- Nada más aplicarse el 155, Josep Rull (Terrassa, 2-IX-1968) fue a su despacho a trabajar por una idea a la que no renuncia tras tres años y medio privado de libertad al ser condenado en la causa del 1-O. Ya indultado, su aspiración se ha reforzado. Abogado e histórico dirigente de la antigua Convergència, uno de los primeros en virar hacia la apuesta por el Estado propio, repasa el tránsito del procés y la estrategia hacia la meta de la independencia. Una aventura más real que las de Tintín, el personaje de cómic que le hizo conocer el mundo.

"O recentralización o independencia". Así de tajante se pronunció en 2015 en una entrevista a este diario. Con todo lo acontecido, y sufrido, ¿ha variado su posicionamiento?

-Pienso exactamente lo mismo pero con más argumentos y más razones. Nos hemos topado con un Estado español de una debilidad extraordinaria que le ha obligado a desactivar su propio Estado de derecho para abatir lo que nosotros representamos, una reivindicación legítima. Ellos no dan margen para mejorar el autogobierno de Catalunya. Lo dije en mi alegato final: no quiero que mis hijos se hagan mayores en un Estado que encarcela a la gente por sus ideas.

¿Qué Catalunya se ha encontrado?

-Una Catalunya que emocionalmente ha sufrido: el exilio y la cárcel han sido duros; tuvimos problemas de cohesión interna afectada por el nivel de represión y la inyección de altísimas dosis de miedo en la sociedad e instituciones catalanas... Pero también he visto a gente muy esperanzada y con ganas de recuperar aquella inmensa ola de esperanza que fuimos capaces de suscitar hasta el 1-O. Aquel día lo tuvimos muy cerca, Catalunya se sintió nación como nunca. Y el 3 de octubre se perdió la gran oportunidad para hacer la declaración de independencia y mantenerla en términos de negociación con la comunidad internacional: salió a la calle gente del sí y del no, perpleja por lo que ocurrió la jornada del referéndum.

¿Contempla su indulto como una especie de chantaje?

-De hecho es un indulto reversible y condicionado. En mi caso concreto dice: durante seis años, cosa que no ocurre con ningún otro indulto, usted no puede reiterar delictivamente; si comete otro delito grave, aunque sea imprudente, como puede ser un accidente de tráfico, usted tiene que pagar la pena de este delito y recuperar los siete años que le quedan por la causa en la que nos condenaron. Para entendernos, me condenaron a diez años y medio por cuatro cosas: hacer la hoja de ruta de 2015, la base del programa de Junts pel Sí; no haber autorizado como conseller de Transportes amarrar el barco de los guardias civiles, el Piolín, en el puerto de Palamós cuando yo no tenía alternativa para hacerlo en términos legales del derecho marítimo; hacer un tuit sobre el barco y hacer otro tuit sobre cómo la gente se concentró a las cinco de la mañana para proteger las urnas en Terrassa. Es decir, por dos tuits, un programa electoral y una acción de gobierno. No puedo pensar, decir, hablar, hacer... Pues lo siento, no me pueden castrar el alma. No puedo renunciar a mis ideas legítimas.

Isabel Rodríguez, nueva ministra portavoz del Gobierno, lo dejó claro: "El independentismo tendría que haber aprendido la lección".

-Es el gran drama del Estado español. Los fuertes pactan, los débiles imponen. Reino Unido y Canadá son fuertes y pactan sendos referendos porque están convencidos de que tienen algo que ofrecer a Escocia y Quebec, respectivamente. Están seguros de su proyecto colectivo. El Estado español es débil y opta por imponer a través de la vía penal, la cárcel, la represión y la pérdida de derechos y libertades fundamentales. Pero no hay suficientes cárceles para encerrar la voluntad de un pueblo de ser libre. También la ya exvicepresidenta Carmen Calvo lo dijo: ustedes pueden ser independentistas, respetamos su ideología, pero no pueden intentar conseguir la independencia.

Y nada más dejar la prisión el Tribunal de Cuentas les reclama 5,4 millones de euros.

-Es un órgano de naturaleza nepotista, sin ningún control democrático y cuyo único fin es amedrentar a la gente. Como con la cárcel no es suficiente, a esta gente los vamos a matar civilmente, como ya anticipó Soraya Sáenz de Santamaría. Pero cuando se superan las fronteras administrativas del Estado español, esto no tiene ninguna capacidad de aguante ante la Justicia europea. No han ganado ni una batalla: ni en Alemania, Bélgica... Lluís Puig, mi compañero, nos obsequió con una sentencia del Tribunal de Apelaciones de Bruselas que dice que a este señor no le pueden someter a la euroorden porque en España no se le garantizaría la presunción de inocencia. Por eso decimos que haber bifurcado entre cárcel y exilio fue un acierto: la cárcel da credibilidad al exilio, si nos hubiésemos quedado todos aquí, el Supremo habría actuado con desbordante impunidad. De habernos marchado todos, tampoco el exilio hubiera tenido credibilidad. Y ojo, que nadie se equivoque: ahora hemos sido los independentistas catalanes, pero mañana será cualquier otro que ose discrepar respecto a la unidad territorial del Estado español. Y aquí hay un cierre de filas generalizado entre derechas e izquierdas.

¿Teme que el recurso presentando por los indultos acabe con el Supremo devolviéndoles a la cárcel?

-Yo contemplo cualquier posibilidad. De la cúpula del Poder Judicial español me espero todo. Está controlada por personas cercanas al PP y por algunas del PSOE que son como ellos. Ya han dejado claro que la unidad de España está por encima y a cualquier precio. Por eso no me extrañaría que la Sala Tercera del Tribunal Supremo nos devolviese a prisión. Recuerdo que de los siete magistrados que nos juzgaron, dos eran presuntamente progresistas, y ya sabemos los alegatos que hizo el fiscal Javier Zaragoza.

Con estos precedentes y a un mes de que se celebre, ¿espera algo de la mesa de diálogo entre el Govern y el Ejecutivo de Sánchez?

-Dentro del Estado español hay margen para hacer un referéndum pero ya nos han cerrado la puerta. Es muy complicado llegar a una mesa de negociación con todos estos antecedentes, con alguien que te dice que los límites son infranqueables. Es más, plantean unos límites anteriores al Estatut de 2006, lo que es inaudito. El procés, la causa de la libertad de Catalunya, ya no tiene que ver con el Estatut, sino con la libertad en mayúsculas y la aspiración legítima de crear un Estado independiente. Cada día tenemos más argumentos en favor de un Estado propio si queremos garantizar el bienestar y progreso de Catalunya, de los que somos independentistas y de aquellos que no lo son.

El soberanismo se da dos años para comprobar si habrá avances. Pero usted ya ha trasladado que hay que manejar una posible alternativa.

-Siempre que haya una mesa para dialogar, ahí estarán los independentistas. Siempre ha sido así. Pero si esto no tiene recorrido es evidente que hay que buscar una alternativa. Yo otorgo mi confianza a los interlocutores catalanes. Si ven que este espacio tiene un recorrido, pues adelante. Si solo se pretende anestesiar aquello que planteamos, y eso se notará enseguida, habrá que buscar otra cosa. No podemos esperar dos años especulando sobre el referéndum pactado.

¿Los acuerdos que publicita Moncloa tras la Comisión Bilateral forman parte de esa anestesia?

-Así es. Y decir que la ampliación del aeropuerto de El Prat es para rescatar a Catalunya de la decadencia propiciada por el procés es inaceptable y ofensivo. Desde Moncloa hasta los tribunales, incluyendo Zarzuela, el Estado hizo de todo para que empresas catalanas cambiasen su domicilio fiscal, pero sin trasladar sus plantas de producción. Que los mismos que han propiciado todo esto alrededor del 155 nos vengan con esto... Y a pesar de todas las limitaciones, la economía catalana crece más que la española.

¿Qué posición tiene respecto a la polémica sobre El Prat?

-Aena ha querido trasladar un chantaje: o tomas todo mi planteamiento o no hay nada. El Govern ha hecho bien en mantener la inversión pero los términos los tiene que decidir la Generalitat. Barcelona ya es un aeropuerto intercontinental, no es un hub porque Aena lo impide al decidir que sea subsidiario del de Madrid.

ERC y Junts gestaron sobre la bocina otro Govern independentista entre diferencias. ¿Desde la cárcel como vivieron sus desavenencias?

-Mal, con desasosiego. Con la unidad leal y honesta todo es posible, ella nos llevó al 1-O, uno de los hitos más extraordinarios de la democracia en el contexto europeo. Sin unidad no hay recorrido. Yo recibí 35.000 cartas y todas nos reclamaban unidad. Tengo confianza en este Govern. Quiero creer que ERC, Junts, la CUP y la sociedad civil podrán crear algo como ese 1 de octubre. Hay que cohesionar estrategia, relato y acción. No será fácil pero es imprescindible. El Estado español creyó mucho más que nosotros que la independencia era posible. Ahora bien, el Estado debería preguntarse qué ha pasado en el territorio que de manera más masiva apoyó la Constitución en 1978, que fue Catalunya (91%), al revés que en Euskadi.

"Bifurcar el exilio y la cárcel fue un acierto: de quedarnos todos aquí, el Supremo habría actuado con total impunidad"

"Sin unidad no hay recorrido, el mundo independentista tiene que cohesionar ahora estrategia, relato y acción"

"El Estado debe preguntarse qué ha pasado en el lugar que de manera más masiva apoyó la Constitución en 1978"

"No podemos esperar dos años especulando en la mesa de diálogo sobre si es posible el referéndum pactado"

"La causa de Catalunya ya no tiene que ver con el Estatut, sino con la aspiración de crear un Estado independiente"

"El indulto es chantaje por ser reversible y condicionado: un accidente de tráfico me puede hacer pagar esos siete años"