Los vascos, al igual que otros pueblos de carácter agrícola, hemos vivido mirando al cielo, pendientes de lo que la atmósfera nos podía traer, ya que de ello dependía, en gran medida, nuestra propia supervivencia. Este vínculo constante y el hecho de que los elementos atmosféricos tuvieran esa gran capacidad destructiva, les llevo a unir a ellos a determinados entes profundamente sagrados. Por si esto fuera poco, en el firmamento, viven dos de las grandes deidades de nuestro pueblo, el sol y la luna.
Posiblemente, la forma más conocida de culto al sol, sean los eguzkilores, que se colocaban en las puertas de las casas, con el objetivo de que protegerlas de la entrada de fuerzas negativas, aojamientos, o todo tipo de personajes malévolos. Hoy, el eguzkilore se comercializa en múltiples formas, desde semillas para su cultivo, hasta pegatinas, pasando por camisetas, bolsos, fundas de móviles, o cualquier cosa que al lector se le ocurra. Pero hay otros restos visibles de este culto solar, y lunar, como es el caso que nos ocupa. Hoy descubriremos uno de estos restos tangibles. Para ello, nos vamos a la localidad gipuzkoana de Zerain.
Ruta sencilla y señalizada
Podemos aparcar junto a la carretera que cruza la localidad y comenzamos el paseo, ascendiendo hasta la rotonda, que se localiza en las afueras, en dirección a Legazpi. Enlazamos con las marcas de un sendero local que nos llevará hasta las minas de Aizpea, el SL GI-36. El sendero comienza descendiendo, y pasamos por varios caseríos, hasta topar, de nuevo, con la carretera.
Cruzamos el asfalto para, sin perder las trazas del SL, discurrir junto a la regata de Aizperreka, por un precioso camino peatonal que sin perdida nos llevará en un cómodo caminar hasta el centro de interpretación Aizpitta.
El lugar es profundamente curioso: unos paneles interpretativos nos cuentan el funcionamiento de las minas, un duro trabajo que realizaron nuestros antepasados en este bello paraje. Podemos regresar hasta Zerain por el mismo camino, hasta topar con el punto donde hemos cruzado la carretera.
Pero antes de concluir nuestro paseo, nos desviaremos a conocer otro secreto oculto en el bosque que nos tiene reservado este lugar. Giramos hacia nuestra derecha, obviando el camino que nos ha traído desde Zerain, y enfilamos por un tramo de asfalto hasta llegar al caserío Larrondo. En este punto el asfalto se convierte en pista que nos lleva fácilmente a la serrería de Larrondo, joya etnográfica ubicada en un bello bosque. Una preciosa arboleda y una vegetación exuberante, envuelven dulcemente el viejo edificio de la serrería. En su interior, aún hoy se pueden ver las maquinarias para su funcionamiento. Todo el conjunto crea un lugar plástico y bucólico.
Retornamos por el mismo camino hasta Zerain, para visitar el motivo que nos ha traído hasta este bello paraje: el caserío Jauregia, y su misteriosa talla. Para ello, desde la rotonda subimos hasta la iglesia de Zerain, ubicada en la plaza, donde vemos el enorme caserón. Su fachada es una mezcla de madera, ladrillo y sillares de piedra, donde destaca una puerta de arco apuntado con una inscripción que dice “Ave María llena eres de gracia bendícenos”, sobre la que se levanta el escudo heráldico de los Zerain.
La talla indescifrable
Esta parte de sillares y puerta dovelada apuntada son los restos de la antigua casa-torre de esta familia, sobre la que se edificó el caserío. Y, junto a la puerta, el elemento que representa estos cultos atmosféricos: una talla que muestra un sol apagado, abrazado por un cuarto de luna y rodeado por cuatro estrellas de ocho puntas. No se ha conseguido descifrar su sentido original, pero no se nos escapa que se trata de un símbolo de carácter astral, con protagonism tanto del sol como de la luna.
“El sol y la luna, eran vistos en la mentalidad popular como númenes de carácter femenino e hijas de la Ama Lurra, a cuyo seno acuden diariamente, tras su periplo por la superficie terrestre.”
El sol, generador de luz, alimento, calor y vida, es además, ahuyentador de los malos espíritus y genios de la noche. En varios puntos del país, se le dirigían salutaciones al acostarse como esta:
“Eguzki amandrea badoia bere amagana” (La abuela sol va hacia su madre)
Frecuentemente simbolizado en la artesanía popular, con lauburus, triskeles, hexapétalas,… tiene una importancia capital.
Muestra de ello es su vinculación con los solsticios de invierno, pero sobre todo de verano, en donde es el gran protagonista de diversos ritos vinculados al fuego, al agua y a las plantas.
La luna, también recibía diferentes salutaciones, como la que sigue:
“Illargui amandrea, zeruan ze berri?” (Luna señora madre, ¿qué nuevas en el cielo?)
Es considerada como la luz de los muertos, de ahí su nombre euskeriko, ilargi, se piensa que si se muere en cuarto creciente se considera buen augurio para la vida ulterior del alma. Tras disfrutar de esta misteriosa talla ancestral, regresamos al punto de partida.
FICHA PRÁCTICA
- ACCESO: Hasta Zerain se accede por la carretera GI-3520 desde las localidades de Segura o Legazpi.
- DISTANCIA: 8 kilómetros
- DESNIVEL: 250 metros
- DIFICULTAD: Fácil