En la zona más al este de la bella playa de Ondarraitz, situada en la localidad labortana de Hendaia, destacan dos enormes peñascos. Se trata de las Dunbas de Hendaia, si bien, reciben otros nombres como Dunba Luzie y Dunba Zabala, Sanson-arriyak (piedras de Sansón), Las Gemelas, o Les DeuxJumeaux. Las peñas, desgajadas del cabo de Santa Ana, guardan secretos míticos, así como un paraje de cuento,que hoy descubriremos con un sencillo paseo. Caminaremos sin prisa por sus dominios, vagando por las praderas verdes acariciadas por la mar, mientras allá, en lo alto de la colina, nos vigila el Château d’Abbadie.
Una vez estacionado el vehículo, tomamos un sendero que se interna en el bosque en dirección este y que nos llevará, en un agradable paseo, hasta el caserío Larretxea, un magnífico ejemplo de arquitectura labortana actual centro de interpretación, donde podemos hacer acopio de información de la zona. Junto a la casa, un sendero hacia la izquierda se dirige a la zona de acantilados; a los pocos metros, encontramos un cruce en el que debemos optar por seguir hacia la derecha. Pasamos junto a una cala y llegamos a otro desvío, con 3 pistas, rodeado de praderas. Optamos por tomar el camino de en medio, que a los pocos metros se introduce en una zona de bosque bajo, y llega, rápidamente, hasta el mirador de las Dunbas. Las Gemelas se presentan en su plenitud frente a nosotros, ofreciéndonos una visión de las peñas muy distinta de la que vemos desde la playa. En el mirador se localiza un búnker de la Segunda Guerra Mundial, así como una rosa de los vientos.
Las antiguas leyendas de nuestra mitología nos explican, a su ancestral manera, el origen de las dunbas, que fueron colocadas aquí por un jentil, los gigantes de la mitología vasca. Pues bien, en una ocasión uno de estos personajes míticos decidió destruir la catedral de Baiona. Para ello, desde una montaña y ayudado de una honda, se dispuso a arrojar las piedras. Pero justo en el momento del lanzamiento, el gigante resbaló con una boñiga, perdiendo fuerza en el tiro, motivo por el que las rocas fueron a caer en este rinconcito de la playa de Hendaia donde aún hoy podemos verlas. Otra leyenda nos cuenta que fueron arrojadas por otro gigante mitológico, concretamente Sansón, quien las lanzó desde el caserío Andrearriaga ubicado en la localidad guipuzcoana de Oiartzun, caserío en cuyas inmediaciones apareció una antigua estela, al parecer de origen romano.
Pero la historia que nos ha traído hasta aquí, nos habla de otra parte de nuestra mitología, quizás de las más desconocidas, como es el ciclo de ciudades sumergidas. La leyenda nos cuenta lo siguiente:
“En un rincón de la playa de Ondarraitz, se ven dos grandes peñascos conocidos como Dunba Luzie y Dunba Zabala. Estas peñas son los únicos restos que quedan de la vieja ciudad de Baionazahar o Baiona Vieja, que fue tragada por las aguas en castigo a sus habitantes por no haber querido socorrer a una mendiga”.
Las ciudades sumergidas están muy presentes en nuestra tradición mítica, son varios los lagos que esconden una, como el de Mouriscot, en Biarritz, o el de Arreo en Araba. El mito de las ciudades sumergidas, es común a todo el arco atlántico, desde la ciudad de Arxentola en Asturias, la de Ys en Bretaña, Lyonesse en Cornualles, hasta la célebre ciudad de la Atlantida.
Visita al castillo
Dejamos el misterio de la ciudad sumergida en su reino marino y continuamos caminando, sin pérdida, siguiendo el sendero que continúa la ruta que traíamos y caminamos entre paraderas, con las bellas vistas del castillo ante nosotros. Llegamos a un cruce, donde optamos por el sendero hacia la izquierda. Pasamos junto a una cala, conocida como bahía de Loia, donde se ubica el islote de Txurruta, que guarda celosamente viejas historias de corsarios y piratas que hicieron de esta pequeña playita su refugio. Dejemos volar nuestra mente e imaginemos las correrías que, por estos lares, debieron de protagonizar bucaneros de leyenda, como Ixtebe Pellot, Joanes de Suhigaraychipi o Michel Le Basque.
El sendero se introduce en un hermoso bosque plagado de especies autóctonas, para llegar a un cruce, donde optamos por el sendero que asciende una corta cuesta. En breve, alcanzamos una puerta de madera, que da acceso a la carreta general D-912. En este punto, seguimos a la derecha y debemos caminar por una pista perfectamente habilitada junto a la carretera, unos 500 metros, llegando a la entrada al recinto del castillo de Abbadie. Merece mucho la pena visitar el monumento neogótico, inspirado en los castillos de cuento del valle francés del Loira y los palacios ingleses. Su precursor fue un personaje fundamental en nuestra historia, Antoine d’Abbadie, que vivió entre los años 1810 y 1897; oriundo de Dublín, de madre irlandesa y padre zuberotarra. El señor d’Abbadie fue un amante de la cultura vasca y del euskera, además de un intrépido viajero interesado en muchas tradiciones diferentes, principalmente la oriental. Pero no quedaron allí las inquietudes del irlandés, quien cultivó asimismo la geografía y la astronomía, llegando, incluso, a colocar un observatorio astronómico en lo alto del castillo hendayés.
El señor d’Abbadie, consiguió reflejar en este edificio todo su enorme y particular mundo, decorándolo con diferentes motivos de sus viajes, y múltiples animales fantásticos y exóticos tanto en el interior como en el exterior. Solo nos resta salir del recinto, alcanzando la rotonda que hemos pasado con el coche, y descender al aparcamiento.
FICHA TÉCNICA
- ACCESO: La carretera D-912, alcanza una rotonda en las afueras de Hendaia, tanto si venimos desde esta localidad, como desde la vecina Sokoa. Descendemos por la calle Rue d´Armatonde, donde localizamos el parking de inicio.
- DISTANCIA: 4 kilómetros
- DESNIVEL: 100 metros
- DIFICULTAD: Fácil