MADRID - “Si hubiera nuevas elecciones, lo inteligente sería llegar a algún tipo de alianza, acuerdo o estrategia para ir a las urnas y que la proporcionalidad electoral no merme la traducción en escaños favoreciendo a la izquierda”. Después de semanas instando a Pedro Sánchez a que forme ya un gobierno con el favor de Unidas Podemos, Pablo Casado se colocó ayer ante la previsible hipótesis de comicios el próximo noviembre e instó a Ciudadanos y a Vox a coaligarse bajo una formulación a la navarra denominada España Suma, marca registrada por el PP y que considera compatible con las siglas y perfiles de cada una de las fuerzas de derecha. Aprovechando la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid, feudo que quiere convertir en “faro” liberal y ariete contra Sánchez, el líder popular advirtió de que “el centro y la derecha, si quieren ganar y gobernar, deben ir unidos”.

Casado replanteó su propuesta a la formación naranja en su reaparición en un acto público loando la estrategia de Albert Rivera ante el presidente en funciones, a quien reprochó no haberle ofrecido “absolutamente nada” al dirigente de C’s, y recalcando que el PP no facilitará de ninguna forma la investidura del socialista, con quien se citará solo para hablar de posibles pactos de Estado. El plan pasa por establecer una entente “puntual” con C’s, porque desde Génova se es consciente de que será complicado repetir la “carambola” de Andalucía, y confiando además en que coincidan varias circunstancias. Entre ellas, la desmovilización del voto de izquierda y una fragmentación del mismo por la irrupción de alguna formación estatal, como la de Iñigo Errejón en Madrid. A su vez, el respaldo de centroderecha tendría que concentrarse bajo España Suma para conseguir arañar así algún escaño al otro bloque ideológico.

Con barba de varios días, una imagen que atribuyó exclusivamente al periodo veraniego, Casado suavizó su discurso para no presionar al partido de Rivera, con quien no ha mantenido ningún contacto desde que terminó el curso político. El PP no quiere renunciar a sus siglas y tampoco forzar a los demás a hacerlo. “Es algo que tiene que decidir Ciudadanos, si considera que es algo compatible con su programa y estrategias electorales”, señaló el líder de la fuerza conservadora, que censuró a Sánchez por no estar “haciendo su trabajo”. “Debería haber utilizado estos dos meses para intentar llegar a algún acuerdo con las fuerzas con las que ha pactado en ayuntamientos, diputaciones y comunidades, como son la izquierda radical de Podemos o los nacionalistas de JxCat y Bildu”, reseñó, cargando contra el socialista por “haber proyectado la responsabilidad” en el PP y no haberle llamado estas semanas de agosto ni para hablar de la investidura ni para tratar otras cuestiones claves como “consensuar la política de inmigración” o “afrontar la desaceleración económica”. A su juicio, “sería bueno” que oposición y Gobierno tuvieran canales de comunicación sobre grandes asuntos de Estado y que este último compareciera en el Congreso para informar “al menos” de lo que está obligado, que son los dos consejos europeos en los que se renovaron los principales cargos de la UE. “Eso sí, si Sánchez me llama, estaré encantado de acudir”, insistió Casado, que sacó pecho por el poder territorial del PP. De hecho, Madrid será el escaparate de las políticas que quiere aplicar en el futuro desde La Moncloa. El viejo PP, el ala ultraliberal del partido vuelve a dominar su feudo más preciado y está decidido a emplear esa institución para torpedear al Ejecutivo de Sánchez. “Madrid será una referencia a nivel nacional para el día en que lleguemos al Gobierno nacional”, redundó Ayuso.

génova hace números En este contexto, el PP aboga por aunar fortalezas con C’s con un tono más suave para no ahuyentar a los de Rivera, que se mantienen cerrados en banda ante esta posibilidad. La búsqueda de este acuerdo no es nueva, ya que Casado la planteó de cara a las generales de abril y con las cuentas hechas sobre cuántos escaños estaban en juego. Desde Génova recuerdan que si Vox, como planteó el PP, no se hubiese presentado en provincias despobladas donde no tenía posibilidades de lograr diputados, el PP podría haber sumado 21 escaños más a los 66 que obtuvo. Y sostienen que, de haber aceptado la propuesta, los populares podrían haber quizá incorporado algún candidato de la marca de Santiago Abascal en sus listas. Con respecto al Senado, donde el PSOE firmó mayoría absoluta, desde la formación conservadora se apunta a que de haber compartido listas con C’s habrían logrado al menos 40 escaños más de los obtenidos por ambas partes -el PP, 55 y C’s, 5-. En paralelo, a Casado el experimento de Navarra Suma le pareció todo un paso adelante. Solamente los pactos poselectorales hicieron posible el Gobierno de la socialista María Chivite con Geroa Bai y Podemos y apoyado desde fuera por I-E. La abstención de cinco de los siete diputados de EH Bildu fue decisiva. “Esa plataforma llevaba muchos meses de conversaciones. Fue una apuesta audaz y responsable y un éxito pese a que el PSOE, con PNV y Bildu, no le permitiera gobernar”, reivindicó una vez más el líder del PP. “Tenemos que ir unidos, lo que no implica que perdamos nuestras siglas, personalidad, trayectoria o programa”, zanjó.

De todos modos, el PP es consciente de que necesita que se desmovilice el voto de la izquierda porque ni concentrando el sufragio de la derecha podría alcanzar mayoría absoluta. Extrapolando los resultados del 28-A, PP y Ciudadanos sumarían 140 escaños, 17 más que los que ostenta el PSOE de Sánchez, que perdería siete de sus 123 asientos en el Congreso, lo que situaría, eso sí, a esta especie de coalición en condiciones de presionar como fuerza predominante de igual modo al que lo está haciendo ahora el líder socialista antes y después de su fallida investidura. Es más, si a la formación de Génova y la marca naranja se uniera Vox, el llamada trifachito se auparía hasta los 162 diputados, mientras que Unidas Podemos cedería cuatro de sus 42 escaños. Es decir, el binomio progresista hubiese necesitado a PNV, ERC, Compromís y PRC para batir los 176 y a alguna de las fuerzas nacionalistas para superar al polo de las derechas.

Sánchez e Iglesias tienen hasta el 23 de septiembre para ponerse de acuerdo; y el tiempo para PP y Ciudadanos en caso de retornar a las urnas sería muy limitado como para consumar una negociación. Pero es que el deseo de Casado sigue sin ser el de Rivera, aunque éste es experto en decir una cosa y hacer la contraria. Es más, desde C’s desdeñan su derechización y aseguran que su tarea a partir del próximo septiembre consistirá en ahondar públicamente en los matices sociales que alejan a ambas organizaciones, y el Congreso es un lugar muy interesante para ello. La gestación subrogada, la eutanasia, el aborto o la despolitización de la Justicia son materias que abonan el terreno deseado por Rivera para dar el sorpasso, un objetivo que se le ha complicado precisamente por su acercamiento a la extrema derecha de Vox.