El presente frente al pasado y la poesía frente a la realidad más dura. Son los elementos que definen el estilo de Patricio Guzmán para contar su país y es lo que ha hecho en "La cordillera de los sueños", una cinta con la que opta al Goya a mejor película iberoamericana.

"No puedes referirte al pasado sin pasar por el presente y viceversa, es muy importante el pasado, no hay presente sin pasado", reflexiona Guzmán con su característico tono pausado en una entrevista por vídeo con Efe desde su casa de París.

Es tarde porque dedica sus jornadas a la tarea de montar la que será su próxima película, rodada en la calle, reflejando el movimiento social que ha sacudido fuertemente a Chile y que, en opinión de Guzmán, es una ola de cambio "mucho mayor que después de la caída de Pinochet".

"En Chile hubo un movimiento de masas espectacular, nunca había visto yo tal cantidad de gente en la calle para hablar del mismo tema", resalta el realizador, que a sus 80 años sigue mostrando una enorme curiosidad e interés por la evolución de su país de origen, aunque lleve la mayor parte de su vida viviendo fuera.

Un presente que, insiste, es la herencia de ese pasado que ha analizado en la trilogía que cierra con "La cordillera de los sueños" (2010) y que incluye "Nostalgia de la luz" (2010) y "El botón de nácar" (2015).

Tres películas que profundizan en un país que Guzmán califica de "raro" y de "excepcional". Ha pasado "del neoliberalismo a una revolución, de una sistema capitalista al régimen de Allende...es un país que tiene curvas en angulo recto y que son muy interesantes de analizar y el país entero se estremece y cambia y por eso me gusta mucho Chile".

La explosión actual surge de gente crítica, mayormente de centro o de izquierdas, que están a favor del progreso, que luchan "por tener mejor salud, economía, estudios, universidades, medioambiente, policía...".

"Lo que va a hacer ahora el presidente (electo) de la República (Gabriel Boric) es cumplir con lo que desde hace 10 años el pueblo exige", explica el realizador, que confía en el nuevo Gobierno y en su ímpetu joven, en su conciencia de cambio y en el gran apoyo popular con el que cuenta.

"El país se mueve, los viejos, los jóvenes se mueven, no es un país estático, en la anemia como estuvo durante años en que no pasaba nada", agrega Guzmán, que cree que Chile está ahora en un momento "fantástico".

Una época progresista con la que se identifica -"yo no soy una persona culta desde el punto de vista político, tengo preferencias de izquierda en general, me gusta el carácter progresista del ser humano"-.

Pero eso no hace olvidar la herida provocada por el régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

"Es un tema abierto y es tan abierto que puedes entrar por muchas puertas, depende de ti de tu capacidad, pero las puertas son múltiples, puedes volver al tema de los desaparecidos, puedes volver al tema del poder político chileno cuantas veces quieras porque hay muchas maneras de llegar a él, no me aburre y al revés me mantiene inquieto", explica.

"La herida de Pinochet va a durar todo el siglo"

Porque la dictadura, como cuenta en su trilogía, se arrastró durante 20 años después de su fin. "Las consecuencias de esa falta de libertad, de opresión del estado en un sistema injusto, continuó años y años y la herida de Pinochet va a durar todo el siglo, es muy fuerte, no se supera un golpe de estado y una ruptura democrática y unos muertos fácilmente, es una tragedia difícilmente olvidable, es un núcleo de dolor que está en Chile todavía".

Esas consecuencias son las que marcan "La cordillera de los sueños", que va del ayer al hoy del Chile a través de los testimonios como el escritor Francisco Gazitua, el operador de cámara Pablo Salas, poseedor de un archivo gráfico apabullante, o personas anónimas.

"Nunca dejo de pensar en el lenguaje poético, hay un costado literario en mis películas que es bien importante y que lo abarca todo, incluso cómo tú pones la cámara para entrevistar a alguien, ya hay algo poético de antemano que después se va a desarrollar".

Eso lo consigue dejando que los entrevistados hablen por su cuenta y que poco a poco "ellos mismos se enfrenten a decir verdades", lo que genera una mirada indirecta que el cine no muestra y que le aporta ese toque de poesía que Guzmán une con los paisajes chilenos y, en este caso, con la cordillera, que es como denominan a los Andes.

Con esta película, que se llevó el premio a Mejor Documental en Cannes, completa el recorrido histórico y geográfico por Chile que en "Nostalgia de la luz" se centró en el cielo y en "El botón de nácar" en el inmenso Océano Pacífico que baña sus costas.

Un trabajo por el que opta al Goya, un reconocimiento muy importante "porque los premios en el cine documental son escasos y menos importantes que en la ficción", así que sería "oportuno y estupendo" conseguirlo, opina con una sonrisa.