- Al Gobierno español de Pedro Sánchez y al PP los sigue separando una distancia sideral a pesar de la nueva impronta que quiere marcar Alberto Núñez Feijóo en los populares. Sánchez había acudido al pleno con una apuesta por la unidad, aunque en alguna ocasión sobreactuó y provocó los murmullos de los presentes: ocurrió cuando citó la “tormenta subsahariana”, en alusión a la calima, entre las grandes crisis que ha gestionado su gabinete, al mismo nivel que la pandemia, el volcán de La Palma y la guerra de Rusia contra Ucrania. “¿Cuándo vamos a trasladar un mensaje de rotunda unidad? ¿Qué más tiene que suceder para superar rencillas y sectarismos?”, se preguntó.
La portavoz del PP, Cuca Gamarra, le echó en cara su “desprecio al Congreso” por su giro unilateral sobre el Sáhara, lo acusó de actuar con “pasividad” por la tardanza en presentar medidas ante la guerra, vio a su gobierno “dividido y roto”, e incluso dijo que “ya tendría que haber dimitido”. Ridiculizó su plan anticrisis porque solo tiene vigencia hasta el 30 de junio, “un plan primavera” donde tampoco se cumpliría la rebaja fiscal que prometió en la Conferencia de Presidentes con el apoyo unánime de los mandatarios del PP. Solo hubo una concesión: le apoyará en su intención de elevar a un 2% del PIB el gasto en Defensa, o en la cumbre de la OTAN de Madrid en junio. En ese terreno, no puede contar con EH Bildu.
Sánchez había matizado que el objetivo del 2% se cumplirá en los próximos años. “No hablo de un incremento súbito, sino progresivo, y lo acompasaremos con nuestras prioridades sociales”, dijo, en un intento de calmar a sus socios de Unidas Podemos y otros grupos de izquierda. La brecha con Podemos se escenificó con el Sahara.