VITORIA - Traje azul oscuro y sonrisa Profidén, Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1-V-1970), segundo apellido por el que le nombran con sorna sus oponentes, tiene esa imagen de yerno perfecto que lleva los dulces y el pan a casa de sus suegros con aire cortijero; y que después de que Javier Arenas lo había sido todo en el PP andaluz y de la provisionalidad de Zoido, llegó al estrellato, posiblemente hoy estrellado, tras pertenecer al colectivo de escritores de discursos para Rajoy, donde coincidió con Pedro Arriola, entonces factótum demoscópico de Génova y esposo de Celia Villalobos, su antigua jefa, lo que le granjeó amistades y contactos decisivos.

Hijo de malagueños que emigraron a Catalunya y regresaron para montar un ultramarino de barrio, nieto de jornaleros en Alhaurín, su militancia en el partido arranca en los 90 mientras estudiaba psicología y pedagogía, trabajaba en un Telepizza y empezaba a medrar y a dejar los libros para acabar un máster a duras penas que forjara un currículo no exento de chanza por su maquillaje. Casado y padre de tres hijos varones, fue presidente de Nuevas Generaciones, diputado, y hasta llegó a secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, unos cargos como demasiado precipitados. Como su irrupción en la Andalucía colonizada por el socialismo y donde Arenas ganó una vez siendo su gran fracaso.

Nunca se ha dedicado a explicar un nuevo proyecto y estética de partido más allá de la épica, y sigue sin entender qué debe cambiar en el PP andaluz. Quizá no le dé tiempo a nada en tanto que le puede pasar más factura si cabe la atomización del voto de derechas en el contexto de declive popular. Y, para colmo, ha quedado en el lado perdedor, el de Soraya, aunque Casado no buscara otro candidato. La única esperanza de que el PSOE no alcance 44 años de gobierno consecutivos reside en que el PP sume con C’s, y huelga decir que se antoja un milagro en manos de este excantante de grupo pop. - I. S. M.