as personas, la familia, las amistades, nuestro entorno más cercano cobra más importancia si cabe en un contexto social como el que nos está tocando vivir. Todavía es pronto para evaluar y hacer prospección orientada al futuro, pero sin duda la confianza es y será una de las instituciones silentes más importantes en todos los niveles de la sociedad, más necesaria que nunca para que nuestro motor social no se gripe y logremos así superar esta triple crisis sanitaria, económica y social.
¿Cómo lograr mantener o recuperar la confianza en las instituciones que sostienen el sistema en su dimensión sanitaria, asistencial, formativa?; ¿y cómo hacerlo en relación a la política y a quienes la ejercen?; ¿y sobre las empresas, como fuente de riqueza social o el resto de entidades, asociaciones que integran nuestro tejido social?; ¿cuál ha de ser la vía para lograr reforzar, recuperar (o no perder, en su caso) la credibilidad y la confianza en todas ellas, especialmente aquellas instituciones o entidades públicas?
La clave, fácil de expresar y mucho más complicado de materializar, radica en asentar una gobernanza que pivote sobre la transparencia y la comunicación veraz, independientemente de los réditos que ésta ofrezca electoralmente.
El expresidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker, afirmó hace unos meses, en un inusual ejercicio de sinceridad, que con frecuencia y ante un problema social, económico o de otra índole los políticos saben qué es lo que hay que hacer, saben cómo gestionarlo pero no saben cómo lograr que los ciudadanos sigamos votándoles si finalmente llevan a cabo esa tarea tal y como saben que hay que acometerla… y por eso la mayoría de las veces optan por no realizarla.
Esta frustrante derivada y otras poco edificantes lecciones del pasado debemos interiorizarlas para que no se repitan más. Nuestra fortaleza como sociedad civil radica en ser y actuar como un conjunto de personas unidas por un proyecto social. Si esperamos a que la mera inercia del sistema cambie la tendencia, si pretendemos replicar recetas hasta ahora utilizadas, si nos limitamos a buscar culpables a los que reprochar lo negativo nunca superaremos las consecuencias de esta traumática crisis. La clave radica en poner el acento sincero en las personas, pensar en ellas como las verdaderas palancas del cambio. Esto garantizará el éxito de un cambio de época.
¿Cómo lograr esa catarsis, necesaria cuando quede atrás esta dura coyuntura social que estamos viviendo? Una de las claves es la comunicación sincera, transparente y continuada. Solo así podremos construir una relación colaborativa que genere un sentimiento de pertenencia basado en el respeto y en la colaboración mutua entre personas, anclada en un liderazgo ejemplar. Ya no basta con pedir implicación, colaboración y compromiso, hay que ir más lejos: debemos ser capaces de inspirar y de generar esa actitud en cada una de esas personas, dando sentido y valor a la función que éstas ejerzan dentro de la sociedad.
Hay que pasar del “decir” al “hacer”. Los hechos son las nuevas palabras, no basta con pedir colaboración, hay que colaborar; no basta con exigir compromiso, hay que comprometerse; no basta con quejarse de la falta de implicación. Quien dirige un proyecto ha de ser el primero en implicarse. Es un reto apasionante y factible.
La confianza es el pilar que lo sustenta todo; su ausencia es una fuente de conflictos e incertidumbre que aboca al fracaso a cualquier sociedad; ocurre en la familia, amigos, empresa... y, en este caso, a nivel mundial. Hemos de recuperar y proteger la confianza recíproca en el sistema y en las personas; de lo contrario abonaremos el terreno para populismos, para el autoritarismo o para las posiciones extremas que se llevarán por delante libertades por las que tanto hemos trabajado. No dejemos resquicio para la duda, porque es la que aprovecharán los más extremistas para imponer regímenes poco alentadores.
La batalla por la confianza se gana con la información y la transparencia pero sobre todo con hechos, con realidades claras e indubitadas que permitan consolidar este cimiento imprescindible sobre el que debemos construir nuestro futuro colectivo. Nos va mucho en ello. Ojalá los buenos deseos que todos expresamos ahora se asienten y se conviertan en pautas sociales.