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Escaños66137

MADRID - Los primeros sondeos que aparecieron nada más cerrarse las urnas demolieron la sede del PP en Génova hasta sus cimientos. Una catástrofe de proporciones bíblicas que el escrutinio posterior confirmó otorgando al partido su peor resultado histórico y reduciendo a menos de la mitad sus escaños en el Congreso, al pasar de 137 a 66. La dimensión de la debacle es solo comparable a lo arriesgado de la apuesta asumida por Pablo Casado, el único candidato de los cuatro grandes partidos estatales que se estrenaba en unas elecciones generales. Atenazado por la presión de la extrema derecha, unas encuestas que se quedaron incluso cortas a la hora de vaticinar este panorama desolador y con el factor de imprevisibilidad que suponía el elevado porcentaje de indecisos, el presidente del PP lo fió todo a conseguir una foto de Colón a la andaluza. Es decir, sumar con Ciudadanos y Vox para alcanzar la mayoría que otorgó a los populares la Junta de Andalucía pese a que en entonces perdió más de 300.000 votos. Pero ayer no hubo premio y los 176 escaños que garantizan la mayoría absoluta quedaron lejos con una participación histórica, una irrupción de Vox que fue más ola que tsunami y, sobre todo, el desmorronamiento sin paliativos del PP. Ni siquiera evitar el sorpasso de Ciudadanos por el que abogó el presidente naranja, Albert Rivera, en los últimos compases de la campaña supuso un alivio, ya que los de Casado solo les superaron en nueve escaños y algo más de 200.000 votos.

Esta hecatombe tuvo su reflejo en Euskadi, donde el PP perdió los dos escaños que logró en los anteriores comicios por Bizkaia y Araba en beneficio de EH Bildu. Un daño colateral especialmente significativo porque el cabeza de lista en territorio alavés era el exalcalde de Gasteiz Javier Maroto, uno de los cargos más cercanos a Casado, número tres del partido a nivel estatal y responsable de una campaña electoral prolija en momentos altisonantes que al final se ha revelado como fallida.

Tras apenas nueve meses como presidente del PP, estas elecciones se presentaban como la gran reválida de Pablo Casado al frente del partido. Sin embargo, en la comparecencia que protagonizó ayer al cierre de las urnas descartó cualquier referencia a dejar su cargo. La coyuntura no es apropiada para ello, dado que el 26 de mayo será el turno de las autonómicas, municipales y europeas. Muy al contrario, señaló que los resultados de ayer deben servir para demostrar que el centro-derecha debe unirse y hacer una estrategia de campaña con la que el votante se dé cuenta de que la “fragmentación solo ha favorecido a Pedro Sánchez”.

Con una sede del PP desangelada, lejos de las citas triunfantes con saltos en el balcón de Génova, Casado criticó a Ciudadanos y Vox por los ataques dirigidos a su formación política, “sobre todo al final de la campaña”. Casado decidió fijar para mañana la reunión del Comité Ejecutivo Nacional que analizará la debacle electoral. Para hoy mismo ha convocado a la cúpula del partido que forma parte del comité de dirección para una primera valoración. Queda por comprobar si el sector más moderado situado alrededor de la heredera natural de Mariano Rajoy y rival de Casado en las primarias del partido, Soraya Sáenz de Santamaría, o el presidente la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, aprovechará esta oportunidad para tratar de dar un golpe de timón para reflotar la nave. Ayer, Feijóo reconoció el mal resultado de su partido tanto en el conjunto de España como en Galicia y fijó como objetivo mejorar en los comicios de mayo.

Perder el centro Cuando fue elegido presidente del partido el 21 julio de 2018, Pablo Casado proclamó: “El PP ha vuelto”. Sin embargo, el proceso de renovación en el que se embarcó para laminar todo lo relacionado con el marianismo se vio condicionado por el progresivo auge de Vox, que explotó en las elecciones andaluzas del 2 de diciembre. En esos comicios, como ahora, Casado abogó por endurecer su discurso, lo que en esta campaña ha dejado perlas como su acusación a Pedro Sánchez de tener “las manos manchadas de sangre” por el apoyo brindado por EH Bildu. Algunos sectores del partido ya advirtieron que aceptar las reglas del juego de los de Santiago Abascal suponía perder al electorado de centro, imprescindible para tener opciones en una cita con las urnas de ámbito estatal.

En el último día de campaña, el pasado viernes, Pablo Casado puso todas las cartas sobre la mesa y se abrió a la posibilidad de un gobierno de coalición con Ciudadanos y Vox. Utilizando un llamativo símil, se preguntó “para qué pisarnos la manguera si lo que tenemos que hacer es sumar”, y se dirigió directamente a los votantes tradicionales del PP que han emigrado a Vox: “No tienen ninguna razón para no votar al PP, ya hemos cambiado”. A la vista de los resultados de ayer, al aceptar el discurso de Vox, el PP se ha convertido en su versión light, por lo que muchos votantes han optado por la formación de Abascal.

Toda vez que, sondeos mediante, se daba por supuesta la victoria de Pedro Sánchez, la pugna entre PP y Ciudadanos, pese a los llamamientos cruzados para gobernar de la mano, se han centrado en quién asumiría el rol de líder de la oposición, así como la caza del voto de los indecisos. Esta batalla afloró en toda su crudeza en los dos debates televisivos a cuatro de la semana pasada, en los que Rivera cobró mucho protagonismo, entre otras razones por sus ataques a Pablo Casado, y éste asumió un papel menos beligerante y más propositivo. Pero lo hizo tarde, dada la rudeza que había alcanzado para entonces la campaña, con los exabruptos casi diarios de candidatos como Cayetana Álvarez de Toledo o Adolfo Suárez Illana.

Se hunde en Madrid. El PP de Madrid sufrió ayer una hecatombe tras treinta años de victorias consecutivas al convertirse en tercera fuerza en la región por detrás de PSOE y Ciudadanos. Con siete escaños y el peor resultado de su historia, se quedan fuera de la lista por Madrid la actual diputada Marimar Blanco; el jefe de gabinete del Pablo Casado y exconsejero regional, Javier Fernández-Lasquetty o uno de los fichajes estrella, el torero Miguel Abellán.

Cayetana logra escaño. El PP catalán obtuvo un solo escaño en Catalunya, su peor resultado en unas elecciones generales en esta comunidad, lo que llevó a la cabeza de lista por Barcelona al Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, a hacerse responsable de un resultado “pésimo”.

Solo gana en Melilla. El PP solo ha logrado imponerse en la ciudad de Melilla, donde consiguió el único diputado en liza. Con 8.082 votos, un 23,91% del total, los ‘populares’ fueron seguidos por Coalición por Melilla (CpM) y el PSOE.

Mínimo histórico. El hundimiento del PP lo sitúa por debajo del suelo electoral de la Alianza Popular de Manuel Fraga en 1986, cuando logró 105 escaños y el 25,97% de los votos. El partido había registrado dos ciclos ascendentes con sendas mayorías absolutas logradas en 2000 y 2011, a las que siguieron sendos batacazos electorales en 2004 y 2015.