- En este Día de la Memoria quieren poner el foco en la juventud. ¿Les preocupa el desconocimiento que han mostrado algunos estudios sobre lo acontecido en Euskadi en las últimas décadas?
—Los estudios y encuestas son básicamente a nivel del Estado. Yo no voy a poner en duda esos resultados pero lo que sí puedo es hablar de certezas. Y una certeza es que 30.000 jóvenes vascos han pasado por los programas Adi-Adian y Memoria Plaza. Han recibido el testimonio directo de víctimas, han experimentado todo lo que eso supone. Eso es un hecho. En segundo lugar, la unidad didáctica Herenegun estaba también preparada. Se quería ir más allá y generalizar ese modelo a todo el conjunto del sistema educativo vasco. Eso requería utilizar medios telemáticos y pasar del testimonio a una unidad didáctica que suponga todo un análisis. Eso es Herenegun, que estaba dispuesto a ser aplicado en diez centros. Saltó la pandemia y nos ha parecido que la prioridad era hacer frente a la pandemia y por dejar Herenegun en stand by un tiempo no pasaba nada. Pero la juventud es una prioridad y hemos enfocado en ellos el Día de la Memoria porque tienen el derecho y el deber de conocer lo que pasó. Entre otras cosas, por el principio de no repetición.
¿Creen que si se olvida lo ocurrido hay riesgo de que se repitan acontecimientos o actitudes del pasado?
—Tanto como riesgo de repetición no sé, pero lo que sí creo que hay es una tendencia natural a que cuando finaliza una experiencia violenta se olvide. Parece un reflejo natural. Aquí decidimos que esa no era la mejor de las soluciones, sino que la solución era hacer un análisis crítico de ese pasado con el objetivo de que la memoria sirva como instrumento para la convivencia. No para la confrontación.
¿Ha faltado pedagogía en el ámbito educativo? ¿Se podían haber empezado antes los programas de memoria?
—No. Y creo que con los agentes educativos la sintonía ha sido total. Quiero destacar el convenio que se firmó con todos los agentes y los que se han firmado con las universidades. Creo que en el momento en que llega el fin de la violencia de ETA hay una reflexión sobre la necesidad de mirar al pasado. El olvido y la amnesia no son buenos compañeros de viaje.
Este verano hemos asistido a tics del pasado, con pintadas y ataques a sedes. ¿Hay que elevar el listón de exigencia a la izquierda abertzale?
—Yo no singularizaría en nadie. La memoria tiene que servir para la convivencia. La sociedad vasca tiene que escribir el libro de su memoria; tiene que ser un libro único pero tiene que tener capítulos diferentes. El primero tiene que ser el relativo a ETA, porque la mayor violación de derechos humanos en este país en las últimas décadas ha venido de la mano de ETA. Pero tiene que haber más capítulos porque ha habido más vulneraciones de derechos humanos. El objetivo es doble: no solo hacer el libro, sino que todos seamos capaces de leer todos los capítulos. Que todos seamos capaces de sumergirnos en la experiencia, el sufrimiento y el dolor del otro. Y cuando cerremos el libro, habría que hacer autocrítica, reconocimiento del daño y reconocimiento de que fue injusto. Respecto al futuro, queremos una Euskadi construida sobre tres pilares: la no violencia, la dignidad de la persona y todos los derechos para todas las personas.
En la escritura de ese libro alegórico, ¿hay una pugna política por el relato?
—En esa memoria para la convivencia no tiene sentido la lucha por el relato. Porque esa memoria tiene que ser inclusiva, ética, abierta y empática. El relato tiene que ser abierto y omnicomprensivo de todas las violaciones de derechos. Repito: con el capítulo de ETA como la mayor vulneración en este país. Pero eso no excluye el resto de vulneraciones.
Volviendo al Día de la Memoria, ¿cómo lee el Gobierno vasco la ausencia del PP?
—Tenemos la mano tendida y voluntad de llegar a acuerdos. Creo que estamos ante una oportunidad, la mejor de las oportunidades, para avanzar decisivamente en la construcción de una memoria compartida.
¿Y por qué cree que el PP se cierra en banda a eso?
—Nosotros estamos en explorar vías de acuerdo y de diálogo. Y, más allá del mínimo común denominador, creo que podemos aspirar a un máximo común denominador. Eso va a exigir trabajo, confianza y predisposición por parte de todos. Por nuestra parte no va a quedar.
Parece un objetivo bastante ambicioso.
—Sí, pero insisto en que estamos ante una gran oportunidad y quien se desmarque de principios que son básicos tendrá que explicar por qué se desmarca.
Da la sensación de que la historia de la violencia en Euskadi genera gran interés en los últimos tiempos. Como ejemplo, el aluvión actual de series, libros o documentales.
—La construcción de la memoria es tarea de todos: de las instituciones públicas, de los medios de comunicación, de los agentes sociales... Entonces, bienvenidas todas las iniciativas que de alguna manera respondan a esa memoria inclusiva, empática y ética. Todas las iniciativas que vayan en esa dirección van a contribuir. En cambio, las iniciativas que tiendan a generar o provocar confrontación, no van en la buena dirección.
No le preguntaré si ha leído o no 'Patria', pero sí sobre si opina que abusamos de este libro en concreto como si fuera un relato definitivo.
—Yo no voy a opinar sobre ningún documento o libro en concreto. Para mí el listón de la calificación es: ¿responde a ese modelo de memoria que es el que tenemos que construir? Si responde, bien. Y si no, pues no. Hay que buscar que la mirada sea abierta a todos, no todo es blanco o negro, hay grises y matices. Todo lo que responda a eso, bienvenido.
Recientemente han levantado ampollas las palabras del expárroco de Lemoa justificando a ETA. ¿Es un verso suelto o ha existido este discurso en un sector de la Iglesia vasca?
—Sus palabras se descalifican por sí mismas. La Iglesia vizcaína reaccionó muy bien y muy rápido, y creo que la Iglesia vasca ha sido también un agente que ha contribuido decisivamente al proceso de paz.
Otra polémica ha sido la emisión en EITB de un documental que obviaba el punto de vista de las víctimas de ETA.
—Como decía antes, la construcción de la memoria es un deber de todos, y también es un deber de las instituciones y el Gobierno. Lógicamente, lo que tendríamos que promover en los medios de comunicación públicos es su aportación a una memoria en los términos que ya he descrito.
Yendo a su área en concreto, ¿por qué se ha reconvertido en viceconsejería la hasta ahora secretaría general de Derechos Humanos?
—Me parece que tiene todo su sentido el Departamento tal y como se ha constituido. Igualdad, Justicia y Políticas Sociales es un buen marco para el desarrollo de las políticas en relación a Derechos Humanos, Memoria y Cooperación.
Más allá de Adi-Adian y Herenegun, ¿prevé implantar nuevos programas educativos en esta legislatura?
—La transmisión de la memoria es una prioridad. El binomio juventud-memoria es una prioridad. Lo que tendremos que ir es profundizando, desarrollando y avanzando siempre de la mano de los agentes educativos. El objetivo es una formación de nuestra juventud en derechos humanos, en nuestro modelo de memoria y en la cooperación con los más vulnerables.
Otra cuestión clave es la llamada 'ley de abusos policiales'. Una vez avalada por el Constitucional, ¿cómo se está procediendo a la reparación de estas víctimas?
—Había un decreto de desarrollo y, en este momento, hay una comisión trabajando intensamente en el análisis exhaustivo y profundo de todos los expedientes, incorporando también entrevistas con las personas solicitantes. En muy pocos meses estarán ya las primeras resoluciones. Es decir, yo creo que esta legislatura tiene que ser la de las víctimas. En relación a las víctimas del terrorismo, ha habido una línea de trabajo que se va a continuar, y en relación a las víctimas de otras vulneraciones de derechos humanos de naturaleza política, estamos empezando a andar un camino que en muy poco tiempo va a dar fruto.
¿Han sido víctimas de segunda?
—No, no categorizaría a las víctimas. Lo que sí creo que se puede categorizar cuantitativamente y cualitativamente es la violación de derechos. Como decía antes, la mayor vulneración de derechos humanos en este país ha venido de la mano de ETA, y eso es un elemento objetivo. Pero no ha sido la única vulneración: ha habido más vulneraciones y hay más víctimas. Desde el Gobierno queremos estar escuchando, empatizando y acompañando a unos; y también escuchando, empatizando y acompañando a los otros.
A nivel estatal, el Gobierno español ha reactivado las partidas en memoria histórica y trabajan en una nueva norma de memoria democrática. ¿Qué se puede esperar de estos impulsos?
—Aquí en Euskadi hay ya dispuesto un anteproyecto de ley de memoria histórica que pasará por el consejo de Gobierno y se debatirá en el Parlamento. Supone normativizar oficialmente algo, pero no sacralizaría tanto la ley, sino que trataría también de poner en valor lo que se ha hecho. Ya en el año 2003 se firmó el primer convenio con Aranzadi en relación con exhumaciones. Desde ese año hay mucho camino andado. En 2014 se crea Gogora, que supone una nueva estructura al servicio de esa memoria pública y se han venido desarrollando planes que tienen que ver con verdad, con memoria, con justicia y con reparación. Eso es lo que hay que poner en valor.
¿Este trabajo está en riesgo con actitudes de boicot a la memoria histórica como la de Vox o incluso el PP?
—Si miramos al pasado para utilizarlo como arma arrojadiza, para confrontar, esa no es la memoria que nosotros queremos. Queremos construir una memoria inclusiva y ética para que sirva en la convivencia. Y creo que estamos en la buena dirección.
"30.000 jóvenes vascos han recibido el testimonio de víctimas, han experimentado todo lo que eso supone"
"La sociedad debe escribir el libro de su memoria; tiene que ser un libro único pero con capítulos diferentes"
"La mayor vulneración de derechos ha venido de la mano de ETA, pero no ha sido la única vulneración"