Visto lo visto tras el 28 de abril es normal la desconfianza del votante en los líderes políticos, que no han podido -o querido- acabar con el bloqueo y que ahora concurren a la repetición electoral asegurando, todos ellos sin excepción, ser la garantía para la gobernabilidad. Pero el desbloqueo tiene muchas fórmulas -del acuerdo programático a la coalición de gobierno, de la abstención gratuita a con condiciones, de la geometría variable a la gran coalición- y la cuestión es si todos los partidos van a dejar claro, de aquí al 10 de noviembre, cuál es la suya.
El pasado sábado, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, daba la sorpresa al anunciar que está dispuesto a pactar con el PSOE tras las elecciones. Aunque Rivera aclare que habla de un “gran pacto nacional” que incluiría al PP y que sería en cualquier caso un apoyo con muchas condiciones -como frenar al independentismo catalán- lo cierto es que supone un giro de 180 grados que de momento se ha llevado más críticas que alabanzas.
Porque los demás, o bien no le creen, o bien le tildan de “veleta”, o bien rechazan el ofrecimiento, como ha hecho Pedro Sánchez. De momento. Y todos, en cualquier caso, atribuyen el nuevo viraje de Ciudadanos a los malos resultados que le auguran las encuestas.
el papel del pp Otra cosa es Pablo Casado. El líder del PP espera mejorar, y mucho, el mal resultado del 28-A y acercarse incluso al centenar de escaños. Aunque ningún sondeo le ponga por delante del PSOE, Casado dice que sale a ganar y se abre a hablar con los socialistas siempre que sea el PP el que quede en primer lugar y gobierne. Eso sí, ni por asomo, dicen los dirigentes populares, van a abstenerse para que gobierne Sánchez.
Y Casado también ha echado por tierra la propuesta que hacían barones de su propio partido como Alberto Núñez Feijóo, para que quien gane impulse una gran coalición. “Caralladas”, según el líder.
En el PSOE, sin embargo, son muchos los que confían en que al final, después de las elecciones, la presión obligue a los populares a evitar un nuevo bloqueo y se abstengan como en su momento tuvieron que hacerlo los socialistas.
Y mientras, el que no se mueve un ápice es Pedro Sánchez. El líder del PSOE acude a esta convocatoria electoral con el mismo discurso que en la anterior, apostando por el acuerdo programático para un Gobierno progresista por un lado y avisando por el otro a la derecha de que también es responsable de la gobernabilidad. O sea, pidiendo una vez más que llegado el momento se abstengan para facilitar la investidura. Un escenario que algunas fuentes socialistas admiten que sería deseable porque prefieren gobernar en solitario a volver a intentar una más que difícil negociación con Unidas Podemos.
Unidas podemos vs. más país A ese escenario se agarra Pablo Iglesias para subrayar que es más necesario que nunca. Sobre todo en este momento en el que a Unidas Podemos le ha salido un competidor directo en provincias clave, Más País, el partido de Íñigo Errejón. Iglesias va a centrar su campaña en recalcar que si Unidas Podemos está fuerte impedirá un acuerdo de los socialistas con el PP, ya sea mediante abstención o gran coalición. Y tampoco se mueve de su posición de siempre: o coalición PSOE-Podemos o no hay apoyo a Sánchez. Tendrá que convencer a sus votantes de que él es la apuesta segura y no Errejón, quien en esta carrera trata a todas luces de distinguirse de quien fue su compañero y jefe de filas.
Porque el líder de Más País asegura que él quiere alejarse de la “guerra de trincheras” de la izquierda y facilitar un Gobierno de progreso. Otra cosa es la fórmula que propondrá si tras el 10-N su partido es clave en la negociación. Ahora bien, Errejón ya ha advertido a Sánchez de que si su opción es acercarse a las derechas tampoco podrá contar con Más País.
¿Y dónde queda Vox en todo eso? La quinta fuerza política -que según las encuestas no será decisiva porque las derechas están muy lejos de sumar- reparte reproches para todos, sobre todo a PP y C’s, y busca sus votos acusándoles de “progres” que ahora se acercan al socialismo.
Con este tablero, los votantes tendrán que decidir por qué ficha apuestan para jugar. Porque la hora de la verdad llegará el 11 de noviembre, cuando unos y otros demuestren si quieren acabar la partida o seguir en tablas con el bloqueo político.