- “No puede consentir que se fragmente el voto del centro y la derecha para permitir de esta forma un Gobierno de PSOE, Podemos y esos pequeños partidos locales que van a estar pidiendo todo el día”. La tensión es mayúscula en el PP de cara a la cita con las urnas de mañana en Castilla y León, donde Pablo Casado se juega también parte de su crédito político. La advertencia lanzada por su candidato, Alfonso Fernández Mañueco, muestra el nerviosismo en las filas conservadoras por el temor de que la suma con Vox no le alcance para obtener la mayoría absoluta o de que la marca de ultraderecha le coma demasiado terreno, de ahí la apelación al voto útil. Todo tras una campaña cerrada ayer con la presencia de la pata negra popular, Isabel Díaz Ayuso, y hasta del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. El partido de Génova ha tenido que tirar de sus rostros más duros durante las últimas dos semanas para enseñar su perfil más beligerante contra el Gobierno de Pedro Sánchez, como si lo que estuviera ya en juego fuera La Moncloa.
Por tierras castellanas no solo ha pasado la lideresa de la Comunidad de Madrid, en su papel de Britney política, toda una “rockstar” dicen algunos, sino que se ha tenido que arremangar el mismísimo Mariano Rajoy y hasta José María Aznar. Mañueco ha preferido verse arropado por Ayuso, por aquello del usufructo en sufragios, que por el presidente de su formación, hasta el punto de que le lanzó una andanada haciendo ver que estos comicios se decidieron en un despacho lejano del suyo en la Junta. Porque “el que se la juega soy yo, no Pablo Casado”, llegó a aseverar. La lucha por convencer de que el adelanto lo provocó la deslealtad de Ciudadanos, la polémica de las macrogranjas, los fondos europeos, o la frustrada denuncia de pucherazo en la convalidación de la reforma laboral, aprobada por un voto erróneo de un diputado popular, han irrumpido en este escenario, al tiempo que al PP le marcaba la creciente dependencia hacia Vox en las encuestas o el runrún interno sobre su liderazgo.
Primero Aznar reprochó que le dijeran que había que ganar para que “vaya no sé quién a la Moncloa”, pese a que la pregunta es “para hacer qué”, manteniendo además que muchas personas se agarran a “populismos mentirosos” porque “no tienen un referente fuerte”. Al de 48 horas tuvo que aclarar que las críticas no se dirigían a Casado, quien para entonces le había respondido con un alegato reformista. Después aterrizó Ayuso en plan movilizador y hasta Mañueco se fue ayusizando en sus mensajes. Tanto que la orden a todos los dirigentes del PP era trasladar que la fractura del voto solamente serviría para engordar a Sánchez, cargando con el antieuropeísmo de Vox y su rechazo al Estado autonómico. A su vez, Feijóo criticó a los que “dicen ser de derechas pero restan votos al PP” y el presidente de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, rechazó “fórmulas experimentales” que lleven “a cuatro años de pérdidas de oportunidades y sacrificios”. Rajoy reivindicó al PP como una formación seria y moderada, no una “pandilla de amiguetes que fundan un partido”.
Ayuso aprovechó hasta para atizar a Rocío Monasterio en la Asamblea por sus ataques a los migrantes, como si la campaña se hubiera trasladado unos cuantos kilómetros. Pero, previamente, sacó la patita y alentó el pacto con la ultraderecha si era necesario: “Siempre pactaría antes con el partido de Ortega Lara que con aquellos que pactan con los que le secuestraron”. En el PP hay una doble alma respecto a la relación con el partido de Santiago Abascal: por un lado, quienes creen que gobernar con ellos les condenaría, al repeler a su electorado de centro; y por otro, quienes quitan hierro a un acuerdo que podría ser imprescindible en Moncloa. Para más inri, estas elecciones son la antesala de las andaluzas. Moreno Bonilla avisó de que el 13-F no era cualquier cosa, tampoco para él, que va después, aunque en su equipo desvinculan ambas citas. Y, entre tanto, Ciudadanos confía en ver pasar el cadáver político de Mañueco tras la ruptura del gobierno de coalición. Francisco Igea lo tiene claro: “El lunes veremos dimisiones en el PP”.
Despoblación
Ha sido uno de los ejes de la campaña después de que las plataformas de la España Vaciada hayan dado finalmente el paso de presentarse en varias provincias, con una especial buena perspectiva en Soria, donde se da por seguro que Soria Ya será la primera fuerza política y que el debate estará en si conseguirá dos o tres de los cinco parlamentarios en juego en esa circunscripción, la más pequeña.
Macrogranjas
El revuelo generado por el ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre la menor calidad de la carne de las macrogranjas del Estado sirvió de gasolina en la precampaña y parte de la campaña, pero poco a poco el tema dejó espacio a otros argumentos y perdieron fuerza la petición de dimisión inicial, formulada por el PP, y la desautorización por parte del PSOE.
Participación
Una de las claves puede ser la desmovilización de los habitantes del medio rural, acostumbrados a votar a la vez a “su alcalde” y al candidato del mismo partido, lo que históricamente ha beneficiado al PP.
- El Gobierno de Pedro Sánchez acusó ayer al PP de haber recurrido al discurso sobre ETA en la recta final de la campaña ante “la expectativa de una derrota” en Castilla y León. Así se pronunció ayer la ministra de Política Territorial y portavoz del Ejecutivo español, Isabel Rodríguez, calificando de “lamentable” que el partido de Pablo Casado utilice “el dolor de las víctimas” y vuelva a recurrir al monotema de la banda terrorista. A su juicio, el PP está “escorado a la extrema derecha, nervioso por las citas electorales que ellos mismos convocan sin que fueran necesarias”, y por ello tira de este asunto a falta de más argumentos, lo que a su juicio es “definitivamente inmoral”.
Rodríguez resaltó que el Gobierno de Sánchez se mueve en esta cuestión siempre en los parámetros de la ley y en el ámbito de las instituciones penitenciarias, y recordó que hace ya diez años que la sociedad vasca y española “vencieron a ETA” y se consiguió que la banda dejara de matar.
Sin ir más lejos, ayer mismo hasta el propio candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, cargó contra el candidato del PSOE por Burgos Luis Briones por pedir que “hay que perdonar a los verdugos”: “No quiero un gobierno así para mi tierra, con líderes socialistas que puedan decir eso”, replicó el dirigente popular. En un debate electoral provincial, el candidato socialista por esta provincia manifestó que en un país democrático como España tiene que llegar un momento en el que “hay que saber perdonar”: “Hay que reconocer a las víctimas y saber perdonar a los verdugos”, resumió.
Una intervención que Mañueco aprovechó para rascar en el sector más duro del centro derecha. “Este es Luis Briones, candidato del PSOE por Burgos a las Cortes de Castilla y León. Anoche dijo que hay que perdonar a los verdugos de ETA. Ni Castilla y León ni España merecen que esta gente esté en las instituciones”, escribió el PP en sus redes para referirse a este episodio. Asimismo, Mañueco reiteró su demanda de una participación “sin precedentes” para responder en las urnas a estos hechos y a un momento como el actual.