El lehendakari ha dado un paso al frente para denunciar el intento de marginar el uso del euskera en Europa en unas declaraciones del ministro de Exteriores, José Manuel Albares. Finalmente, el propio Albares ha matizado lo sucedido, pero ha dejado un poso de utilización política y tacticismo. Albares dio prioridad al despliegue del catalán en unas declaraciones emitidas el martes, e Iñigo Urkullu interpretó sus palabras en el contexto de la investidura y la necesidad de salvar los muebles. Sánchez lleva días buscando un gesto hacia Junts y ERC. Albares relegó el reconocimiento oficial del euskera y el gallego en las instituciones de la Unión Europea para empezar por el catalán, con el argumento de que puede ser más digerible para los estados que dudan de su coste económico, y porque el catalán lo hablan más personas y, a juicio de Madrid, sus representantes han sido más insistentes.
Iñigo Urkullu no quiere entrar en una guerra de lenguas que no beneficia a ninguna, pero este miércoles ha avisado de que no le ha “gustado nada” esta actitud y cree que “marca una prioridad que más bien da la sensación de que tiene un tinte político de cara a una sesión de investidura”. No citó a ningún partido y hasta ahí pudo leer, pero parece remitir a la forma en que el PSOE trata de procurarse el respaldo del soberanismo catalán. El Gobierno vasco lleva décadas peleando por la oficialidad con un primer pronunciamiento institucional de 2004, y el propio Gobierno de Urkullu, como adelantó este periódico, envió la semana pasada dos cartas al Ejecutivo español para plantear la creación de un grupo de trabajo al respecto. Esta secuencia de acontecimientos no cuadra con la lectura de Albares sobre la insistencia de unos y otros, y por eso hace pensar en que este argumento responde a otro tipo de urgencias. Albares desató un incendio porque, al fijarse solo en el respaldo de Junts y ERC, enfadó al PNV, que ya avisó de que este movimiento no facilita la investidura. Albares acababa de desvestir a un santo para vestir a otro.
Urkullu afeó las declaraciones de Albares, quien fue precisamente uno de los receptores de las misivas, la enviada por la secretaria de Acción Exterior, Marian Elorza, y aun así defendió que Catalunya lo ha peleado más. La consejera Olatz Garamendi envió otra a la ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez. Teniendo en cuenta la presión que ha ejercido Euskadi en este terreno, Urkullu cree que esta decisión responde a otros criterios: “No me gustaron nada las declaraciones del ministro Albares poniendo en primer lugar la insistencia y en segundo lugar el número de habitantes de la nación catalana, contraponiendo a la realidad de la lengua vasca, y marcando una prioridad que más bien da la sensación de que tiene un tinte político de cara a una sesión de investidura, y no la equiparación de la presencia de las lenguas oficiales en la Unión Europea”. En la apertura del curso de la Universidad de Deusto, pidió una “igual defensa” de las lenguas. Su Gobierno insistirá.
El paraguas europeo
Esta exigencia se ha topado históricamente con un argumentario centrado en su coste económico o técnico, hasta que finalmente Sánchez se ha visto obligado a abrir el melón para salvar su investidura y ahora sí existe voluntad política. Sánchez ocupa la presidencia de turno europea y ha puesto el debate sobre la mesa a contrarreloj en el Consejo de Asuntos Generales. Con estos ritmos acelerados y para salvar la coyuntura, las primeras dudas que han aflorado en países como Suecia y Finlandia han llevado a Albares a tratar de salvar los muebles al menos con Junts y ERC, que cree que son quienes vinculan de manera más expresa esta cuestión a su voto en la investidura. Pero ello, Albares ha propuesto que el catalán vaya en primer lugar.
El lehendakari ya adelantó durante el pleno de política general del Parlamento Vasco que iba a ser decisivo. Urkullu señaló que la oficialidad del euskera en Europa era clave para poner freno también a las sentencias judiciales en el Estado español que ponen coto al uso de la lengua vasca en las instituciones o en determinados servicios. Un blindaje a nivel europeo, sumado al uso de las lenguas cooficiales en el Congreso, podría provocar un efecto balsámico similar a lo que ya sucedió con el Concierto Económico tras la protección que recibió desde la justicia europea.
El Gobierno español amenazaba con ralentizar este proceso colocando en exclusiva al catalán en la rampa de salida, aunque de por sí tiene también un largo recorrido pendiente, como ya han insinuado algunas voces del gabinete de Sánchez citando el ejemplo del gaélico y sus dos años de tramitación. Además, se ha desviado el debate hacia el número de hablantes de una lengua determinada, cuando el estatus de oficialidad se lo tendría que dar su propio reconocimiento en sus territorios de origen.
Igualdad de las lenguas
Urkullu ha asegurado este miércoles que defiende “la lengua que es propia de los vascos, que tiene que estar en pie de igualdad con otras lenguas”. Cuando se le preguntó si lo sucedido ahonda en el malestar con Sánchez (el martes por la noche repitió en Telebilbao que la relación es mejorable y no hablan desde el 14 de julio del año pasado), aseguró que no se trata de eso, sino de mejorar la relación.
El consejero de Cultura y Política Lingüística, Bingen Zupiria, coincidió en Onda Cero en que Albares está “dando importancia a las urgencias políticas” del PSOE, porque este es un momento marcado por “intereses políticos muy concretos”. Pero se quedó con la parte positiva, “que la Unión Europea no ha cerrado las puertas”. Arkaitz Rodríguez, de Sortu, confió en Radio Euskadi en que Albares no haya recurrido a “algún tipo de táctica o treta que guarde relación con alguna otra cosa”, y quiere pensar de que se trata más bien de propiciar la cooficialidad de las tres lenguas. Lo contrario sería “inaceptable”.