Luis Ortega
Córdoba, 16 may (EFE).- Julio Anguita, maestro de profesión, siempre trató de llevar a la política su faceta educadora y se caracterizó por elaborar sus discursos y alianzas parlamentarias en base a una idea clara y concisa: "programa, programa, programa".
Fue en Córdoba, su ciudad política y donde ha fallecido este sábado a los 78 años, donde se ganó el apodo de "el califa rojo" tras obtener una abrumadora mayoría absoluta en los comicios locales de 1983, en plena hegemonía socialista en España, y que convertía a la ciudad cordobesa en la única capital de provincia gobernada en solitario por la formación de izquierdas.
En una entrevista con Efe el pasado año con motivo del 40 aniversario de la constitución de los ayuntamientos democráticos, Anguita confesaba que nunca le había gustado el populismo.
Su objetivo siempre fue el servicio público, aunque consciente de que el poder del pueblo residía en el Ayuntamiento. Y siempre mostró una habilidad negociadora y política, desde el inicio de su carrera como "servidor público". No en vano, para ser elegido alcalde en 1979 en Córdoba tuvo que liderar un gobierno de concentración apoyado por el PSOE y por la UCD.
Tras ser diputado en las Cortes Generales en 1993 se le acusó de poner en marcha la famosa "pinza" política contra el PSOE junto al PP tanto en el Congreso como en la Junta de Andalucía, algo que él siempre negó.
Siempre recordó que no aceptó apoyar la moción de censura contra el presidente del Gobierno, Felipe González (PSOE), que le propuso el líder de la oposición José María Aznar (PP) en 1995, mientras que en Andalucía fueron mayoritarias las propuestas pactadas junto a los socialistas que en esa época registraban su número más bajo de diputados en la Cámara andaluza bajo el mandato de Manuel Chaves.
En cualquier caso, las legislaturas en ambos casos se acortaron y la formación liderada por Anguita logró posteriormente alzarse con los mejores resultados conocidos por IU antes de integrarse en Unidas Podemos.
Con el lema "programa, programa, programa", Anguita siempre defendió que los acuerdos con el resto de formaciones políticas debían ser programáticos en lugar de obedecer a la 'aritmética parlamentaria', una idea que caló en las nuevas generaciones de políticos de izquierdas como Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
De hecho ambos aseguran que compartieron muchas conversaciones con Anguita sobre la confluencia con Podemos, de la que él, si no fue el 'padre', fue uno de los principales ideólogos. Nunca aceptó regresar a la vida política ni cuando el hoy vicepresidente del Gobierno le pidió cerrar las listas de la confluencia en Córdoba en las elecciones de 2016.
Pero su constante inquietud de "servicio" le llevó a la constitución en 2012 de la plataforma denominada Frente Cívico, que logró en pocos meses que organizaciones en toda España se unieran con el objetivo de aunar la lucha de la mayoría social.
Sin embargo, hace poco más de un año abandonó la presidencia del colectivo para dejar de ser su imagen, ya que en los dos últimos años se registraban dificultades para articular propuestas y actividades de lucha y movimiento social.
Aún así, Anguita nunca se movió ni un ápice de lo que, a su juicio, necesita España para seguir avanzando: iniciar un proceso constituyente entre distintas fuerzas para cambiar radicalmente el modelo de sociedad y apostar por la república y un Estado federal.
Hoy ha dicho 'basta' el mismo corazón que ya le dio problemas en diversas ocasiones, la primera en 1983 durante una campaña electoral en Barcelona, donde sufrió un infarto, y la más reciente en Ciudad Rodrigo en 2014 por una angina de pecho. Su marcha deja al país huérfano de uno de los grandes referentes de la izquierda en la etapa democrática. Adiós al califa rojo.