MADRID. Sánchez ha ganado la revancha del no a Rajoy con uno de esos golpes de suerte que nunca han faltado en su carrera, en uno de esos quiebros, audaces para unos y temerarios para otros, que le dan longevidad política.

Porque hasta hace una semana el nuevo presidente del Gobierno era un líder 'desaparecido', que caía en las encuestas y no conseguía que el PSOE despegara como alternativa clara al PP.

Con el apoyo de la izquierda, de los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos, valencianos y canarios, hoy Sánchez ha alcanzado el objetivo para el que lleva preparándose mucho tiempo y ya es el séptimo presidente de la democracia.

Tendrá que serlo en las condiciones más difíciles que podría suponer: un grupo parlamentario de solo 84 diputados, una mayoría absoluta del PP en el Senado y una Mesa del Congreso controlada por las derechas (PP y Cs), como le gusta decir.

Pero los últimos cuatro años han sido para él una carrera de obstáculos, porque quizá Sánchez es el político que mejor ejemplifica la convulsión de la historia más inmediata de España.

Su partido le eligió en 2014 para relevar a Zapatero y levantar un partido aturdido por los sucesivos batacazos electorales y en el que sus electores habían perdido la confianza.

Él sostiene que respondió al reto evitando el 'sorpasso' de Podemos, aunque sus adversarios le afean haber obtenido, las dos veces que ha pasado por las urnas, en 2015 y 2016, los peores resultados de la historia de su partido.

Desde 2014 Sánchez vivido más de una docena de procesos electorales, un cambio intenso en el panorama político español y un sin fin de deslealtades y guerras internas que terminaron con su dimisión como secretario general del PSOE el 1 de octubre de 2016 y con su renuncia al escaño unos meses después.

Lo perdió casi todo en esa apuesta, pero logró levantarse y con su famoso "no es no" a Mariano Rajoy volvió a recuperar las riendas del partido en las primarias que ganó hace un año con la bandera de la izquierda y la España plurinacional, aupado por las bases y repudiado por buena parte del aparato y por los notables de su centenario partido.

Después, con el desafío secesionista de Cataluña, pasó a ser el apoyo necesario para la aplicación del 155, con lo que volvió a hacer visible al PSOE como el partido de Estado que siempre fue.

Persistente, trabajador, enérgico, seguro de sí mismo, el séptimo jefe del Ejecutivo de la democracia será un presidente atípico, el primero que no votará sus propias leyes porque no es diputado.

Todo apunta a que las circunstancias determinarán la duración de su Gobierno, pero hasta el momento el "no es no" sigue sustentando su relato y ha demostrado que a él las dificultades le hacen crecer.