- Antton Karrera fue uno de los dieciséis miembros de ETA que fueron juzgados en el Proceso de Burgos. Detenido un año antes, en marzo de 1969, fue condenado a 12 años de prisión.

Aquel fue un proceso donde se iba a juzgar a ETA y acabó juzgándose al régimen franquista.

-Todo estaba organizado para dar un escarmiento a la organización y todo apuntaba a que iba a acabar con penas de muerte. En ese sentido, las intenciones Franco y de los militares eran claras, querían muertes. Lo que pasa es que las movilizaciones y la solidaridad, tanto en Euskadi como en el Estado y el resto del mundo, fueron masivas e importantes, lo que sirvió para salvar la vida de los condenados. El régimen quería unas muertes que las movilizaciones impidieron.

Con el paso de los años ha quedado claro que los procesados marcaron el ritmo del juicio. ¿Lo tenían todo preparado?

-Lo planificamos de ese modo, hasta el extremo de que éramos nosotros los que decíamos a los abogados las preguntas que nos tenían que hacer. Sin desmerecer su trabajo, los abogados no se estrujaron el cerebro preparando las preguntas ni el esquema. Es algo que se lo dimos hecho. Dedicamos muchísimas horas a la preparación del juicio. Cada uno con su abogado y después ya todos en conjunto.

El primer triunfo fue que el juicio fuera público. En este sentido también presionó el Vaticano puesto que había dos curas en el banquillo, Jon Etxabe y Julen Kaltzada.

-Efectivamente. Es algo que lo teníamos muy claro, que el Consejo de Guerra tenía que ser público. Todo el mundo tenía que saber cuáles eran nuestros argumentos. Sabíamos, además, de las presiones de la alta jerarquía de la Iglesia Católica, por el hecho de los sacerdotes juzgados.

Y justo dos días antes del inicio del proceso, la organización secuestró al cónsul alemán en Donostia, Beihl. ¿Cómo se acogió la noticia entre los procesados?

-A nosotros nos llevaron a la Capitanía General de Burgos el día 3, cuando comenzaba el juicio, a las seis de la mañana. Era la primera vez que nos vimos todos juntos y ya sabíamos lo del secuestro del cónsul. Teníamos información al minuto de todo lo que sucedía fuera. Se debatió de forma seria sobre cómo iba a repercutir esa acción en el proceso. Se votó y por mayoría decidimos desmarcarnos del secuestro. Y elaboramos una nota para difundirla a la calle,

Lo cierto es que hubo una movilización importantísima de solidaridad.

-Mira, un ejemplo. Tras la muerte de Franco fui el primero en salir a la calle al haber tenido la menor condena -12 años -. Nos llamaron de París para un acto apenas dos días después de haber salido de la cárcel. Se dijo que en el acto iba a hablar uno de los condenados en el Proceso de Burgos y había más de dos mil personas en la plaza para escucharme. La solidaridad no llegó solo en el momento del Consejo de Guerra, sino que continúo después.

¿Cómo acogieron la sentencia? ¿Esperaban nueve condenas a muerte?

-Fue un golpe muy duro. Estábamos convencidos de que lo que pretendían era matar por lo menos a los que les había caído dos penas de muerte. Estábamos todos juntos y lo que hicimos fue arroparles en todo lo posible. No les dejamos solos en ningún momento. Los momentos más duros en la cárcel fueron desde que se dictó la sentencia hasta que se anularon las penas de muerte

El bagaje de ETA hasta ese momento era tres muertos (Pardines, Manzanas y Monasterio). Parecía una organización en mantillas, lejos de lo que sucedió décadas después.

-Mira mi caso. Yo no había participado en ninguna acción violenta. Mi historial se reducía a dar charlas a nivel político sobre la importancia de la libertad frente a un régimen dictatorial y fascista. Era trabajador de Caja Laboral y al acabar el trabajo tenía mis contactos y daba charlas a cuatro grupos distintos.