asformaciones políticas que niegan toda posibilidad de un pacto antes de unas elecciones resultan menos creíbles que las que lo proponen. Cabría recordar ahora para sustentar esta tesis las "bases para el cambio democrático al servicio de la sociedad vasca" en las que se basó el acuerdo PSE/PP que posibilitó el acceso al gobierno del lehendakari Patxi López. Se negó reiteradamente tal potencial acuerdo antes de las elecciones y de este modo se logró tentar a una buena parte de la sociedad bajo una falsa promesa de negación del pacto.
El matrimonio de conveniencia entre PP y PSE dio sus frutos básicamente en el plano de lo simbólico (la antítesis de lo propuesto en el pacto, donde se insistía en dejar atrás políticas de confrontación, de división y enfrentamiento, para pasar a solucionar "los grandes problemas de Euskadi"). ¿Por qué? Por algo que nunca se mide antes de las elecciones: una cosa es llegar al Gobierno y otra muy distinta conseguir de verdad detentar el poder, orientar el timón social y político de una sociedad como la vasca.
Gobernar no equivale a liderar; dirigir un gobierno debe traducirse en la práctica en tratar o intentar tomar decisiones adecuadamente. Liderar un País es otra cosa: supone hacer, materializar de verdad esas decisiones adecuadas.
El pacto PP/PSE nos hizo recordar el concepto de amor vigente en Europa hasta el siglo XVIII: el amor era pasional y breve, y frente a éste el matrimonio como institución (en este caso, el pacto político) era una decisión racional, no pasional, subordinada a intereses políticos y económicos, y fruto de una negociación en el que ambos ganan. Decía Goethe en su obra de sugerente título Las afinidades electivas, escrita en 1809, que la pasión y el matrimonio se aniquilan mutuamente.
¿Ocurrirá algo así en nuestro País? Los proponentes de un pacto llamado de izquierdas tienen una base ideológica compartible muy heterogénea, dispersa, nada clara pero que aportaría un botín matrimonial que permite dejar de lado los sentimientos de afecto y cariño en beneficio del lucro derivado de tan interesada e interesante unión: desplazar al PNV y al lehendakari Urkullu del Gobierno.
¿Cabe confiar en la negativa que los dirigentes del PSE reiteran una y otra vez?; ¿Qué ocurrirá si la aritmética electoral posibilitara el domingo 12 julio la suma de 38 escaños entre esas tres fuerzas?
Las urnas dictarán el veredicto, y la alternativa ante esa incógnita postelectoral pasa hoy por potenciar una propuesta política capaz de canalizar todo un gran potencial ciudadano que une a su deseo de mejora de la calidad de vida y de superación de nuestros problemas económicos y sociales la preferencia por verse reflejado en un gobierno que piense desde aquí, sin autarquías ni egoísmos y también sin imposiciones ni injerencias externas, con la mente abierta y no excluyente hacia el que piensa distinto, con el sentimiento de pertenencia a un pueblo tan plural como singular y que refleje el sentir ciudadano mayoritario que espera y desea una apuesta política renovada, de compromiso y de consensos básicos que permita consolidar la vertebración política de nuestro País.