barcelona - Atrás quedan los tiempos en que fue diputado del PSC y luego de ERC, aunque mantenga su ideología de izquierda. Mano derecha de Carles Puigdemont en Bélgica, donde ambos permanecen exiliados, Toni Comín (7-III-1971, Barcelona) confía en que el escaño de eurodiputado al que accedieron recientemente sirva para exponer a Europa las razones del conflicto catalán y desnudar el carácter neofranquista que, asegura, se ha apoderado del Estado español. De paso, coloca la pelota en el tejado del PSOE y de Pedro Sánchez, a quien avisa de que el Consell per la República será actor necesario en la mesa de diálogo, y a quien ruega coherencia con el suplicatorio que les puede dejar sin inmunidad.
¿Qué sensaciones tiene desde que asumió su escaño hace solamente dos semanas?
-Primero, un sentimiento de reconocimiento de que la estrategia del exilio no solo era útil sino también imprescindible. Y como en algunos momentos la hemos tenido que defender en solitario ante las críticas de propios y extraños, incluidos los independentistas que la discutieron, nos sirve para explicar mejor el porqué de nuestra elección y compensa tanto trabajo complejo. Mirando hacia el futuro, un sentimiento de responsabilidad, ya que ahora contamos con un instrumento potente para seguir desarrollándolo. Tenemos una espada más grande para luchar.
Un sentimiento del que ha sido privado Oriol Junqueras.
-Lo que es un atropello jurídico más por parte del Tribunal Supremo, indignante. Pero nos apoyamos también en un sentimiento emocional, puesto que hemos visto a miles de personas a las que representamos emocionadas. Con nosotros han entrado en el Parlamento Europeo nuestros electores. Somos el detonante de una de las alegrías más grandes que ha tenido el independentismo en los últimos años.
¿Qué esperan de Europa?
-Europa nació para frenar el paso a los fascismos y totalitarismos, particularmente los de derechas, y el franquismo es uno más de los enemigos de Europa. Y lo que está pasando en España es un retorno al franquismo. La unidad de la patria pasa por delante de los derechos civiles y políticos, y en nombre de la unidad territorial del Estado se legitima cualquier atropello. Eso es nacionalismo español de raíz franquista desde una perspectiva científico-social. Europa no puede tolerar esta deriva al igual que no lo hace con Polonia o Hungría. Si no, la razón de ser del proyecto europeo se pierde, por eso digo que Europa se está jugando su alma. Tiene que obligar a España a funcionar como Estado de derecho si no quiere vender su alma.
¿Cuál ha sido la actitud que han detectado en el presidente de la Eurocámara, David Sassoli, respecto a sus casos?
-Ha estado a la altura del cargo y de las circunstancias, se ha comportado como un demócrata, que es lo que se espera del presidente del Parlamento sin que ello suponga simpatías hacia el proyecto independentista, que no las tiene. Antonio Tajani no lo hizo. Sassoli no nos hace ningún favor pero en comparación hemos ganado mucho.
¿Por qué el grupo de los Verdes es reacio a incorporarles a Puigdemont y a usted?
-Querría pensar que no ha existido un trabajo de intoxicación porque tienen unos prejuicios muy sorprendentes. Todo el mundo sabe que el independentismo catalán es fundamentalmente de centroizquierda y que yo tengo una trayectoria de izquierdas. Fui conseller de Salud e hice las políticas más de izquierdas en toda la historia de la Generalitat. Más que las del tripartito. En Alemania, donde podrían dudar, Die Linke nos ha dado su apoyo. Así que el argumento de los Verdes de que nuestra amistad con los nacionalistas flamencos abre sospechas en términos ideológicos no se sostiene.
Parece que el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos en el Estado ha recogido el guante tras las sentencias europeas y busca la reforma del Código Penal. Lo que la derecha tacha de "amnistía encubierta" a los presos.
-Es sorprendente que se haga este reconocimiento explícito de que "llegan mensajes desde Europa". Siempre dijimos que una cosa era la opinión pública de los Estados europeos y otra la que nosotros percibíamos, que Europa no estaba cómoda con la deriva autoritaria del Estado español. Ahora, como dijo Carmen Calvo, se admite que la sentencia de Schleswig-Holstein respecto a Puigdemont fue un aviso y que hay que reformar el Código Penal español para adaptarlo. Sin darse cuenta están reconociéndonos una victoria política, la prueba de que la internacionalización ya tiene su efecto. El PSOE trata de bloquear la crítica visceral del PP aludiendo a que es Europa quien lo pide, a que los democristianos alemanes nunca entrarán en contradicción con sus jueces. Sánchez se cubre señalando que es una sugerencia de Angela Merkel.
Más allá del perjuicio que suponga el suplicatorio, ¿puede servir de oportunidad?
-Claramente. En cuanto a la votación será muy difícil lograr la victoria pero asimismo los diputados tendrán que enfrentarse a si el suplicatorio es legal y nos permitirá explicar más y mejor ante el propio Parlamento las razones de nuestra causa. Porque la causa del Tribunal Supremo es política.
¿Ve factible en el horizonte un hipotético regreso a Catalunya?
-Si no se nos reconoce la inmunidad no podremos volver a corto plazo. Quien tiene la capacidad de respetar la inmunidad es el Estado español. No respetar la inmunidad es un brexit de facto, ya que es negar la legitimidad de las instituciones europeas. Más allá de esto, llevamos dos años en los que hemos preparado y previsto muchos escenarios a la vez, pero hacemos pocos pronósticos.
¿Creen que puede variar su situación con el nuevo Ejecutivo en Madrid? ¿Con la negociación de la mesa entre gobiernos?
-Aquí me pongo el gorro de ser vicepresident del Consell. Nosotros no vamos a apartar lo que ha pasado los últimos años en Catalunya ni a esconder el 1 de octubre. Queremos discutir cómo se materializa el referéndum de autodeterminación con los referentes de Escocia y de Quebec, por ejemplo. Y debatiremos sobre el fin de la represión. Por eso consideramos que tenemos que reivindicar con orgullo el 1-O, que fue el ejercicio de autodeterminación más completo que se ha hecho en Catalunya. Y, además, del 1-O se derivó un mandato. Por eso, en esa mesa no solo tiene que estar el Govern sino también el Consell porque hicimos un desdoblamiento institucional deliberado para que quede claro que hay dos legitimidades, la autonómica y la republicana que representa el Consell. El Gobierno de Sánchez se tendrá que sentar con dos instituciones y no solamente con una.
¿Entiende que ERC, donde usted estuvo enrolado, persigue más liderar el independentismo tras su cambio de estrategia?
-Voy a recuperar un argumento que expuse cuando empezó la divergencia estratégica entre los distintos grupos independentistas: la lucha por la hegemonía es un error desde el 27 de octubre. En otro momento puede ser legítima y hasta necesaria pero el 27-O, con la declaración de independencia, lo cambia todo, varía las reglas. La lucha por la hegemonía en nuestro campo es un error gravísimo, y pongo la metáfora, quizás extrema pero pedagógica, de que cuando los aliados empiezan la guerra contra Hitler, Francia y Alemania llevaban 200 años peleándose entre ellos y no se podían ver. Pero por inteligencia política construyeron lo que todo el mundo conoce como "los aliados". No se soportaban y abandonaron la competición entre ellos para combatir al nazismo. Esto es como cuando anarquistas y comunistas peleaban y regalaban victorias al franquismo. Hicimos una declaración independentista, que no fue fácil, y que España leyó como una declaración de guerra, por eso no podemos seguir desunidos. Sería una irresponsabilidad absoluta que compete a ERC y a la CUP. Tienen el deber político y moral de construir la unidad.
El Partido Socialista parece que emplea ya otro lenguaje. Habla de conflicto político y de que los independentistas no van a desaparecer. ¿Le da credibilidad?
-Confiar en el PSOE es muy complicado. Los que venimos del federalismo y los que acompañamos a Pasqual Maragall en su intento de hacer una reforma federal del Estado español impulsada desde Catalunya lo sabemos bien. Nuestro escepticismo sobre el PSOE es grande. No fueron capaces de defender el Estatut frente a un Constitucional politizado. Si el PSOE se hubiera plantado cuando el TC se convirtió en el brazo armado del PP, no estaríamos aquí. A Maragall lo ejecutó políticamente el PSOE, la presión de los barones a Rodríguez Zapatero fue máxima y yo la viví en primera persona. El PSOE debe entender que el problema catalán lleva cien años y que sin la autodeterminación no se va a resolver.
¿Confía en que llegue a buen puerto el intento de Sánchez de desjudicializar la política?
-La piedra de toque la tiene bien fácil: el suplicatorio. Si el PSOE vota a favor es porque está por la judicialización. Es incompatible por más que retuerzan los argumentos decir que quieren desjudicializar y, por contra, llevarnos ante el juez. Es de parvulario. Así que por los hechos los conoceréis.
¿Cómo lleva personalmente estos más de dos años de exilio?
-Es muy duro estar lejos de casa pero nosotros vinimos aquí con un propósito político muy claro, una actitud y una estrategia casi épica para decirle a la gente que podemos ganar. En ningún momento hemos querido exponer nuestra intimidad porque hay centenares de miles de personas que están luchando por el derecho de autodeterminación. Nuestra primera obligación, debido a nuestra función de liderazgo, es contribuir a mantener la moral de toda esta gente que pelea cada día desde Catalunya.