La radicalización del PP no frena la sangría de votos hacia un Vox al alzaAlberto Ortega / Europa Press
Hasta el más acérrimo simpatizante del Partido Popular es completamente consciente de que, cuando cualquier dirigente de esta formación proclama que el único escenario que contemplan para una próxima legislatura es el de gobernar en solitario, se trata de un mero brindis al sol. Lo ha sido siempre desde que, en las últimas elecciones generales, las de junio de 2023, desbancara al PSOE como fuerza más votada y lo es aún más hoy en día, a la vista de la tendencia que marcan algunas encuestas. Y es que, dos años después, el PP seguiría siendo el partido más votado, pero perdería peso respecto a los anteriores comicios. Lo hace en beneficio de un Vox reanimado por la transfusión de votos populares a la que apuntan las proyecciones electorales. Como consecuencia,Alberto Núñez Feijóo dependería más que nunca de una ultraderecha al alza para alcanzar su objetivo de convertirse en el nuevo inquilino del Palacio de la Moncloa.
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Los datos del barómetro mensual del instituto 40 dB. correspondiente a septiembre evidencian que la intención de voto al PP cotiza a la baja. Así, desciende en 2,4 puntos porcentuales respecto a los comicios de 2023. Todo lo contrario sucede con Vox. El 17,4% de sufragios que se le asignan supondría su mejor resultado en unas generales, por encima del 15,09% que obtuvo en 2019, donde alcanzó su cénit con 52 escaños en el Congreso. Supone, además, un repunte respecto al bajón experimentado en 2023, cuando cayó a un 12,39% de votos emitidos y se quedó en 33 diputados.
Tanto o más significativo que este dato es el que explica de dónde procede ese empujón en las urnas de la formación ultra. El estudio elaborado para El País y la Cadena SER apunta que el 17,7% de quienes votaron al PP hace dos años lo haría ahora en favor de Vox. Esta es, además, la fuerza de ámbito estatal que muestra un mayor índice de fidelidad, ya que el 86,7% de sus votantes en 2023 repetiría papeleta en unas próximas elecciones. Por si fuera poco, entre quienes no acudieron a las urnas entonces, la de Vox es la segunda opción preferida (8,9%)por detrás de la de quedarse de nuevo en casa (50,4%).
Por ello, en el PP empiezan a ver con preocupación el hecho de que el partido liderado por Santiago Abascal haya pasado de ser el báculo en el que apoyarse para acceder al poder en un buen número de instituciones, a convertirse en una amenaza a su hegemonía en la derecha. Algo que se visualiza, a nivel autonómico, en lugares como la Comunidad Valenciana. El efecto de la terrible dana y la contestadísima gestión del popular Carlos Mazón hace que el barómetro de 40 dB. sitúe a Vox como primera fuerza en intención de voto (21%) si se convocaran ahora elecciones, por encima del PSOE (19%) y del PP (17%), que caería a la tercera posición. Algo parecido sucedería en Andalucía, donde Juanma Moreno Bonilla dirige la Junta con mayoría absoluta. Allí, en unas hipotéticas generales, el PP (16%) cedería también su primera plaza a Vox (21%) y se vería igualmente superado por el PSOE (19%).
Pero, al mismo tiempo, los ultraderechistas, más allá de ser ese socio forzoso al que se tiene que vincular al PP si quiere tocar poltrona, se han erigido en un modelo a seguir en muchos aspectos. En su afán por evitar que Vox pesque en sus aguas, en Génova, lejos de marcar distancias, han radicalizado su discurso hasta hacerlo a veces difícilmente distinguible del que ha acuñado Abascal y su tropa. Pero el resultado de esta estrategia no es en absoluto el deseado. Esto se ha hecho especialmente patente en un verano que ha catapultado a Vox, hasta el punto de aumentar en cuatro puntos porcentuales su estimación de voto en solo cuatro meses, pasando según el estudio de 40 dB. del 13,4% de mayo al 17,4% actual.
Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal conversan a la salida del Congreso.
Lodazal
Acontecimientos como los disturbios racistas en Torre Pacheco, la actitud discriminatoria del Ayuntamiento de Jumilla al no ceder el polideportivo para la celebración de un rito islámico o la polémica por el reparto de menores migrantes acogidos en Canarias en las diferentes comunidades autónomas han derivado en un lodazal político en el que Vox se mueve a sus anchas y del que ha sacado rédito. El PP ha querido hacer suyo en muchos casos el discurso de la ultraderecha con la idea de cubrir también ese flanco, pero las cuentas no le salen. Y en ese mismo periodo de cuatro meses en el que Vox ha subido un 4% en su estimación de voto, la del PP ha caído un 3,2% –del 33,9% de mayo al 30,7 de septiembre–.
Esta bajada de los populares también la contempla el último Barómetro de Opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que cifra en un 2,8% el descenso de su intención de voto respecto al anterior estudio realizado en julio. La diferencia es que el controvertido sondeo de la entidad dirigida por José Félix Tezanos sitúa al PP como segunda fuerza más votada con un 23,7% de sufragios, nueve puntos exactos por debajo del PSOE (32,7%). En lo que respecta a Vox, el CIS prácticamente calca con un 17,3% el índice de apoyo electoral que le augura 40dB. (17,4%). Pero, por contra, apunta a un ligero bache (-1,6%) de los de Abascal, que en el barómetro de julio alcazaban un 18,9%.
En el bajón que ambos estudios proyectan en el respaldo al PP también ha tenido que ver, sin duda, la gestión de la oleada de incendios sufrida en agosto en el oeste peninsular. Al igual que en el caso de la dana en Valencia, el electorado parece dispuesto a pasar factura al PP en las dos comunidades más castigadas por el fuego, como son Castilla y León y Galicia, gobernadas por los populares. En ambas, estos serían superados por el PSOE y verían como Vox les come terreno peligrosamente. Este avance de los de Abascal es más que significativo en Galicia, otrora feudo inexpugnable de Feijóo cuando este presidía la Xunta con mayoría absoluta una legislatura sí y otra también. Allí, según la encuesta de 40 dB., el partido ultra pasaría de no obtener ningún representante para el Congreso en 2023 con menos del 5% de los votos a un 13%.
Las claves
El mejor resultado de vox
El barómetro mensual del instituto 40 dB. estima en un 17,4% el porcentaje de votos que obtendría Vox en unas hipotéticas elecciones generales, por encima del 12,39% del 2023 y el del 15.09% de su tope en 2019. En cambio, el PP bajaría 2,4 puntos, pasando del 33,1% de 2023 al 30,7% actual.
Transferencia de votos
Según este estudio, un 17,7% de las personas que votaron al PP en 2023 optarían ahora por la papeleta de Vox. El partido de Abascal es el que exhibe un mayor índice de fidelidad, ya que el 86,7% de sus votantes repetiría.
Volteretas en varias comunidades
El PP dejaría de ser la opción más votada en unos posibles comicios generales en más de una comunidad autónoma. En Valencia y Andalucía perdería esa primera posición en favor de Vox y se iría a la tercera plaza, por detrás también del PSOE. Los de Pedro Sánchez desbancarían también a los de Feijóo en las dos comunidades más castigadas por los incendios de agosto, como Galicia y Castilla y León, donde Vox también crece.
En el nada edificante intercambio de reproches entre PP y PSOE mientras miles de hectáreas ardían sin remisión, los primeros se han llevado la peor parte en lo que se refiere a la adhesión del electorado. En cambio, los de Pedro Sánchez, tocadísimos al inicio de verano por el cúmulo de tramas de corrupción y causas judiciales que les salpican, incluso han recibido algo de oxígeno. El tono extremadamente grosero y faltón de los Tellado y compañía ha podido reactivar para la causa a un buen puñado de antiguos votantes socialistas desencantados. Así, tras haber caído casi tres puntos en solo un mes –del 29,8% de junio al 27,0% de julio–, la estimación de voto de los de Ferraz ha repuntado ligeramente desde entonces hasta un 27,7%. Lo que en el estudio de 40 dB. es apenas un pellizco (0,7%) en los dos últimos meses, en el elaborado por Tezanos es un salto con pértiga de 5,7 puntos para el PSOE, que pasa del 27,0% de julio a un 32,7% en el barómetro de septiembre.
De lo que no cabe duda es de que el mayor beneficiado de este fangal en el que se ha convertido la política en el Estado español está siendo Vox. El pinchazo de Se Acabó la Fiesta, el invento de Alvise que parece retornar a la insignificancia de la que nunca debería haber salido, también engorda la saca de los de Abascal. Mientras, Feijóo, en total contradicción con la centralidad a la que apela, sigue empeñado en competir con ellos por el mercado de votantes antiinmigración. Pero estos, entre el original y la copia, se quedan con la primera opción.