Casi tuvieron que llegar las ocho de la tarde para que los diputados y los muchos senadores que ayer asistieron al debate de investidura de Pedro Sánchez pudieran sopesar lo mal que aparentemente están las negociaciones del PSOE con Unidas Podemos para formar un Gobierno de coalición. Fue a esa hora cuando el líder de la formación morada, Pablo Iglesias, desgranó todas y cada una de sus propuestas a Sánchez para participar en diversas áreas del nuevo Gobierno, desde Hacienda a Igualdad, Transición Ecológica o Ciencia, y que siempre han tenido un no por respuesta por parte de los socialistas. Negativas que relegarían a los suyos a un papel “decorativo” en el Ejecutivo del candidato, algo que Iglesias dijo no estar dispuesto a tolerar, porque tal y como dijo, usando sus mejores recursos dialécticos, aunque Unidas Podemos sea una fuerza política “modesta” y “joven” no se va a dejar “pisotear” por nadie.
Para llegar a ese punto del debate, el de mayor interés dada la incertidumbre que acompaña a Sánchez en su segunda investidura, el nuevo hemiciclo con los neófitos de Vox en el gallinero y los de PP y C’s juntos en el “quesito” de la derecha, tuvo que superar un carrerón de alocuciones salpicado de ocurrentes metáforas.
Primero las dos horas de discurso matutino donde Sánchez desgranó ofertas de pactos de Estado, reformas constitucionales, nuevas leyes, planes y más planes que pese a la activación al máximo del aplausómetro socialista aburrieron bastante al respetable, que quería que hablara de Catalunya y de sus socios; y no lo hacía. Así que el líder del PP, Pablo Casado, primero en contestarle por la tarde, aludió al “elefante morado con un gran lazo amarillo que está en medio del hemiciclo” que Sánchez no quiere ver, es decir, a los de Iglesias y los independentistas catalanes.
Tras él, Albert Rivera no veía nada más que “puro teatro” en todo lo que hace Sánchez, con el temible paquidermo ya ubicado en la “habitación de al lado” o más bien “habitación del pánico” donde el PSOE negocia el apoyo a su investidura a cambio de cosas tan feas como los “indultos” a posibles condenados del “procés”. Ambos desacreditaron todo lo que propuso Sánchez, quien según Casado “no es de fiar”, mientras Rivera le acusó de tener un plan, bautizado “Plan Sánchez” para el que cuenta con una “banda” de morados e independentistas con los que acabará cargándose España tras perpetuarse en el poder.
Pero Sánchez hizo que sus reproches rebotaran en un mismo y esforzado muro, el de la abstención que no cesó de pedir a ambos, casi exigir, para no llegar al “bloqueo” de unas nuevas elecciones en noviembre y para que no tenga que ser elegido presidente gracias a la aquiescencia de los independentistas. Acusó a Casado de tener su propio “elefante” en la corrupción del PP, y a Rivera le soltó que su partido parecía La gran evasión con tanta renuncia, si bien su tono fue más duro con el de Ciudadanos, quien le había recriminado que buscara una España “de rojos y azules”.
Eso sí, todos los oradores fueron agasajados con protocolarias ovaciones en pie de sus respectivas bancadas al término de sus intervenciones. Éxito propio garantizado, si bien el fragor de las ovaciones fue muy diferente al de la anterior legislatura, mucho menos intenso por el PP por la rebaja de escaños y en Unidas Podemos, más apabullante con el PSOE y recrecido con C’s.
Con expectación y silencio comenzó Iglesias, al filo de las seis y media, para tachar de “triquiñuela” la propuesta de Sánchez de reformar el artículo 99 de la Constitución para evitar los bloqueos de las investiduras, asunto en el que ambos se enredaron. Ya desde el principio Iglesias hizo notar al candidato que no le veía proclive al acuerdo con ellos -“disimule un poco”, le dijo- y desmontó sus sucesivas “excusas” en el proceso negociador, la última de las cuales fue el veto a su persona para que entrara en el Gobierno; en un tono férreo, seco y nada complaciente, reclamó “respeto” para sus votantes.
Sánchez le contestó sacando a la palestra sus conocidas discrepancias mutuas sobre Catalunya, le recordó los distintos escenarios de colaboración gubernamental que ha desestimado el de Podemos y en todo caso le señaló que “si finalmente no llegamos a un acuerdo” hay otras vías posibles, como un pacto de investidura. Matiz que no pasó desapercibido para Pablo Iglesias, que casi abronca a su interlocutor recordándole cómo una coalición debe respetar a la otra parte y nunca reducirla a un papel “decorativo”, un apunte poco “serio” según Sánchez que llevó a Iglesias a revelar que el candidato se niega a todas sus propuestas.
Así, desplazada ya la “habitación del pánico” al hemiciclo, Iglesias le advirtió, muy contundente, antes de concluir que si se repiten las elecciones “no será presidente de España nunca”. Sánchez renunció a contestarle. Así que la respuesta, probablemente, no se conocerá hasta el jueves, en la segunda y definitiva votación de la investidura.