Girona - “Mi hijo no está muerto por un segundo”. Iolanda Ortiz paseaba con su hijo de 10 años por las Ramblas cuando Younes Abouyaaqoub embistió a dos personas delante de ellos. Se refugiaron en un local del que pensó que no saldrían vivos. Un año después, lamenta que las administraciones les han abandonado. Ortiz aprovecha la voz que se da a las víctimas para “suspender” a las administraciones y exigir que elaboren protocolos de actuación para responder de forma más eficaz cuando aparecen las secuelas por un atentado: “Quedamos totalmente abandonados, con una sensación de desprotección total”.
Con su hijo de 10 años, su hija de 4 y su madre, Iolanda Ortiz salió el 17-A de su casa de Campdevànol (Girona), a pocos minutos de Ripoll, donde habían crecido la mayoría de terroristas, a los que conocían de vista, para pasar un día en Barcelona y visitar las Ramblas y el mercado de la Boquería. Tras pasear por aquí, se incorporaron a las Ramblas, poco antes de la cinco de la tarde. “Oí mucho ruido, muchos gritos. Giré la vista hacia la izquierda, en dirección a plaza de Catalunya y vi una avalancha de gente que se nos tiraba encima”, recuerda. “En fracciones de segundo, empecé a oír los golpes de los cuerpos en la furgoneta. Oí la furgoneta, que iba con una marcha corta, muy acelerada, e inmediatamente vi pasar el vehículo, tan cerca que vi al conductor, que iba haciendo fuerza con el volante y con la espalda en su asiento”, relata.
Cuando la furgoneta pasó delante de ella, atropelló mortalmente a dos personas: “Yo tenía a mi hijo al lado y recuerdo que le cogí por la espalda y le tiré hacia atrás con toda la fuerza que pude”. “Mi hijo no está muerto por un segundo, y no exagero”, cuenta la madre, que asegura que el niño vio cómo la furgoneta mataba a dos personas a solo un metro de distancia. “Me quedé sorda y, no recuerdo cómo, nos refugiamos en una tienda de cosméticos. Estuvimos unas cuatro o cinco horas. Perdí la noción del tiempo. Estábamos en estado de shock”, indica. Una vez dentro de este local les llegó el rumor de que muy cerca había un terrorista amenazando con hacer estallar un cinturón-bomba.
“Tuve la sensación de que los haría explotar. Me pasó una cosa parecida a los viajeros que iban en el avión que se estrelló el 11-S en Nueva York, el impulso de llamar y despedirte de la familia”, rememora la mujer, que un año después recibe atención psicológica, al igual que su hijo.
La primera cara que vieron fue la de un agente de la Guardia Urbana, que les dijo que quizás se tendrían que quedar a dormir allí y que congenió con su hijo. Horas después, pudieron ser desalojados, aunque quedaron muy desorientados. “Pedí ayuda a los Mossos, que nos llevaron al hospital de campaña, porque mi hijo había visto cómo atropellaban a dos personas a un metro”, indica. Llegaron a casa justo a tiempo para ver cómo los terroristas, a los que conocían de vista de años de convivencia en Ripoll, cometían un nuevo atentado en Cambrils.
solo salva a colau Lamenta que durante seis meses no les llamaron para interesarse por parte de ninguna administración. Solo salva a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que en un acto con víctimas, sin cámaras, se reunió con ellos con un “trato muy cercano”. - Efe