Madrid - Inés Arrimadas, la apuesta de Albert Rivera para sucederle, arrasó ayer en la batalla por el liderazgo de Ciudadanos, pero ahora lo que tiene por delante es el reto difícil de sacar al partido de la irrelevancia en la que quedó tras las elecciones del 10 de noviembre. Lo ha conseguido con el 76,91% de los votos de la militancia tras una carrera con la voz de los críticos, Francisco Igea, que no ha sido tan cómoda como parecía cuando se postuló para dirigir C’s, ya que el vicepresidente de Castilla y León ha ofrecido una resistencia del 22,3%. La participación en estas primarias ha alcanzado el 59,5%.
Tras conocerse los resultados, Arrimadas agradeció a los militantes su respaldo en un mensaje en el que apuesta por el futuro de la formación. “Muchísimas gracias por desbordar de ilusión las primarias de nuestro partido, compañeros. Seré la presidenta de todos los militantes y trabajaremos sin descanso para que juntos devolvamos esa misma ilusión a millones de españoles”, escribió en Twitter.
Por su parte, Igea telefoneó ayer mismo a Arrimadas para felicitarla. Fuentes del partido explicaron que, a pesar de la derrota, la sensación en la candidatura de Igea es “buena”, al haber roto con la idea de “unanimidad” que trasladaban las votaciones del Consejo General del partido. Igea ha convocado una rueda de prensa hoy por la mañana en Valladolid.
Para Arrimadas no fue fácil tomar la decisión de postularse para la presidencia del partido naranja, según han contado desde su entorno, porque aparte de los motivos personales relacionados con el embarazo de su primer hijo, pensaba que todavía no le había llegado el momento de plantearse ese escenario. Pero la catástrofe electoral de la formación en las elecciones del 10 de noviembre de 2019 y la dimisión de Rivera, precipitó los tiempos y Arrimadas aceptó a los pocos días la “presión” de la cúpula riverista que la empujaba a dar el paso y el apoyo generalizado que interpretó en la militancia.
En su balance político, Arrimadas puede presumir de haber sido la primera mujer en ganar unas elecciones catalanas y de haber convertido a Ciudadanos en la primera fuerza de Catalunya -fue en las autonómicas de diciembre de 2017, convocadas bajo la vigencia del 155- y lograr que una fuerza no nacionalista fuera el partido más votado en 35 años, aunque la suma de independentistas lograra la mayoría absoluta para gobernar. Tan solo dos años antes, en 2015, cuando se presentó por primera vez a los comicios catalanes consiguió también unos resultados históricos al situar a C’s como líder de la oposición y pasar de 9 a 25 diputados.
Sin embargo, en este balance hay también decisiones que desde dentro no se han entendido bien, empezando por el hecho de que Arrimadas renunciara a presentarse a la investidura para la presidencia de la Generalitat aún sabiendo que iba a perder la votación. Eso habría permitido, creen algunos, hacer visible que C’s seguía ahí, dando la batalla contra el independentismo, y que no se rendía. Los reproches fueron más evidentes cuando unos meses después dejaba Catalunya para competir en la liga de las generales. Dejó el Parlament con una bancada naranja de 36 escaños y marchó a Madrid para hacer tándem con Rivera en las elecciones del 28 de abril de 2016 como cabeza de lista por la circunscripción de Barcelona, demostrando en la campaña que tenía mucho tirón e incluso llegaba a hacerle sombra en la distancia corta. Consiguieron entonces 57 escaños.
Luego llegó el desastre del 10N que dejó a C’s en la insignificancia política, la marcha de Rivera y la sucesión que asume ahora Arrimadas al frente de una fuerza que podría acabar como UPYD con Rosa Díez o engullida por el PP.
el barón de c’s La palabra baronía, como reflejo del poder político territorial, ha sido una de las ha marcado la campaña de las primarias en C’s, hasta el punto de que ha sido una de las líneas argumentales de la ganadora de la votación para contrarrestar la propuesta descentralizadora de Igea, crítico a su vez con los “virreyes” que ve en el modelo oficialista.
Esta derrota no cambiará el espíritu crítico de Igea (Valladolid, 1964). Al menos es lo que ha adelantado a sus seguidores en los últimos días: “Malas noticias para el público, voy a seguir siendo Francisco Igea”. El también vicepresidente de la Junta de Castilla y León no dudó cuando hace un año tomó la decisión de medirse al aparato de Albert Rivera, quien había decidido que la exdirigente del PP Silvia Clemente era la candidata adecuada para C’s en esa comunidad autónoma. Retó y ganó. Lo hizo con intriga, ya que inicialmente llegó hasta a reconocer una ajustada derrota, que se tornó a las pocas horas en victoria para él y en uno de los momentos más comprometidos en la corta historia de Ciudadanos, al destapar unas irregularidades que aún hoy investigan los juzgados. Ahora retó a la heredera de Rivera y perdió. Pero el resultado, menos abultado de lo que presumía la candidatura de Arrimadas y la propia dirección provisional de C’s, le ha servido para demostrar una de sus obsesiones: “No éramos siete chalaos”.
Ahora la clave puede estar en el tono que emplee Igea para opinar sobre lo que haga Arrimadas. Y ahí es donde entra en juego otra de las palabras de estas primarias de Ciudadanos: deslealtad. Es clave porque el tono que emplee Igea para hablar del proceder de la nueva líder de su partido abrirá o no la puerta a que la dirección de C’s pueda incluso hasta expulsarle de la formación. En los Estatutos que saldrán de la Asamblea General de C’s del próximo fin de semana se consagra la posibilidad de esa expulsión por falta grave contra los militantes que profieran posiciones contrarias a las tesis del partido, si la dirección considera que lo hace de forma “desleal”. “Lealtad no es sumisión, es decir la verdad”, recalca Igea cada vez que tiene ocasión.