ay que decir en honor a los y las políticas que su capacidad de adaptación es grande. Y así debe ser por la variabilidad de las coyunturas y las necesidades cambiantes en la cosa pública. Eso sí, siempre y cuando no renuncien a la ideología en aras al pragmatismo en beneficio propio. Hay quienes convierten en frivolidad y descaro la práctica de esa necesaria flexibilidad, pensando en cada momento lo que conviene únicamente bajo el prisma de intereses particulares. Resumiendo, es como aquella frase atribuida, parece que equivocadamente, a Groucho Marx, que decía aquello de "estos son mis principios y, si no le gustan, tengo otros". En cualquier caso, sea cual sea el origen, nos describe a la gente que en política modifica su discurso y dice lo que quieren oír otras personas para conseguir provecho.
Viene todo esto a colación al observar el lío en el que andan estos días en el Gobierno español -dicen que lo han arreglado-, dando continuo mal ejemplo por sus continuas desavenencias públicas. O también las posiciones dispares y difíciles de comprender ante los debates presupuestarios en Madrid, en Nafarroa y en el Parlamento Vasco. Empezando por Madrid, vemos a Unidas Podemos y PSOE en una pelea de gallos en la que rivalizan permanentemente por aparentar quién es más progre o quién piensa más en la ciudadanía.
Sería bueno recordarles que en un gobierno de coalición es necesario pactar hasta las desavenencias y las puestas en escena, pero que siempre debe primar la lealtad a lo acordado. Si no ocurre así, el espectáculo está asegurado, como es el caso.
Si las señoras y señores ministros no conocen hasta dónde va a llegar el Gobierno con sus leyes de reforma laboral, pensiones, etcétera, que se vayan a casa. Y si están tomándonos el pelo buscando el rédito electoral en vez de hacer un ejercicio serio de la política, que se vayan a casa igualmente.
Sorprendentemente, en lo que sí parecen estar de acuerdo es en continuar protegiendo la mayor desigualdad per se existente en el Estado español, y que está amparada inexplicablemente por la ley. Me refiero a la inviolabilidad de quien ostenta la Corona (artículo 56.3 de la Constitución). Anda el rey emérito y su familia lanzando globos sonda para volver. En un Estado realmente democrático debería dar vergüenza siquiera planteárselo. Los tribunales o el Ejecutivo español -algunos de sus miembros se quejan con la boca pequeña; ya sabemos que defienden la república más que nadie-, conforman un entramado que descaradamente tapa lo que haya que tapar, además de consentir y no denunciar lo que no se nos permitiría ni a usted ni a mí.
En el tiempo político los debates de Presupuestos anuncian que se acerca la Navidad. En Madrid terminó ayer el plazo para la presentación de enmiendas a la totalidad. PNV y EH Bildu la descartan, lo que le da oxígeno a Pedro Sánchez, que continúa con lo de comprometerse, pero no cumplir. Los datos son datos y, por poner un ejemplo, ese señor ha bajado las inversiones en un 14,6% menos en Nafarroa y un 10,7% menos para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
Tampoco es fácil de explicar en buena lógica política que EH Bildu apoye sin fisuras los Presupuestos en Madrid y en Nafarroa, y sin embargo no en Gasteiz, sin demostrar que las Cuentas son mejores en un lado que en el otro e impidiendo, de facto, cualquier aproximación de los partidos nacionales vascos.
Es legítimo que quieran desbancar al PNV de Ajuria Enea, pero pensar que un experimento con PSOE y Podemos sería mejor, es mucho pensar.