n este caso, se trata de la historia de Cirilo Picaza Rotaetxe, un pastor cuya experiencia se quedó impresa nada más y nada menos que en el haya más grande de Bizkaia, el haya de Asikueta, aunque aparece en muchos lugares como haya de Azekieta. Dicen que cuando un árbol tiene nombre propio, adquiere un lugar en el corazón de las personas y su conservación está asegurada. Esta haya, que toma su nombre del topónimo donde está enraizada, merece que se rebautice para que las generaciones venideras la cataloguen y conserven como merece. Desde aquí proponemos que se llame el haya de Cirilo.
El macizo de Itxina nos vigila constantemente durante nuestro recorrido, ya que comenzamos en el aparcamiento de Belaustegi, situado en su cara oeste. Bajamos por la pista asfaltada anexa hasta el área recreativa que se encuentra en la curva de herradura; junto al vallado encontramos un antiguo canal de hormigón. Se trata del canal de Axkorrigan, construido en 1945 con la idea de transportar el agua desde Aldabide hasta la cámara de carga de Lupetzeta, para aprovecharla en la central hidroeléctrica de Usabel.
La ruta por el canal, a veces por pequeñas sendas anexas, otras veces literalmente por encima, nos hace reflexionar sobre las duras condiciones de vida de los trabajadores que aquí estuvieron y lo extremadamente peligroso de su labor. La cenefa de hormigón contornea un profundo barranco. El recorrido transcurre por una fortísima pendiente y es muy peligroso con barro, con nieve o para montañeros no experimentados. Tras un kilómetro de canal, llegamos a una explanada de tierra que se extiende como una lengua recta durante varios cientos de metros. A su guarda, dos hileras de hayas trasmochas aportan sombra y dan perspectiva a la estrecha llanura, como si se tratara de un edi?cio sin techo con columnas de madera y hojas. El lugar está lleno de una gran carga emocional. En 2001, Cirilo Picaza contó el secreto que escondía aquel rincón a Iñaki García Uribe, etnógrafo de Ugao que ha dedicado un gran esfuerzo y su pasión a transmitir esta y otras historias de Gorbeia. Cirilo recordaba cómo su abuelo le contó que él, su padre y su abuelo conocían aquel lugar como Asikuetako bolalekua. Se trata de un antiquísimo y rudimentario juego de bolos, quizá de doscientos años, donde carboneros, arrieros y pastores se reunían para jugar. Parece que incluso los mejores tiradores eran fichados por alguno de los equipos, de modo que las competiciones adquirirían carácter de liguilla. Los árboles plantados en fila impedían que la bola se cayera ladera abajo.
La historia de Cirilo no acaba aquí. Al finalizar el juego de bolos, si descendemos unos metros ladera abajo, nos topamos con una inmensa haya trasmocha, que se esconde sobre sí misma con su monumental copa de veinticinco metros de alto y unos treinta metros de ancho. Con 7,41 metros de perímetro es el haya conocida más grande de Bizkaia. Su tronco gris agrietado se ensancha en la base y adquiere un aspecto de trapecio macizo. Sus ramas no son especialmente anchas, por lo que puede que se retrasmochara en época más reciente que otros congéneres contemporáneos. A su vera, varias piedras en forma de poyo forman un conjunto de asientos, como si se tratara de un árbol de Junta donde sus miembros disponen de una butaca adjudicada. En su cara sur, a la altura de la vista, se perciben unas letras tatuadas: C.P.R.
Un día de 1950, con tan sólo 16 años, Cirilo pastoreaba sus ovejas por la zona. Le sorprendió una intensa tormenta y se refugió bajo el haya de Asikueta con su ganado. El terrible temporal duró diez horas. Primero sintió resignación, luego aburrimiento, pero según pasaba el tiempo y los truenos y rayos estallaban más y más cerca sintió verdadero terror e incluso llegó a especular que jamás saldría de allí. Pensó en su familia, en los pastores de la zona y en cómo algunos de ellos tuvieron que emigrar a América para ganarse la vida. Aquellos pastores elegían un árbol e imprimían allí sus iniciales como promesa de regreso. Cirilo se puso en pie, cogió su navaja y pensando en aquellas personas, en sus ancestros, imitó su intención y grabó las tres letras. Debajo, incluyó el año: 1950. La tormenta pasó y Cirilo volvió a casa, aunque nunca olvidó aquel día. Tanto resonaba en su cabeza que 51 años después volvió al mismo sitio. Hasta entonces no había pasado de nuevo por allí. Descubrió que el árbol, en su crecimiento natural había deformado parcialmente la fecha original. Recordando de nuevo su experiencia y queriendo honrar de nuevo a sus familiares, tomo la misma navaja de antaño y entre las iniciales y la primera fecha grabó el año en que regresó: 2001. Cirilo falleció diez años después, pero su historia está presente en su haya, el árbol que merecidamente toma aquí su nombre. El haya de Cirilo es el símbolo del reconocimiento de una profesión que ya no existe, pero que está profundamente ligada a nuestra cultura y a nuestros bosques.
Para regresar solo hemos de retomar el canal de Axkorrigan y desandar nuestros pasos, aunque bien merecen una visita los hayedos de la cara este del Kolometa y Egilleor, que dejaremos atrás en nuestro regreso.
Su titánica obra, en manos de la empresa Pradera e Hijos SA, situada en Ugao, duró doce años. Fueron varios trabajadores de Orozko y alrededores y diez obreros andaluces y aragoneses que vivieron en una chabola en el monte y permanecían allí todo al año, aunque en invierno no se trabajaba. Para transportar el material y el alimento de los trabajadores ingeniaron un vehículo que subieron por piezas, y que utilizaba las paredes del canal a modo de raíles. Al final del canal se construyó la presa. Lo curioso de la obra es que nunca se puso en marcha el transporte de aguas. Ni la presa ni el canal llegaron jamás a desempañar su propósito debido a que la energía hidroeléctrica no era lo suficientemente rentable y la estructura cayó en el olvido. La empresa consiguió vender el canal a otra compañía de Durango, Mendizabal, propietaria de otro embalse en Gorbeia, quien quería unir la capacidad de recogida de ambos embalses, sin embargo, no consiguió los permisos que le imponía el gobierno español y cerró.
Recorrido lineal no balizado.
Aparcamiento de Belaustegi. Orozko - Bizkaia.
1 horas y 15 minutos.
3,10 km (ida y vuelta).
110 m.
Alta debido a la ausencia de pistas o senderos marcados. No recomendable con barro o con nieve. Solo para montañeros experimentados.
Hay una fuente en el área recreativa.
Rutas por Euskal Herria
Rutas para descubrir árboles monumentales