo. La etapa del sábado era corta en kilómetros, pero brutal en verticalidad: el Espigüete, con sus 2.450 metros, esperaba como un coloso calizo dispuesto a poner a prueba no solo las piernas, sino también la cabeza.

El Espigüete espera a fondo como un coloso

Los primeros tres kilómetros discurrían por una pista forestal que permitía calentar motores. El grupo se estiraba lentamente mientras el sol comenzaba a trepar por detrás del cordal. Pero pronto, el sendero se empinó sin contemplaciones: una subida directa, sin tregua, hacia la base del Espigüete. El tramo estrella —y más temido— fue la arista este del Espigüete. Una línea afilada de roca viva, donde cada paso requería atención plena. No era solo correr: era trepar, gatear, decidir. El viento dio una tregua y no soplaba con fuerza en las zonas más expuestas, y el silencio era absoluto, roto solo por el roce de las zapatillas contra la piedra.

La bajada del Espigüete nos deja imagenes como esta

Desde la cima, la vista era sobrecogedora: al norte, los Picos de Europa; al sur, la Montaña Palentina extendiéndose como un mar de pliegues verdes y grises. Muchos nos detuvimos unos segundos, no por fatiga, que también, por lo menos en mi caso, sino por necesidad de recoger el momento. La bajada fue un desafío en sí misma. Piedra suelta, tramos de destrepe y una pendiente que obligaba a frenar con todo el cuerpo. Allí, la técnica marcó la diferencia. Se formaron grupos espontáneamente para ayudarse unos a otros en los pasos más delicados.

Al fondo la cresta del Espigüete

En el último tramo, ya de nuevo en sendero, el ritmo se aceleró. El bosque ofrecía sombra, aunque poca, y el rumor de un arroyo con una cascada donde algunos se acercaron a refrescarse anunciaba la cercanía de Valverde. La meta, instalada junto a la iglesia románica del pueblo, nos recibio con aplausos, fruta fresca y abrazos sinceros. La segunda etapa fue un viaje vertical, una charla íntima con la roca y el vacío. Una jornada que no se mide en kilómetros, sino en intensidad. Y al final del día, en el campamento, las historias se cruzaban como los caminos: con respeto, admiración y una certeza compartida —la montaña transforma.

Riaño etapa 2Riaño Trail Run

Etapa 3 – Riaño → Pico Gilbo → Riaño (26 km, 1.600 m+)

“El último ascenso, el último aliento”

El domingo amaneció con una luz dorada que bañaba las aguas del embalse de Riaño. El campamento, aún adormecido, se llenaba poco a poco de sonidos familiares: cremalleras, bastones golpeando el suelo, risas nerviosas. Era el último día. Y aunque las piernas dolían, el corazón latía con una mezcla de nostalgia anticipada y determinación.

La senda mitológica de Carande

La tercera etapa era circular, con salida y llegada en Riaño, y tenía un protagonista indiscutible: el Pico Gilbo, una cumbre afilada, conocida como el “Cervino leonés” por su silueta piramidal. Pero antes de tocar su cima, teníamos que discurrir por un recorrido lleno de historia, mitología y belleza. Los primeros kilómetros discurrían por la Senda Mitológica Leonesa, un sendero que serpentea entre bosques y praderas salpicadas de esculturas de seres fantásticos: el Trasgu, la Vieya del Monte, el Diañezu... Criaturas del folclore leonés que no miraban en silencio a nuestro paso. Parecía que estábamos corriendo dentro de un cuento.

El pico Gilbo

El ascenso al Gilbo fue, sin duda, el momento más esperado y temido. La subida, directa y sin concesiones, obligaba a usar manos y bastones. El calor apretaba, y el cansancio acumulado de dos días anteriores se hacía notar. Pero al llegar a la cresta, todo se detenía. El embalse de Riaño se extendía abajo como un espejo turquesa. Al fondo, los Picos de Europa. Y en el aire, ese silencio que solo se encuentra en las cumbres.

El tiempo se para en la cresta del Gilbo

Algunos nos sentamos unos segundos. Otros inmortalizaban el momento con fotos y videos. Todos sabíamos que estábamos viviendo algo irrepetible. El descenso fue técnico y emocionante. El sendero zigzagueaba entre rocas y farallones pétreos, y el sonido del pueblo acercándose era como una llamada. Al cruzar el puente de Riaño, los corredores éramos recibidos por una multitud entregada: vecinos, familiares, turistas... todos aplaudiendo como si cada llegada fuera la primera. La meta no era solo un arco inflable. Era un abrazo colectivo.

Llegada a meta en la tercera y última etapa

La tercera etapa fue más que un final: fue una consagración. Un cierre perfecto para un fin de semana que no se mide en kilómetros, sino en vivencias. Porque en Riaño, la montaña no solo se sube: se siente, se comparte, se recuerda.

Riaño etapa 3Riaño Trail Run

NO TE PIERDAS LA PLAYLIST DE ESTA AUTENTICA AVENTURA DEL TRAIL.

PLANES ALTERNATIVOS

Podemos completar nuestra fin de semana con todas estas opciones que proponemos a continuación:

  • Paseo en barco por el embalse de Riaño: es posible navegar por los llamados Fiordos Leoneses y contemplar las montañas desde otra perspectiva. Hay salidas guiadas con explicaciones sobre la historia del embalse y los pueblos sumergidos.
  • Kayak, paddle surf o hidro pedales: Si queda energía, se puede alquilar material acuático y explorar el embalse a tu ritmo. Ideal para refrescarse tras la carrera.
  • Museo Etnográfico de Riaño: se puede conocer la historia, tradiciones y oficios de la montaña leonesa. Incluye reconstrucciones de casas, trajes y herramientas.
  • Paseo del Recuerdo: un sendero junto al embalse con paneles que narran la historia de los pueblos desaparecidos bajo el agua.
  • Columpio gigante de Riaño: el más alto de España (8 metros), con vistas al embalse y las montañas. Ideal para fotos inolvidables.
  • Mirador de Valcayo y Mirador de Las Hazas: accesibles a pie desde el camping, ofrecen panorámicas espectaculares del nuevo Riaño y su entorno.
  • Banco más bonito de León: junto a la ermita de Nuestra Señora del Rosario. Un lugar perfecto para sentarse y contemplar el paisaje.
  • Ermita de Quintanilla: una joya románica que sobrevivió al embalse. Su ubicación frente al pantano la convierte en un lugar mágico.
  • Lois y la Catedral de la Montaña: a 30 minutos en coche, este pueblo alberga una iglesia monumental y la peculiar Casa del Humo, con techos ennegrecidos por siglos de fuego doméstico.
  • Calzada romana de Crémenes: un tramo bien conservado de vía romana entre bosques y riachuelos. Ideal para una caminata tranquila.