estas alturas de la película no merece mucho la pena perder el tiempo en convencer a nadie sobre la existencia -y persistencia- de las cloacas en el Estado español, siempre activas en múltiples frentes. Siendo tan evidente la cuestión, extrañaría que alguien negara que desde los estercoleros de esa España tan reacia a morir se fabrican sin escrúpulos estrategias conducentes a parar los pies a quienes tratan de cambiarla, que no de maquilarla. Son estrategias que siempre cumplen sus objetivos en mayor o menor medida, aunque en algunos de los casos termine con el tiempo por destaparse la jugada.
Tampoco descubrimos nada nuevo cuando afirmamos que es Podemos una de las dianas predilectas de tales actividades mafiosas. No es cuestión aquí de extenderse en enumerarlas, pero recordemos que aportaciones como las que recientemente ha realizado Iosu Perales en estas mismas páginas nos ilustran muy bien al respecto. La semana ha resultado prolija en la cuestión y hemos visto cosas tan delirantes como portadas de periódicos cuya noticia bomba eran anotaciones que el Tribunal de Cuentas ha realizado a la coalición de Pablo Iglesias sobre la financiación de sus últimas campaña; anotaciones todas ellas muy similares a decenas y decenas realizadas al resto del arco parlamentario en el mismo informe, como habitualmente sucede, por cierto.
Reconocido todo ello, debemos advertir que tampoco podemos aceptar que todo lo que les sucede a los morados se debe a las cloacas, argumento simple y tramposo. Por muy vacunados que estemos contra su pestilencia, parece lógico que nos hagamos preguntas; también que esperemos respuestas. Por ejemplo, que nos aclaren el motivo por el que la persona que denunció el robo del famoso móvil por parte de la llamada policía patriótica ha cambiado su declaración ante el juez en tres ocasiones, dejando con el culo al aire a quienes públicamente la defendían dando por buena la primera de sus versiones. Es un pequeño ejemplo que ilustra, entre otros, la cantidad de torpezas que han cometido durante los últimos años.
Y no son las menores de ellas ciertas actitudes que han mantenido cuando las cloacas han actuado contra otros movimientos sociales y políticos. Podemos ha reaccionado ante tales abusos con tibieza, en el mejor de los casos. En no pocas ocasiones también de manera repugnante, digámoslo claro. Recordemos por ejemplo la despreciable actitud que tuvieron con Xavier Trias, dando por buenos los dosieres que fabricaron Villarejo y su tropa para despojarlo de la alcaldía de Barcelona. Y sirviéndose de ellos, para ser más concretos.
Parece por ello lógico que, sin escatimar críticas a la embestida contra Podemos, emerjan una serie de recordatorios sobre sus comportamientos pasados ante hechos similares. Esperemos que todo esto sirva para que en un futuro, cuando las cloacas vuelvan a actuar contra los de (casi) siempre, tenga la coalición una visión más completa de lo que en realidad sucede. Aunque mucho nos tememos que cuando sea la indisoluble España la que esté de nuevo en juego, volverá a asomar la tibieza, el silbar para disimular. En el mejor de los casos.