bilbao - El Paso del Ecuador se celebra en los barcos de pasaje con sonar de sirenas y fuegos artificiales. Es una tradición más bien novelesca pero que tiene su encanto. El mismo que ha perdido desde su inicio esta campaña electoral que pasa su ecuador esta noche. Desencanto y crispación están marcando la acción electoral de los partidos que se disputan la supremacía en el Estado. Sin propuestas que el ciudadano pueda testar, la iniciativa propositiva se ha sustituido en esta campaña por un tono descalificador, desafiante hasta lo chulesco en ocasiones.

Y se está cumpliendo uno de los parámetros clásicos de los estrategas políticos: que la realidad no te saque del discurso. Así que, siete días después, la campaña está creando una realidad paralela a la que los partidos se acomodan mejor que a los hechos. Se ha construido una cúpula virtual en la que, en medio de una crisis territorial del Estado sin precedentes, con un cuestionamiento abierto del modelo descentralizado de administración del Estado por parte del tridente nacionalderechista de PP, Ciudadanos y Vox y la amenaza de otro ciclo recesivo en la economía, el pulso ante la ciudadanía está en ver si habrá un debate televisado, dónde y con cuántos participantes.

En Euskadi, los pulsos electorales no se están adaptando tampoco a los hechos. Los prolegómenos de la campaña definieron estrategias que se aplican sin reparo aunque estén de espaldas a la realidad. PP y PSE siguen fiando su desempeño ante el electorado vasco al arrastre de sus mayores en las Ejecutivas españolas. Alonso y Maroto apuntan en su pulso a partes iguales a Sánchez y al PNV. Pero no hay en sus intervenciones de esta larga semana ningún compromiso de materializar lo que está en sus manos en unas elecciones generales: llevar al Congreso las prioridades sociales, económicas y de convivencia de los vascos. Al PP vasco no le queda Estatuto que reivindicar y silencia en su campaña lo que falta por llegar. Con ellos, como contra el resto de partidos de ámbito estatal, juega la experiencia de su acción pretérita. De ahí que suene más la descalificación que los compromisos.

Está ocurriendo en los mensajes de otras fuerzas también. López o Elorza en las últimas horas han definido que la estrategia de los socialistas vascos es convencer a los votantes de Euskadi que no es a ellos a quienes van a votar sino a Pedro Sánchez. Elorza, en concreto, le situó como único garante del autogobierno vasco, haciendo abstracción de la neutralidad con la que los electos de su partido se han desenvuelto en Madrid en esta materia, como si no fuera con ellos.

En cuanto a las fuerzas de izquierda, una semana de mítines ha dejado claro que su campaña es contra el PNV. No ha habido en Euskadi mitin de EH Bildu o de Unidas Podemos en el que no se hayan acordado de los jeltzales. Ahí está Arnaldo Otegi, que ha basado el posicionamiento de EH Bildu no tanto en poner en valor su integración con ERC -cuyo alcance y forma no ha sabido aún explicar- sino en afirmar que el PNV se ha puesto nervioso por la decisión de la izquierda abertzale de participar ahora en la política de Madrid regalando los votos a Sánchez para su investidura. Curiosamente, los jeltzales no han citado a EH Bildu en lo que va de campaña. No sienten la necesidad de acreditar su capacidad de influencia en Madrid frente a una izquierda abertzale que llega al templo con la misa empezada. Menos, con la evidencia de quién ha sido el interlocutor histórico -y también reciente- de los gobiernos españoles en materia de competencias y autogobierno.

No creen los jeltzales que les vaya nada en esa pugna de protagonismo con Otegi y lo suyos. Ninguno de los seis escaños que las encuestas dicen que están en disposición de obtener el PNV se juega con EH Bildu. Si son ciertas esas previsiones, no hay riesgo de decantar los restos a uno u otro lado. Sin embargo, sí da muestras de ese nerviosismo atribuido a otros la coalición en tanto sus expectativas de crecimiento pasan por que el descalabro de Unidas Podemos no se lo arrebate el PSOE. EH Bildu ha experimentado ya lo que es perder una parte sustancial de un electorado que consideraba cautivo y trata de defenderse en esta campaña rescatándolo porque, una vez que salió al mercado en 2016, es voto libre y fluctuante, no de ida y vuelta necesariamente.

En la polarización está el riesgo auténtico para los partidos vascos. Al PNV le debe preocupar más que el temor al tridente de las derechas haga pensar a muchos votantes que el 28-A se juega entre ellas y Sánchez. Hay un voto temeroso de lo que venga que tiene por decidir si reforzar la representación vasquista o hacer piña contra el nacionalismo español tramontano aun a costa de votar sin entusiasmo. En la reivindicación del voto útil para Euskadi está orientando su campaña el PNV, recordando Ortuzar esta semana, como ayer mismo Aitor Esteban, que un pacto de parte de esa temida derecha recentralizadora -Ciudadanos- con el PSOE no es mejor que el propio tridente. Esa es una opción que cuenta con respaldos e intereses acreditados y que tiene quien la anhela también en el propio PSOE.

semana santa El inevitable paréntesis vacacional de estos días va a dejar un esprint de campaña en el que los trazos gruesos ya no admiten matices. Engordará el verbo y la descalificación en la mejor tradición de la telebasura. El pulso mediático, dominado por los grupos de ámbito estatal que se juegan mucha influencia e inversiones en Madrid, va a cerrar el foco aún más en los candidatos que no han hecho, ni se espera que hagan, una sola alusión a las circunstancias de los vascos. Solo a que les voten.