- Sobre la familia del gudari Tomás Rubin Marín cayó una triple desgracia. El estallido de la guerra civil lo condujo a combatir como gudari en el batallón número 6 de ANV-1 Olabarri. Este albañil de profesión, vecino de Bilbao, perdería la vida con 31 años, el 3 de diciembre de 1936, al resultar herido en Legutio en los enfrentamientos que se produjeron en torno a la batalla de Villarreal. Tenía tres hijos, Ignacio, Benancio y Ángel. Pero la tragedia no terminó ahí. Su mujer, Bernardina San Ajuria, fallecía tres meses después al sufrir un infarto dejando tras de sí a tres huérfanos de corta edad. Tenía 30 años. La familia, hasta hace poco, desconocía el paradero exacto de los restos del gudari tras su muerte en el hospital militar de Amorebieta. Un tercer infortunio, no poder llorarlo en su sepultura.
Sus tres hijos no conocían en qué punto en concreto descansaba el cuerpo de su padre. Pero el empeño de su nieta Rocío Rubin y su búsqueda incansable han dado pie, con la ayuda de Gogora, el Ayuntamiento de Bilbao y la Sociedad de Ciencias Aranzadi, a que Tomás haya sido encontrado en el cementerio de Begoña, en Bilbao. Un cementerio que, de hecho, se estima que puede albergar todavía a día de hoy a 60 víctimas de la guerra, ya sean gudaris y milicianos, o civiles muertos en bombardeos como el de la fábrica refugio de Cotorruelo.
La consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, mostró ayer su calor a la familia de Tomás Rubín en el momento de la exhumación. Estaban presentes también la directora de Gogora, Aintzane Ezenarro, y el forense de Aranzadi, Paco Etxeberria.
Este periplo comenzó con la participación de Rocío Rubin en una de las visitas guiadas al cementerio. Precisamente el año pasado, el Ayuntamiento puso en marcha el proyecto Begoñako Argia para recuperar los cuerpos del cementerio de Begoña. La visita se produjo hace unos dos meses, a comienzos de diciembre de 2021, y allí explicó su historia al coordinador del proyecto, Anartz Ormaza. Él le proporcionó orientación, y Rocío terminaría tocando la puerta del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, Gogora.
El centro que dirige Ezenarro tenía conocimiento del caso de Rubin por el estudio de víctimas de la guerra civil del periodo 1936-1945. Cruzaron los datos del registro civil de Bilbao y Amorebieta, el registro de fallecidos en campaña, el estudio de Josu Aguirregabiria sobre la batalla de Villarreal y el registro del cementerio de Begoña, que no hacía constar la causa de la muerte. Se preparó todo para que pudieran acudir a la exhumación su hijo menor con su mujer, y dos nietas.
Artolazabal celebró ayer que “más de 85 años después de su muerte, un hijo ha recuperado los restos de su padre”. “La presencia de esta familia, sus gestos, sus palabras, sus emociones, sus lágrimas de alegría... Hacen que nuestro trabajo, el de Aranzadi, Gogora y Gobierno vasco, cobren todo su sentido. Hoy damos un importante paso para cerrar las heridas de la familia Rubin y la sociedad vasca”, dijo. La consejera puso el acento en que “es un orgullo devolver la dignidad a personas como Tomás Rubin, que lucharon por defender la democracia de Euskadi”. Entregó a la familia un dosier con información.