l bombardeo aéreo contra el pueblo de Elorrio del 31 de marzo de 1937 contó con un superviviente que a la postre fue, quizás, el más famoso productor de cine estatal así como jugador de fútbol de la Real Sociedad, Elías Querejeta Gárate (Hernani 1934-Madrid 2013). Este dato sale hoy por primera vez a la luz en DNA y como complemento a un nuevo libro titulado Guerra y represión en Elorrio 1936-1945, brillante trabajo de investigación de Mikel Diego Barajas. El autor ganó una beca municipal en 2018 que ha hecho posible el estudio.
De la presencia del entonces niño de solo dos años Elías Querejeta y su familia refugiada en Elorrio no había constancia. “De este pasaje nunca se había hablado”, confirma el historiador miembro de Euskal Prospekzio Taldea Mikel Diego (Bilbao, 1985) a este periódico. De hecho, el dato es inédito porque tampoco se ha publicado en el libro presentado estos días. “Nunca se ha hablado salvo en una ocasión en la que viendo la televisión María Uribarrena Maiztegui, conocida como Mari Lebron, al reconocer al cineasta dijo: “Hori gurekin egon zan etxean!” (Ese hombre estuvo con nosotros en casa), transmite quien ha entrevistado a esta elorriarra.
María en ese momento compartía estancia con su nieto Francisco Javier Iruarrizaga Landaburu y su comentario “sembró la semilla de la curiosidad en él”, pormenoriza Mikel. Conocido popularmente como Iru, este profesor de educación física en Escolapios de Bilbao y afincado en Elorrio es un amante de la historia y cuenta con documentos de gran valor que la familia ha ido conservando. Entre ellos, una carta en la que los Querejeta Insausti agradecían a Julián Landaburu que les hubieran acogido y ocultado en el caserío Baceta cuando huían por motivos políticos de la Guerra Civil en Gipuzkoa. “Mi tío Julián nunca habló nada al respecto, nada, quizás por ser del bando perdedor”, apunta Iru.
Mikel Diego informa de que la familia Querejeta de Hernani era carlista y que, tras el golpe de Estado militar de julio de 1936 y frenar los vascos republicanos a los sublevados contra la Segunda República, de este municipio partió a Urnieta. Después, el futuro cineasta y sus tíos buscaron refugio en Elorrio. “El tío Julián les dio protección en el caserío Baceta, de unos conocidos, baserri que está junto a la hoy central de Eroski. Tuvieron a su favor que durante el bombardeo se pudieron refugiar en un puente por el que pasaba el tren”, apostilla Iruarrizaga. Como paradoja, Julián era miliciano del batallón Dragones de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Es decir, un republicano de la familia escondía y protegía a una familia del bando sublevado. De hecho, el padre del famoso cineasta, nombre que compartían, Elías Querejeta Insausti, fue jefe provincial del partido único Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS).
Pero, ¿quién fue aquel hombre de izquierdas tan hospitalario que les acogió con los brazos abiertos y sin hacer distinción de ideologías? Julián Landaburu Elguiazu nació en 1912 y falleció en 1982. Fue un republicano elorriarra afiliado a UGT en el seno de una familia de tradición carlista. “Antes de la guerra se destacó por su militancia política, socio del Casino Republicano, y por su habilidad como mecánico el que se decía que arreglaba los motores a oído”, aportan Iruarrizaga y Diego.
Landaburu, tras el golpe de Estado militar, formó parte del comité republicano de defensa de Elorrio actuando como chófer hasta que se afilio al batallón Dragones (JSU) con el que luchó por las libertades y democracia por los principales frentes de Euskadi. Continuó el episodio bélico hasta que fue capturado en Asturias y enviado a trabajar como esclavo en un batallón de trabajadores franquista. Le internaron en la prisión de Tabacalera, donde tras enfermar tuvo que ser hospitalizado en la prisión de El Carmelo, de Bilbao. “En el consejo de guerra que sufrió, no solo firmantes de la carta, de la que hay una copia en el sumario, le avalaron, también otros vecinos a favor de los que intervino el padre de Elías Querejeta”.
Al recobrar la libertad, el antifranquista volvió a Elorrio donde pasó el resto de sus días entre el trabajo, amigos y familia, especialmente con sus sobrinos “a los que quería como a hijos”. “El hecho de que esta familia comparta esta carta histórica que tenía guardada es muy importante para sacar del olvido historias que de lo contrario se perderán para siempre cuando desaparezcan los últimos testigos”, concluye Mikel Diego.