arcelona, nueva capital económica de España. (Valencia hace guardia discretamente para cubrir las apariencias por las consabidas razones soberanistas catalanas). José Ignacio Goirigolzarri -¡ay, Francisco González, soberbio engreído!-, un vasco y del Athletic confeso, será el inmediato presidente indiscutido del banco fusionado más poderoso del país y con músculo europeo. Madrid, en cambio, es la nueva capital vírica de España, según le recriminan sus vecinos contagiados en la segunda vuelta de esta maldita pandemia. ¿Qué va a ser de nosotros ante semejante escarnio?, lamentan las cuatro mesas de momento abiertas para el dry martini del aperitivo en el céntrico Casino de Alcalá mientras este puñado de bolsistas valoran perplejos la guerra fratricida en la familia del ABC, precisamente cuando la derecha más necesita una resistencia mediática. Bien lo temen porque llega inexorable un nuevo orden económico y financiero mediante la absorción de Bankia por CaixaBank que se escapa de las manos al establishment de la Corte, descorazonado por el viento a favor que acompaña a Pedro Sánchez hasta completar la legislatura.
Aún peor para la resistencia al socialismo dominante. El asalto de Madrid está en marcha. La izquierda rumia afanosa la defenestración de Isabel Díaz Ayuso, posiblemente en beneficio de la sensatez para la Comunidad, aunque ni son la panacea frente a tamaños desatinos de la díscola presidenta ni siquiera saben cómo perpetrarlo. Ahora bien, es incuestionable que el PSOE está como loco por dar el golpe de mano y cuenta con los dedos las semanas para ahormar la moción de censura que, paradójicamente, no acaba de ver su principal beneficiado, Ángel Gabilondo. Dotado de una de las cabezas enciclopédicas más lúcidas, este donostiarra de alma universal no acaba de compartir las ansias de revancha de sus jefes. No le falta razón, pero acabará orillado. La asfixiante presión social por los contagios imparables, una permanente ofensiva contra el Gobierno central, esas patéticas colas kilométricas de profesores en busca de sus PCR y un progresivo entendimiento entre Sánchez y Arrimadas sobre el pretexto siempre bien acogido de la moderación pone de los nervios a Pablo Casado. La joya de su corona peligra.
La fusión bancaria del covid-19 voltea el tablero financiero de la Transición, posiblemente en el momento más necesario. El nuevo orden de este poderoso sector cambia de manos de manera significativa con esta absorción que afecta a 20 millones de clientes y, desde luego, al Tesoro Público. Desde el 13 de septiembre, el eterno efecto Botín ya no sobrevolará para autorizar cada papel decisivo que quería moverse en este país. Mucho menos lo hará un BBVA todavía acosado por la sombra perniciosa del facineroso policía Villarejo y la pérdida permanente de su valor bursátil. Un catalán con visión de Estado, Isidro Fainé, tiene la baraja en su mano. Madrid se resiente, al menos emocionalmente, aunque mantenga su innegable poderío. Aquellos que brindaron eufóricos -y no solo del PP- por tan mercenaria salida a Bolsa de Bankia con Rodrigo Rato al mando de la campana se tapan ahora sus vergüenzas, curiosamente coincidiendo con la próxima aparición de la sentencia de tan bochornoso engaño.
Este zambombazo financiero alienta al Gobierno resistente. La resonancia millonaria de este acuerdo refuerza el músculo español en el contexto europeo, precisamente cuando la angustia socioeconómica avanza inmisericorde. Es así como España podrá jugar con ases en la manga ante los rigores del mercado capital. Un certero impulso, sin duda, para agrandar el pedigrí de Pedro Sánchez en la UE y, además, acallar las críticas cada vez más desesperadas e insignificantes del PP. Lamentablemente para Casado, cuatro días después de repetir ante el Ibex más granado el reiterativo discurso de la desescalada y culpar de la pandemia a los demás por irresponsables, el presidente se encuentra con el regalo de CaixaBank, el descarado guiño presupuestario de Ciudadanos, el compromiso leal de Aitor Esteban, la rabieta de Rufián al verse fuera de foco que tampoco incomoda al españolismo socialista y el enésimo conflicto de Pablo Iglesias buscando desesperadamente sitio para su libro entre tropiezos con otros ministros. Después de este cúmulo de favores tan demoledores para la oposición, en Génova, sus entusiastas ideólogos siguen creyendo que el virus se cargará a este Gobierno. No quieren ver el alcance del nuevo orden.