GAsteiz - Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección. En esta campaña electoral, original donde las haya, ocurre que la jornada de reflexión en realidad ha durado una semana, esta que la ciudadanía está pasando entre días de asueto y procesiones. El calendario y la táctica monclovita así lo quisieron, pero la campaña electoral decisiva, a todas luces, se dirimirá a partir de mañana, con esos dos debates electorales que el presidente y aspirante socialista no quiso y a los que, a la postre, tendrá que enfrentarse tras una torpe gestión del asunto. Un 40% de indecisos según el CIS justo antes de iniciar la campaña así lo hacen prever. Porque esta campaña electoral, larguísima oficiosamente, ha quedado arrollada por -si pudiera denominarse así- la metacampaña, esa en la que el debate sobre el debate ha acabado por barrer del escenario todo lo demás.

El garrafal patinazo protagonizado por la estrategia de Pedro Sánchez y los suyos en torno a los debates electorales venía a ratificar, de inicio, un estado de cosas: no fallar es la estrategia del candidato socialista. Con las encuestas llevándole hacia una -al parecer- victoria cada vez más clara e incluso facilitándole las opciones de pactos postelectorales, la táctica de solo aceptar un debate en el que estuviera presente Vox era la manera de apuntalar los argumentos que le llevaron a convocar las elecciones tras el patinazo de PP y Ciudadanos en la foto de Colón con Vox. Aún a costa de dar de lado a la televisión pública, primero, y abrasar el prestigio de la administradora de RTVE, Rosa María Mateo, después.

Alimentar el miedo a la alianza (a la andaluza) de las tres derechas y aparecer como el único contrapeso posible era el objetivo que, no obstante, se desmoronó Junta Electoral mediante, desatando una auténtica crisis que, por cierto, solo ha dejado un vencedor sobre la mesa: Vox, ese elefante en medio de la habitación que nadie parece querer ver, ese elefante que habla poco porque poca falta le hace -es el personaje win-win que le llaman, nada que perder, todo que ganar, ya le pasó a Trump-, ese elefante que se enfada con la boca pequeña por ser apartado del debate mientras en su fuero interno aplaude por el enésimo favor a su campaña. Ahora además son perjudicados y encima no tendrán que exponerse. Resultado: dos debates televisivos consecutivos -lunes en RTVE y martes en Atresmedia- llamados a decidir en buena medida el devenir de la campaña.

Así que mientras Sánchez intenta reordenar las cartas en su mesa para seguir en la senda de apelar a la movilización -cierto es que el resto de partidos en el tablero del Estado han preferido dejarle libre el siempre prolífico espacio del centro- y jugar la baza del caballo ganador -“el futuro no tiene intermediarios. Si se votan otras opciones políticas mayores oportunidades tendrá el bloque de la derecha. Quien quiera futuro, tiene que votar al PSOE”, reivindicaba ayer sin descuidar la apelación al voto útil-, el reto al que se enfrenta el PP de Pablo Casado es el de aprovechar la jugada que le han regalado estos debates para intentar emular ese cara a cara que reclamó infructuosamente y apuntalar su mensaje de líder de la alternativa a Sánchez.

Casado ha vivido en la primera parte de esta campaña su particular semana de pasión, tropezando él mismo y algunos de sus candidatos estrella en errores monumentales obligados, en parte, por la necesidad de arriesgar. Los jardines que han pisado en torno al aborto, el SMI, las pensiones o discursos endurecidos como el de “Sánchez prefiere las manos manchadas de sangre”, han evidenciado otro de los fenómenos del actual escenario político del Estado: la irrupción de Vox en Andalucía ha virado al espectro de la derecha -tanto a Ciudadanos como a PP- más hacia la derecha, radicalizando sus discursos y alejándose del centro. El PP necesita arriesgar y necesita acertar, y además controlar la fragmentación del voto en el espectro que pelea. El PP apela al voto útil, un ejercicio tradicionalmente atribuido a la izquierda.

Un viaje hacia las esencias también emprendido por Unidas Podemos, que de la mano del retorno de Pablo Iglesias a la primera línea de la acción política ha retomado algunos de sus puntales y pulso electoral. La estrategia de Unidas Podemos pasa por reivindicarse como freno a una eventual alianza entre PSOE y Ciudadanos, que en esta primera parte de campaña no ha logrado recuperar el tono ante Vox, PP y PSOE y que parece jugársela a agitar fantasmas, como intentó en Errenteria, o a la recuperación del famoso discurso del cuponazo con un vídeo que ataca directamente al Concierto Económico y al PNV -¿qué opina de esto el foralismo de UPN?-.

Y en este escenario de polarización y de metacampaña, va transcurriendo una campaña en la CAV en la que los partidos de ámbito vasco, liberados de los constreñimientos del tablero estatal, llevan la pelea al terreno vasco también en Madrid, a esa condición de “determinantes” que reivindica el PNV y a la que también se ha sumado EH Bildu. Hoy Domingo de Resurreción y Aberri Eguna, protagonismo vasco antes de un Lunes de Pascua con debate que tendrá partido de vuelta 24 horas después... El debate del debate, sin Vox... y sin partidos que pueden ser decisivos, los vascos y catalanes. Empieza la campaña (otra vez).