- El lehendakari tuvo que presentarse ayer ante los partidos vascos haciendo un ejercicio de abstracción importante, porque aún no había recibido la respuesta del Gobierno español a su plan para la vuelta a la nueva normalidad y la entrada de la comunidad autónoma en la fase uno a partir del lunes. Iñigo Urkullu, que comparecía en la Diputación Permanente a petición propia, defendió con criterios objetivos y numéricos que las instituciones vascas tienen capacidad para avanzar hacia la fase uno (aportó como novedad las 620 camas de UCI en lugar de las 550 que había mencionado hasta la fecha), y pidió un planteamiento para toda la comunidad autónoma. "Entramos juntos y saldremos juntos", dijo. Urkullu reconoció que no tenía constancia oficial de que el Gobierno español fuera a permitir la desescalada, pero aseguró que el Gobierno Vasco ha pedido "cogobernanza, y la va a ejercer".
La oposición no recibió con alborozo su plan, pero tampoco hubo un rechazo expreso y concreto a la entrada en la fase uno porque nadie defiende a estas alturas quedarse en la fase cero y, al margen del asunto de la vuelta a las aulas, que sí es muy controvertido y fue recibido con recelos generalizados, no hubo grandes concreciones sobre alternativas o rechazos explícitos. La vuelta a las aulas es precisamente uno de los puntos que más diferencian al plan vasco. EH Bildu se limitó a criticar con carácter general el plan y defender el suyo.
Dentro del plan vasco Bizi Berri, el punto que marca mayores diferencias es la vuelta a la enseñanza presencial a partir del 18 de mayo, de manera escalonada, para 4º de la ESO, Bachillerato y FP. Nadie quiso suscribir esta propuesta a pies juntillas. Incluso los socios del PNV en el Gobierno Vasco, los socialistas, pidieron prudencia y diálogo con el sector educativo.
En realidad, ya es una constante que el PSE y Elkarrekin Podemos, que son los dos partidos que sustentan al Gobierno español, se muestren recelosos con los planes de desescalada de Urkullu y pongan en valor su gestión en el Estado. Idoia Mendia pidió prudencia desde el PSE y, desde Elkarrekin Podemos, Jon Hernández hiló su defensa del estado de alarma y el mando único estatal con que el PNV se queja de falta de comunicación con Sánchez y al mismo tiempo anuncia una "vuelta a las aulas" de la que los agentes sociales "se enteraron unas horas antes".
El aroma electoral de la política vasca tampoco ayudó. EH Bildu defendió su propia propuesta y le pidió a Urkullu que aclarase si se la había leído. Cree que el documento de Urkullu no baja al detalle y puede "echar por tierra lo logrado". Le pidió que garantice la salud de los niños. Urkullu le dio la réplica asegurando que en realidad su plan y el de EH Bildu no son tan diferentes, y atribuyó el malestar a que la coalición está predispuesta a oponerse a todo lo que diga.
Urkullu reaccionó a las críticas matizando que no ha adoptado decisión alguna por su cuenta, sino que ha "formulado propuestas". "Seguimos en un ejercicio de propuestas al Gobierno español. Educación ha hecho una propuesta, siempre supeditada a criterios sanitarios, y dinámica y abierta, sujeta a evaluación. Hemos hablado con la comunidad educativa", defendió.
El lehendakari también se rebeló contra las acusaciones de falta de autocrítica que le llegaron desde el PP. "Tal vez no ha oído bien mi intervención. He manifestado que todos nos dimos cuenta tarde de lo que venía. Todos hemos aprendido lecciones de esta crisis", aclaró.
Urkullu trató de exponer criterios objetivos y cuantificables en cifras para pasar a la fase uno. Defendió la capacidad para movilizar 620 camas de UCI (2,8 por 10.000 habitantes, muy superior al ratio de entre 1,5 y 2 que pedía Moncloa), defendió que se han realizado 40.000 test PCR por millón de habitantes ("la segunda tasa más alta del Estado"), e hizo inventario con los 637 respiradores, o las 50.000 pantallas faciales y gafas. "La situación se muestra controlada", defendió.
Puso en valor que la situación vasca se explica por el buen hacer que tendría Osakidetza. Planteó una apertura controlada y con un seguimiento, que contempla a partir del lunes el regreso de los trabajadores a la administración pública salvo los vulnerables y los que tengan personas a cargo, la vuelta a las aulas el 18 de mayo y otras actuaciones. En el ocio, se retrasa la apertura hasta junio. En el cine, plantea aforos del 50% y, sobre los conciertos, disfrutrarlos sentado.
Nadie rechazó el paso a la fase uno. Era difícil entrar a rebatir el asunto de las camas, aunque EH Bildu y PP apuntaron sus dudas sobre la fiabilidad de los test y algunos episodios con mascarillas defectuosas. Urkullu defendió la fase uno para toda la comunidad, aunque concedió que, cuando vaya remitiendo el virus y quede coleando alguna zona afectada, se puede actuar solo sobre ese foco. El plan del Gobierno vasco contempla desplazamientos entre territorios, pero por motivos laborales y no con carácter general.
Elkarrekin Podemos atacó a Urkullu por el flanco del autogobierno, asegurando que en realidad ha tenido más competencias durante el estado de alarma porque ha podido colocar bajo su manto a la sanidad privada, y mencionó las residencias. Urkullu trató de desmontar la interlocución efectiva con el Gobierno español que dibujó Hernández y fue directo a pinchar en fibra sensible cuando le mencionó dos asuntos polémicos que están en manos de ministerios de Podemos: la detracción de fondos de las políticas activas y un ingreso mínimo vital que puede colisionar con la RGI.