Desde La Moncloa, el puerto de Algeciras queda muy lejos. Desde el despacho de Susana Díaz, el puerto de Algeciras quita el sueño. Por el medio, un problema humanitario y geopolítico desbocado que irrita la epidermis de la opinión pública más allá del máster de Pablo Casado, que también, y de la tormenta que se avecina el 17-A en Barcelona con la presencia del rey Felipe VI. La migración se ha convertido en un espinoso asunto de Estado, en una auténtica bomba de relojería para la convivencia en Europa y, posiblemente, acapara el debate ideológico más exacerbado ante las próximas elecciones al Parlamento de Estrasburgo. Esa solidaria contribución de Pedro Sánchez con los desahuciados del mar puede provocar un inquietante efecto boomerang sin salir de casa, empezando por la Junta de Andalucía en el momento más inoportuno para los intereses lógicos de unas más que previsibles elecciones anticipadas. El Gobierno socialista ha clavado por su cuenta una aplaudida pica en medio de la xenofobia campante de su alrededor pero la factura le puede resultar demasiado costosa porque ni hay medios ni dinero ni voluntad compartida para atajar una situación inabarcable. Que la paguen otros, yo invito.

La migración conmueve conciencias. El máster regalado de Casado irrita. El pulso Waterloo- Catalunya desquicia. El fin de la dispersión se llena de razones y desnuda al PP. No hay resquicio, por tanto, para sentirse indiferente. Todo menos tranquilidad. Ocurre en el PP donde Pablo Casado se puede cocer en sus propias contradicciones al tiempo que se ve acosado por nuevas fugas de corrupción entre sus elegidos más fieles. La llegada de su vergonzoso máster al Tribunal Supremo bajo la firme conclusión de la juez instructora de que aprecia indicios sólidos de delito lastra la credibilidad de su discurso. Hasta que se depuren responsabilidades, el crédito del nuevo líder de la derecha se verá comprometido en demasía sobre todo cuando empiece a hilvanar los hilos de las elecciones de 2019, su auténtica prueba de fuego. Ante semejante horizonte, haría bien en encontrar cuanto antes su ordenador, en desnudar los méritos del sobresaliente y, sobre todo, en decir la verdad antes de quedarse colorado para mucho tiempo. Las evasivas para distraer sus notas universitarias y el deplorable cohecho del nuevo miembro de la ejecutiva nacional y alcalde popular de León -en Calabria las familias hablan un lenguaje similar en sus negocios- confirman que la regeneración democrática sigue siendo una asignatura imposible de aprobar en este partido. Con todo, el tropiezo más incómodo para Casado ha llegado con la venta entreabierta de la dispersión. No se recuerda el día en que un presidente del PP fuera desmentido por las víctimas del terrorismo. Ni siquiera cuando el presidente Aznar y el ministro Mayor Oreja aceptaron ingenuos el traslado de presos en medio de la socialización del sufrimiento de ETA, que acabó convertido en agua de borrajas. Acaso hubo más dudas cuando Fernández Díaz se compadeció de la enfermedad de Uribeetxebarria Bolinaga, el carcelero de Ortega Lara, y los populares vascos lo acabaron pagando en las urnas.

Ahora, el patinazo ha coincidido paradójicamente bajo el mandato de un presidente socialista que parece dispuesto a zafarse con prisa de tantas dudas como acumuló. Así se explicaría su compromiso de adecuar la reglamentación penitenciaria a una realidad sin violencia de ETA, que pilla a Casado con el pie cambiado porque no quiere hacerse a la idea. El PP sabe perfectamente que se trata de una tarea encomendada a una persona poco sospechosa de connivencia con los terroristas como el ministro Grande-Marlaska y que en su ejercicio se va a favorecer del trabajo que desde la sombra había empezado a desbrozar el Gobierno Rajoy. Los primeros traslados a cárceles vascas responden a un escrupuloso cumplimiento de la ley que deja sin réplica al más oportunista, excepción hecha de Carlos Iturgaiz y del inmovilismo interesado del nuevo presidente popular.

Dicho de otra manera, Sánchez mejora así sus expectativas electorales mientras se sacude sin inmutarse ni guardar los tiempos de la prudencia la polémica sobre el fichaje de su esposa. No hay tiempo para la tregua política. El centro de inteligencia del procés modera el vacío institucional al rey Felipe VI en el aniversario de los atentados yihadistas en suelo catalán. De momento han levantado el pie del acelerador. No es bueno confundir churras con merinas cuando Europa te observa cada vez más incrédula. La Diada será otra cosa.