Los encuentros restaurativos entre víctima y victimario, que tienen como fin reparar las consecuencias del delito allá donde la vía penal no puede llegar, han tenido su vertiente más mediática con la película Maixabel, que mostraba con pelos y señales la breve pero intensa experiencia que tuvo lugar con víctimas de ETA y presos de la vía Nanclares. Se trata de una metodología reparadora que el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales pretende sistematizar y abrir a las víctimas y a toda la población reclusa, sin ningún tipo de segmentación, una vez la competencia penitenciaria depende del Gobierno Vasco. Con este fin, sigue en plena fase de recabar aportaciones a su Estrategia de justicia restaurativa en Euskadi, 2022-2025, por ejemplo en el workshop internacional celebrado los días 5 y 6 en Bilbao.
A la espera de que culmine este proceso, la justicia restaurativa tiene un largo recorrido en Euskadi desde que surgió en un proyecto piloto en Barakaldo en 2007 y está especialmente engrasada en lo que a la justicia juvenil se refiere. Primero se conocía como Servicio de Mediación Intrajudicial y en 2018 evolucionó a un Servicio de Justicia Restaurativa. El mismo se encuentra en todas las sedes judiciales, está formado por un equipo de psicólogos, trabajadores sociales y juristas, y consiste en un “servicio de derivación judicial, es decir, son los jueces los que nos derivan todos los casos que consideran oportunos”, explica el director de Justicia del Gobierno Vasco, Eugenio Artetxe.
Este método tiene además dos vertientes, ya que pueden ser casos de derivación judicial familiar -divorcios, custodia de los hijos, etc.- o de derivación penal. En este segundo apartado, y tras un 2020 extraño a efectos de hacer un balance por la pandemia, en 2021 los jueces derivaron un total de 1.323 casos a la justicia restaurativa penal. De ellos, prácticamente todos, 1.302, se cerraron al final del ejercicio, 712 -el 54,69%- mediante un proceso restaurativo. El balance de dichos procesos arroja que 511, un 72,59%, culminaron con un acuerdo de las partes, frente a los 193 -27,41%- en los que dicho entendimiento extrajudicial no fue posible.
Si se compara con el último ejercicio con datos fiables, 2019, se ha producido un aumento generalizado de la actividad en este ámbito. Hace tres años, se derivaron 1.270 casos del ámbito penal a la justicia restaurativa, de los que cerca de la mitad, el 49,34%, se cerraron después de llevar a cabo el proceso, con un 74% de acuerdos. Además, en el 94,10% de los expedientes en que hubo proceso restaurativo, no se llegó a celebrar una vista como consecuencia del acuerdo presentado al juez.
Volviendo a los 712 casos del año pasado en los que se practicó un proceso restaurativo, mencionar las distintas técnicas de justicia restaurativa. La mayoritaria, de forma aplastante, es la que se conoce como mediación: en 2021 fueron 704 casos, el 98,88% del total. En conversación con este medio, Eugenio Artetxe explica que “la mediación supone que se reúne a las dos partes, víctima y victimario, hay alguien que hace una función de mediador y llegan en su caso a un acuerdo”.
Toda vez que “la mayor parte de los casos son previos a la sentencia”, esa mediación “puede derivar en un acuerdo y en una sentencia de conformidad”. “El victimario asume que ha cometido el delito -prosigue Artetxe-, llegan a un acuerdo sobre la reparación y la posible pena, después eso se canaliza a través de los abogados y el fiscal, y le trasladan al juez” ese entendimiento. El magistrado “tiene en cuenta en la sentencia esa negociación y esa mediación”, y puede “imponer una pena menor o considerar incluso la reparación como un atenuante”.
Además de la mediación, también están las técnicas de los círculos y las conferencias, de los que en 2021 tan solo hubo uno en el primer caso y siete en el segundo, debido sobre todo a su complejidad. Artetxe comienza afirmando que “en los círculos restaurativos no hay un mediador, sino un facilitador”. Añade que son más concurridos porque “incluyen a personas afectadas indirectamente por el delito” como vecinos o representantes de la comunidad. Según él, “hay muy pocos círculos y conferencias porque son muy complicados de montar, ya que implican a mucha más gente, tienen que estar mucho más dispuestos...”. Explica que “en el círculo se trata de ver por qué se ha producido el delito, por ejemplo una serie de robos en una comunidad en la que prácticamente están identificados los responsables. Entonces, se les reúne para buscar una solución entre todos”.
Las diferencias de las conferencias son meramente de matiz, y en las mismas “participan víctima, victimario, sus acompañantes, sus familiares en su caso y también un profesional que hace de facilitador y es el que toma la palabra o deja espacios abiertos para debatir”. l