El chico Cosmopolitan que derrocha guapura mientras ataca a su gran trastorno obsesivo, el sanchismo, prometió que iba a “achicharrarse por España” y está a punto de acabar abrasado y convertirse en el presidente más efímero de Génova 13. Ataviado con el chaleco de moda esta primavera, la sucesión de errores de Pablo Casado como líder del PP y aspirante a La Moncloa, casi desde que derrotó en las primarias del partido a Soraya Sáenz de Santamaría, no tiene parangón y pone alfombra roja, nunca mejor dicho, a lo que considera el bloque de la moción de censura y al PSOE en particular. Las “manos manchadas de sangre” con las que acusó a Pedro Sánchez por telefonear a los diputados de EH Bildu se han convertido en manos llevadas a la cabeza no solo en la central española sino también en la filial de la CAV -y en Nafarroa-, donde los datos del CIS predicen que Javier Maroto puede perder su asiento por Araba. Un partido en decadencia en el Estado, en pañales en Euskadi y en extinción en Catalunya, su otra gran arma arrojadiza.

Ha abandonado el buenismo para irrumpir desbocado a la caza del voto que se le escapa por la espita naranja y el flanco de la ultraderecha mientras su predecesor, Mariano Rajoy, mantiene un perfil bajo solo interrumpido por su breve aparición en campaña para echarle un capote; y su valedor, José María Aznar, lo arenga. Sus arremetidas crecen desde aquella comparecencia en que llamó “traidor, felón, irresponsable, incapaz y desleal” a Sánchez, dejando en un segundo plano un programa electoral que cuando lo airea le genera más tropiezos. Se pasa los días rectificando declaraciones que achaca a que los medios fabrican aquello que él mismo trata de poner en el debate, fake news, noticias falsas o datos sin contrastar. Como cuando señala con el dedo del descrédito los presuntos acuerdos del presidente socialista “con Torra, el prófugo Puigdemont y el etarra Otegi”. “Se le fue la mano”, se escuchó en algún corrillo cuando vociferó esto en Barcelona esta semana.

Otro error para aquellos sorayistas a los que ha purgado de las listas -o como le ha ocurrido a Carlos Iturgaiz, situado en un puesto imposible de salir elegido en las europeas-, así como para los que disienten de la línea oficial alejada del centrismo. Todo para tapar un oscuro pasado de corrupción que devoró al marianismo por culpa de la Gürtel y otras fechorías. “Una cosa es arriesgar y otra, pasarse de frenada”, dicen.

Sánchez le descuadró la agenda al colocar las generales en abril y no en otoño, cuando Casado tenía pensado recoger lo sembrado en los comicios del próximo mayo, y ello le ha conducido a una estrategia kamikaze. La limpia en los cabezas de lista al Congreso, con fichajes folclóricos entre periodistas y toreros, causaron malestar en la vieja guardia, y hasta la apuesta más permisible, como la de Suárez Illana, se la lió con el debate sobre el aborto y su versión de que en Nueva York “lo permiten tras el nacimiento”. El hijo de Adolfo Suárez comparó la interrupción voluntaria del embarazo con “los neandertales”, afirmando que “lo que no es un embrión, es un tumor” y “si usted no lo toca, acaba siendo un paisano con barba como usted o una mujer maravillosa como la de enfrente”.

La última de Casado ha sido enredarse con el Salario Mínimo Profesional. “¿Si es presidente del Gobierno, deshará esa subida? ¿Intentará rebajarlo?”, le preguntó el periodista Carlos Alsina en una entrevista en Onda Cero. La respuesta sacudió la campaña: “Lo que haré es cumplir la negociación del Gobierno con acuerdo de la patronal y los sindicatos para subir el salario mínimo a 850 euros en 2020 y, además, respetando la subida que ya hicimos el año pasado de un 4% y del año anterior un 8%”. Subir de los 900 euros actuales a 850. Propio de su polémico máster. Ningún Gobierno ha reducido nunca el SMI. Cuando se percató de la metedura de pata, zumbó a la prensa. “Pero, ¿quién ha dicho que yo voy a bajar el SMI? ¿Estamos en la fake news de la semana ya? ¿Ya qué nos falta? Las mujeres embarazadas, los inmigrantes... Es el cliché de la izquierda. Yo no he dicho eso, revisen las declaraciones”, despachó ante la indignación de los sindicatos.

inmigración, aborto... Al inicio de la precampaña ya tuvo que reaccionar ante una de las propuestas que incluía su Ley de Apoyo a la Maternidad, que apostaba por retrasar los trámites de expulsión de las mujeres inmigrantes sin papeles en el caso de que diesen a sus hijos en adopción. Después de que esta medida se hiciese pública, el líder del PP alegó su frase recurrente: fake news. Antes, en febrero, llegó a vincular el aborto con las pensiones: “Tenemos que hacer un análisis de qué sociedad estamos construyendo y, sobre todo, que eso a la izquierda se le da muy mal, si queremos financiar las pensiones y la salud, debemos pensar en cómo tener mas niños y no en cómo los abortamos”, dijo. Pensiones que su mano derecha en temas económicos, Daniel Lacalle, auguró que habría que reducir para luego apuntar que su declaración fue otro malentendido. Ese mismo Casado había abogado por recuperar la ley del aborto de 1985 asegurando que en España había “barra libre” para abortar hasta la semana 22 de gestación gracias a la ley de plazos vigente. Semanas después cambió de opinión en caso de que el Tribunal Constitucional avalase el articulado actual.

Para colmo, ofrece una visión parcial de los datos económicos. Tuvo que puntualizar la cifra de 126.000 parados que le atribuyó a Sánchez en nueve meses de mandato, matizando por WhatsApp que son desde que el socialista “formó gobierno hasta que convocó elecciones”. Sánchez gobierna desde el 1 de junio de 2018 y del segundo al cuarto trimestre del año pasado la tasa de paro descendió ligeramente, del 15,28% al 14,45% (de 3.490.100 parados a 3.304.300). En lo que llevamos de 2019 los datos publicados por Trabajo solo ayudan a Casado con el mal resultado de enero, que se compensó en febrero y marzo. Por su parte, la Seguridad Social perdió 204.865 afiliados en enero, pero aumentó en 69.172 en febrero y 155.104 en marzo: un balance de 19.411 afiliados más. Lo mismo con la deuda y el déficit públicos, que según él habrían aumentado en 12.000 y 20.000 millones en estos nueve meses. La deuda bajó en 2018 hasta suponer el 97% del PIB, un porcentaje inferior a los últimos cuatro años de Rajoy. Y el déficit ese año supuso el 2,63% del PIB, por debajo del 3% que fija la UE, algo que no sucedió en los siete años del PP.

euskadi en el retrovisor La campaña se desarrolla con el “a ver con qué nos sorprende hoy” Casado. También desde Euskadi. Mientras desplegaba su mensaje recentralizador y contra el traspaso de transferencias, es decir, incumpliendo el Estatuto vasco y atacando el autogobierno, el dirigente popular suspendía en geografía al situar a Getxo en Gipuzkoa en un acto en Bilbao mientras un buque de la Armada campaba en el puerto deportivo. Además, no tuvo pudor en aseverar que Policía Nacional y Guardia Civil tendrían con él “prevalencia” sobre la Ertzaintza. Y este viernes avisaba de que mandará a la selección española a competir en los recintos de la CAV y Nafarroa. Actitudes, como la de su entrevista con el controvertido periodista Eduardo Inda en Altsasu, que solo pretenden arañar votos en la España más unionista. No es de extrañar que Maroto se pasee ahora por los medios tratando de amarrar su escaño y rescatando el debate sobre la RGI en Araba, y que llevó a la oposición a desalojarlo de la Alcaldía.

De las quinientas promesas de su programa, nadie sabe. De sus aires de regeneración surgen dudas. Muestra de ello fue esa imagen en un invernadero de Almería, acompañado por Gabriel Amat, presidente del PP almeriense, con cerca de una treintena de casos pendientes de juzgar. Los barones más veteranos asisten perplejos a que Sánchez aparezca como el personaje imbatible en todos los análisis demoscópicos. “Algo estamos haciendo mal”, confiesan. Núñez Feijóo contiene su enojo y Juanma Moreno, a quien Casado pretende emular como un perdedor propulsado a la presidencia por el tripartito a la andaluza, va a su aire. Su hiperactividad de trazo grueso lo convierte en su peor enemigo, pero además no ha sabido coser costuras en el partido, y los perdedores del congreso, un 43% de los afiliados, no se sienten participes del proyecto presentado bajo el eslogan de que el PP ha vuelto. Sus elegidos lo tiran más por el precipicio. Como la candidata del PP de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que planteó considerar al “concebido no nacido” como miembro de la familia sin conocer un ápice de su propia propuesta. O la concejal del Ayuntamiento madrileño de San Blas-Canillejas, Isabel Rosell, diciendo que Sánchez “blanquea a los asesinos de ETA traicionando a Ernest Lluch”. La penúltima: el PP crea Falcon Viajes en protesta por el uso del avión oficial por Sánchez, acción que deriva en la publicación de una fotografía de las hijas de este. Hay quien se pregunta quién está dirigiendo la campaña electoral desde Génova y echa de menos a Pedro Arriola. Casado, ese que predica que acabará “con la violencia en las calles” de Catalunya recuperando en su lenguaje la kale borroka, solo busca agradar los oídos de quienes quedaron hipnotizados por el verbo bronco de flautista Santiago Abascal. Un suicidio político que ya es trending topic.