a izquierda y la derecha se siguen zarandeando como si no hubiera 15.000 muertos, de momento, sobre la mesa. El vivo retrato de la insensatez. Hoy es la aterradora disculpa de la pandemia del coronavirus como ayer fue la vicepresidenta de Venezuela en Barajas o el diálogo con Torra. Siempre surgirá un pretexto para reabrir dos realidades antagónicas, condenadas al enfrentamiento sin desmayo. Hay tanta hiel acumulada desde la moción de censura a Rajoy y el respaldo nacionalista al Gobierno de coalición que una mutua inquina se llevará por delante todo cántico voluntarista a la unidad de acción en esta legislatura. En la escenográfica sesión agotadora de ayer, las incontables descalificaciones reverberaron por todos los huecos del deshabitado Congreso. Bajo acusaciones de palpables falsedades, mentiras, cuitas pendientes, fábricas de bulos y peticiones de dimisión, la desesperada invitación de Pedro Sánchez a los pactos de la reconstrucción económica y social como le sugirió Inés Arrimadas suena a un simple ejercicio voluntarista. La desconfianza se ha instalado para demasiado tiempo en un parlamentarismo atrincherado. Tampoco ayuda a la certidumbre que dos días después de que la locuaz portavoz del Gobierno invitara a salir a la calle desde el 26 de abril, Sánchez alertara de que se avecina otro nuevo confinamiento hasta mediados de mayo.
Los ejemplos del enquistamiento se agolpan. Desde el atril siempre limpio, Adriana Lastra se desgañitaba pidiendo al PP altura de miras ante la gravedad del momento. Apenas un minuto después preguntaba críticamente dónde estaba la derecha cada vez que la democracia la necesitaba. Por contra, Pablo Casado ofrecía un decálogo de medidas para salir de la crisis y a renglón seguido recordaba que Sánchez dice una cosa y hace la contraria, que habla de diálogo y es incapaz de negociar un decreto-ley. Incluso, resucitó a Rubalcaba al denostar que no nos merecemos un gobierno que miente. Incorregibles. Consciente de este divorcio, la portavoz socialista lanzó una predicción gitanera al presidente popular: “este error te acompañará toda la vida”.
En el pelotón de la derecha, Ciudadanos ha hecho un alto en el camino para descolgarse. En su enésimo giro estratégico, ahora que empieza el tiempo de una nueva dirección toca la crítica constructiva al Gobierno. El respaldo de ayer en favor de la unidad del país y de sacar del atolladero a la ministra de Trabajo confirma un auténtico golpe de timón. Otra cosa bien distinta es el desbocado discurso de Abascal. Un contexto tan trágico abona desgraciadamente su obstinada voluntad de criminalizar a Sánchez e Iglesias sin importarle de que el presidente afee los millones de euros que Vox gasta en bots -robots en las redes- para esparcir falsedades.
Sin embargo, el PSOE sigue agrupando a todos los unionistas en un solo bloque. Lo hizo Sánchez para sacudirse de las acusaciones recibidas por el confinamiento de la democracia recordando el cierre por coronavirus desde hace un mes de los Parlamentos territoriales de Madrid, Murcia y Andalucía, donde sus presidentes autonómicos tienen grima a dar explicaciones.
En el medio, entre quienes sostienen al Gobierno, conviven las primeras deserciones, las prudentes recomendaciones y unas calculadas críticas. Los independentistas, de un lado, no quieren imaginarse el desgaste de una foto que les asocie a empresarios buscando soluciones económicas siquiera en compañía de los sindicatos. Así, siempre les quedará la butaca de la crítica. Se extiende la unanimidad para censurar el riesgo de recentralización, como hicieron ERC y PNV. Luego, Aitor Esteban se adentró en el camino de los consejos. Al presidente, para que huya de la improvisación cuando se trata de parar la economía esencial y no cambie de opinión de la noche a la mañana, como ha ocurrido con el último decreto; a la sonriente y voluntarista ministra de Trabajo para que entienda cómo la industria no se apaga dando a un botón y así evite la zozobra a empresarios y autónomos con sus sucesivas correcciones de madrugada. Y a todos, la necesidad de armonizar una apuesta coyuntural que no ocasional. El voto ya estaba decidido de antemano: la unidad contra el virus, partida por la mitad.