Investidura de Sánchez. Según el artículo 114 de la Constitución Española, “si el Congreso adopta una moción de censura, el Gobierno presentará su dimisión al rey y el candidato incluido en aquella se entenderá investido de la confianza de la Cámara a los efectos previstos en el artículo 99. El rey le nombrará presidente del Gobierno”. Dicho artículo 99 establece, en su apartado 3, que “si el Congreso de los Diputados, por el voto de la mayoría absoluta de sus miembros, otorgare su confianza a dicho candidato, el rey le nombrará presidente”.

Nuevos comicios. El artículo 115 de la Carta Magna decreta que cuando Sánchez lo decida, “previa deliberación del Consejo de Ministros, y bajo su exclusiva responsabilidad, podrá proponer la disolución del Congreso, del Senado o de las Cortes Generales, que será decretada por el rey. El decreto de disolución fijará la fecha de las elecciones”. Por otro lado, Rajoy no hubiera podido llamar a las urnas como reacción al movimiento de Sánchez tras conocer la sentencia del caso Gürtel porque el 115 añade que “la propuesta de disolución no podrá presentarse cuando esté en trámite una moción de censura”.

gasteiz - Cuando Ciudadanos dejó claro al PSOE que no apoyaría una moción de censura con Pedro Sánchez como candidato, los socialistas se vieron liberados de la responsabilidad de convocar elecciones de forma inmediata, tal y como desea la formación de Albert Rivera. Si Sánchez resulta hoy elegido presidente, como todo indica que sucederá, quedará única y exclusivamente en su mano señalar la fecha de la cita con las urnas, tal y como le recordó ayer el jeltzale Aitor Esteban. Esa es una gran baza para el líder socialista, que puede forjar su candidatura a los comicios a través del BOE y los minutos de exposición televisiva, y que dispone de un Presupuesto que no es el suyo pero que le da margen para trabajar.

Así pues, Sánchez podrá convocar elecciones cuando más le convenga, y a ello se suma que a todo el arco parlamentario salvo a Ciudadanos le beneficia esperar para coser heridas internas y coger un poco del aire que les está quitando en las encuestas el partido de Rivera desde que la crisis catalana le aupó a la cabeza de las quinielas. Ni Podemos ni el PSOE ni por supuesto el PP pasan por su mejor momento y unas elecciones con la fotografía actual podría ser desastrosa para todos.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es la debilidad de un gobierno sostenido por 84 parlamentarios y fiscalizado por formaciones con diferentes intereses que, ya lo han dicho varias de ellas, ven en Sánchez más un mero instrumento para echar a Rajoy que un eventual socio a medio plazo. Una vez desaparezca la euforia y la tregua dialéctica que está caracterizando el debate de la moción de censura, la crispación volverá al Congreso con más fuerza que nunca, con la misma aritmética a la hora de las votaciones y con un gobierno mucho más endeble que el recién neutralizado. Para complicar aún más las cosas, el PP sigue teniendo mayoría absoluta en el Senado y está en su mano tumbarle los Presupuestos, una jugada arriesgada por cuanto supone bajarle la pensión a los jubilados. Los populares, en todo caso, dicen no contemplar esa posibilidad.

Así pues, ayer Sánchez le admitía a Esteban que “los días” que le esperan “van a ser complicados”, pero antes de terminar la frase se corregía y hablaba de meses. Por lo tanto, antes de octubre no va a haber elecciones, pero tampoco pueden los socialistas dilatar demasiado su decisión por la dificultad para gobernar antes mencionada y porque al partido que ha sido decisivo para decantar la balanza de su lado, el PNV, no le conviene. Tampoco a EH Bildu. En mayo la ciudadanía vasca tendrá que ir a las urnas para elegir alcaldes y diputados generales, y en Euskadi buena parte el electorado vota distinto en las convocatoria propias y en las generales. A los partidos nacionalistas no les interesa, por tanto, confundir lo más mínimo a los electores, a quienes además deben presentar compromisos de Sánchez en materia territorial.

la elección del gabinete Por otro lado, también Unidos Podemos, además de nacionalistas vascos y catalanes, ha prestado su apoyo a Sánchez, en principio gratis, aunque Pablo Iglesias ya ha verbalizado su deseo de tener representación en el Gobierno. Acceda o no el líder del PSOE a sus deseos, sí que tendrá que diseñar con cuidado su Ejecutivo para no generar demasiado malestar entre los partidos que le han apoyado, toda vez que de PP y Ciudadanos solo puede esperar la conflagración abierta. Pero es que además deberá mirar con el otro ojo a Ferraz, donde quedan focos de guerrilla tras el Congreso que restauró a Sánchez en la jefatura del partido, liderados por históricos del partido y por la presidenta del más importante feudo socialista en el Estado; Andalucía. También los mercados esperarán con ansiedad a conocer los nombres y apellidos de quienes decidirán la política económica del país en los próximos meses.