quellos sangrientos episodios provocaron, sin duda, un torrente de cantares de los que la tradición oral ha conservado una pequeña pero valiosísima parte. Destaca entre ellos Bereterretxeren khantoria, una endecha que glosa el asesinato de un joven caballero suletino, Bereterretxe, a manos del gobernador del castillo de Maule. Considerada una de las joyas de la literatura vasca, casi seiscientos años después, el cantar de Bereterretxe forma parte del imaginario colectivo del país.
Los expertos han situado los hechos narrados en la poesía en la primera mitad del siglo XV, en el periodo comprendido entre 1434 y 1449. En plena crisis bajomedieval, el país se desangraba en luchas de bandos, la salida violenta que la nobleza eligió en Europa occidental para paliar con rapiñas la caída de sus rentas feudales. Marroquines y Salazares en las Encartaciones, oñacinos y gamboinos en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, agramonteses y beamonteses en Navarra... y en Zuberoa. Todo parece indicar que Bereterretxe se había encuadrado en el bando agramontés. Su aprehensor, Luis de Beaumont, conde de Lerin, dirigía a sus enemigos, los beamonteses.
La endecha se inicia la noche de Pascua con la llegada de las mesnadas del conde de Lerin, con él a la cabeza, a la casa familiar de Bereterretxe en Larrau [Larraine]. Tras rodear la vivienda y rechazar una oferta de acuerdo del joven, le hicieron salir bajo palabra de respetar su vida. Una vez apresado, fue llevado camino de Maule. Pese a la promesa dada, poco después de haber pasado Ligi, cerca de Ezpeldoi, lo ejecutaron.
El cantar también recoge la desesperada carrera de Marisantz Buztanobi, la madre de Bereterretxe, por salvar la vida de su hijo. Tras descender angustiada por los montes de Bostmendieta acudió primero a Lakarri, a pedir ayuda a su hermano, ante quien se postró de rodillas, pero este, desdeñoso, la remitió a Maule. Allí fue y el cruel conde le dio la fatal noticia: "Tú hijo yace muerto cerca de Ezpeldoi". Fue Margarita, hija de la casa de Ezpeldoi, la que, siempre según el cantar, encontró el cadáver.
El poema narra la tragedia con un dramatismo contenido. Su autora o autor consiguió crear una hermosa obra literaria a partir del horror del asesinato. La primera publicación de una versión del cantar se debe al mauletarra Jean Dominique Julien Sallaberry (1870). A partir de los años 60 del siglo XX fue interpretada por los más conocidos autores del país, desde Benito Lertxundi al grupo Ganbara pasando por el zuberotarra Pier Paul Berzaitz, aunque la versión más popular se debe a Mikel Laboa.
El poema comienza con una conocida imagen de kopla zaharrak, las coplas antiguas de la literatura oral vasca. Sin embargo, parece que no es la original: Haltzak ez du bihotzik/ ez gaztanberak hezurrik [No tiene médula el aliso / ni tiene hueso el requesón]. Los expertos aducen que cualquier baserritarra sabe que los alisos sí tienen médula, por lo que creen que la versión original sería "haltzak ez du ezkurrik", es decir, no da bellotas el aliso. Sin embargo, la parte transcendental de la copla está en los dos siguientes versos: "ez nuen uste erraiten zuenik, aitonen semek gezurrik [nunca hubiese creído que un noble pudiese mentir]. Porque el conde de Lerin sí podía.
Preciosa excursión por el valle de Andoze tras los pasos de Marisantz Buztanobi. Comenzamos junto a la iglesia de Lakarri, a donde acudió Marisantz a pedir ayuda a su hermano. Una de las casas cercanas aún conserva el nombre de Buztanobi. Descendemos hasta la carretera y abandonamos la localidad. A nuestra derecha, nos sale al paso una pista que desechamos.
La carretera cruza el regato por un puente y, nada más rebasar una nave ganadera, por la derecha nace una pista que tomamos. En la primera curva una señal amarilla nos invita a tomar un estrecho sendero que entra en el bosque. Por él remontamos la ladera, casi siempre a la sombra de avellanos y robles, guiados por las marcas amarillas. Rebasamos varios portillos que volvemos a dejar cerrados. Los prados forrajeros rodean el umbrío sendero, en el que con frecuencia avanzamos en fila india. Tras un buen tramo de subida alcanzamos Idiarteko Borda, que queda a nuestra derecha. Grandes árboles jalonan el recorrido. Superamos una valla de cuerdas y salimos a un prado junto a la borda arruinada de Behetiborda. Cruzamos la puerta metálica y aparecemos en una pista, también con marcas amarillas. Por la derecha van a Bostmendieta y a completar Etxebarreko Üngürüa, la vuelta a Etxebarre. Vamos por la izquierda para, en el siguiente cruce, girar a la derecha, pasar junto a Ibarrenborda (casa rural) y, por el estrecho sendero, faldear el monte Etxebarremendi.
Seguimos la ruta de los arrieros, un ameno camino que a tramos camina sobre pizarra (arbelbide) y a tramos sobre arcilla; aún bajo los árboles, aunque con preciosas vistas sobre el valle de Etxebarre. El sendero se hace pista y por ella entramos en la localidad. En Etxebarre, debemos ver la iglesia, rodeada por su cementerio con estelas discoidales. Después bajamos hasta la confluencia de las carreteras que van al núcleo de la localidad y a Etxauak, los caseríos dispersos. Avanzamos unos metros por la carretera (izquierda) y tras pasar sobre un arroyo, junto a una borda, un camino se interna en el bosque por la derecha. Subimos por él hasta una pista asfaltada por la que bajamos (izquierda) a Ezpeldoi. La casa de la izquierda es la que menciona la leyenda. Una hija de ese caserío encontró el cadáver de Bereterretxe.
Al otro lado de la carretera, unos metros más adelante, Una singular estela discoidal nos recuerda el lugar donde fue ejecutado. Decorada por ambas caras, con una cruz en uno de sus lados y una tosca figura antropomórfica en el otro, aunque no es fácil de apreciar a simple vista. La estela, en cualquier caso, no parece anterior al siglo XVI.
Desde Ezpeldoi retornamos a Lakarri por el camino de ida.
Iglesia de Etxebarre (Etchebar).
3 h 30 min.
12 km.
Sigue en todo momento las marcas amarillas que enlazan Lakarri con Etxebarre. Parte de ellas corresponden a tramos del sendero balizado Etxebarreko üngürüa- Tour d'Etchebar.
Rutas por Euskal herria
DEL LIBRO: Excursiones a lugares históricos
TEXTO Y FOTOS: Hektor Ortega