- Bajo el paraguas de Eusko Ikaskuntza y el Institut d’Estudis Catalans, un comité de expertos ha elaborado un código de buenas prácticas para la gestión democrática de los conflictos territoriales de soberanía en Europa. Michael Keating ha sido uno de los académicos que han aportado su visión y experiencia al proyecto.
Los conflictos territoriales de soberanía se suelen considerar asuntos internos de los estados, lo que se plantea ahora es un código de buenas prácticas para que estas cuestiones sean tratadas a nivel europeos. ¿Por qué?
-El problema fundamental es el concepto mismo de estado-nación y la vinculación de soberanía con el modelo de estado-nación. Esta noción de estado soberano sea español o británico es un mito, no es una doctrina clara, la realidad es que hay muchas reclamaciones de soberanía, debemos repensar lo que es la soberanía. En el mundo actual, el mito del estado-nación está roto. Las reivindicaciones de autodeterminación de soberanía no están únicamente en el contexto del estado, sino en un contexto global o europeo. Ya que sabemos que en la Europa actual no hay una soberanía en el sentido clásico, ¿por qué no entendemos la soberanía compartida, dividida, no únicamente entre los estados de Europa, sino también dentro de los estados? Esta es la tesis de la post-soberanía, de imaginar una Europa con multiplicidad de soberanías. El problema es que no hay marco jurídico en Europa para hacer frente a esta realidad social. Hay un comité de las regiones, pero no está adecuado a la cuestión de las nacionalidades. Ya que las situaciones son tan distintas, no es posible elaborar una lista de derechos, un marco jurídico aplicable en todas partes, es demasiado complicado, porque hay estados naciones como Dinamarca, estados plurinacionales como España, situaciones más complicadas como Reino Unido, cada situación necesita su propia respuesta. Por eso, en lugar de elaborar una lista de derechos jurídicos, es necesario elaborar unos principios que se pueden aplicar a situaciones específicas.
¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, la noción de que la soberanía no pertenece únicamente a los estados o de que la democracia no es únicamente el derecho de votar en una determinada circunscripción, sino el derecho a la autodeterminación, a que las fronteras también tengan que ser determinadas democráticamente, o el principio de pluralismo, que en España hay varias concepciones de estado multinacional, incluso dentro de Catalunya o Escocia hay diversidad de sentimientos nacionales. Aparte de estos principios, podemos dar los elementos para gestionar los casos individuales.
Las demandas de autodeterminación se ven generalmente como una amenaza, ¿son realmente un peligro o una oportunidad?
-Son varias reivindicaciones de autodeterminación, por ejemplo, hay movimientos xenófobos, racistas, pero hay también proyectos de autodeterminación basados en principios democráticos que comparten valores europeos, tenemos que hacer esta distinción. En el caso de España, de Escocia o Gales, son nacionalismos democráticos, que comparten los valores europeos. Hay elementos dentro de los estados que pueden reforzar el proyecto europeo.
En Catalunya y Escocia ha subido el apoyo a la independencia. ¿Están ambos fenómenos relacionados con los tiempos que vivimos o responden más a agendas internas?
-Ambas cosas. En Escocia y en Catalunya, en los últimos años, el apoyo a la independencia ha aumentado, aunque todavía existe una división. En Escocia hay una polarización creciente entre independentismo y unionismo. Y es igual en Catalunya, ha aumentado el independentismo y también el españolismo, que son dos nacionalismos. El aumento del apoyo a la independencia en Escocia se explica por tres factores: uno es el referéndum mismo que presentó por primera vez un proyecto realista de independencia y esto atrajo un apoyo importante de la población, el independentismo creció del 30 al 45% y no ha disminuido desde entonces. El segundo factor es el brexit, sin duda. En Escocia, más del 70% votó a favor de Europa y desde entonces el apoyo a la independencia creció hasta el 50%. El otro factor es la crisis del covid. Aunque las políticas británicas son bastante similares, el gran público tiene más confianza en el gobierno escocés que el gobierno británico. En Escocia, el gobierno británico es visto como un gobierno inglés. Ahora, el apoyo a la independencia ha crecido hasta el 55-58%.
¿Cómo influyen los cambios que estamos viviendo con la pandemia en los conflictos territoriales por soberanía?
-Es diferente según los países, hay una crisis de confianza en los gobiernos en todas partes. Aquí, en Escocia, el factor importante es que el gobierno en Escocia es percibido como más consistente, más realista, que no ha tratado de negar el impacto del covid. Es verdad que en casi todas partes hay un impacto sobre la política territorial, es el desafío más grande que los gobiernos han tenido que hacer frente en décadas, la capacidad del gobiernos de distintos niveles de actuar y de mantener la confianza del pueblo.
La ministra principal de Escocia está promoviendo un nuevo referéndum. ¿Qué posibilidades tiene de que se lleva a cabo?
-Es una incógnita. El Gobierno escocés dijo que de ganar las elecciones en mayo convocaría un nuevo referéndum, pero es el Gobierno británico el que tiene que convocarlo. Hay una sector en el partido que está a favor de un referéndum no vinculante, pero hay un problema si no participan los unionistas. Otro factor es el sentimiento en Inglaterra, porque en contraste a lo que ocurre en España, hay un sector de la opinión pública y política en Inglaterra que es indiferente a la independencia en Escocia. Incluso hay un sector en el Partido Conservador diciendo que si tienen que elegir entre el Brexit y la independencia de Escocia, prefieren la independencia de Escocia si es necesaria para mantener el brexit. Para ellos salir de Europa es más importante que mantener la unidad del Reino Unido y es un sector importante. Con estos factores, no sabemos.
“La democracia no es únicamente el derecho a votar, sino que las fronteras sean determinadas democráticamente”