Seis años y seis meses han necesitado para lo que debería haber sido hace ya mucho tiempo. Parece que ETA se disuelve definitivamente. Ya era hora. El comunicado de ayer es novedoso porque no echa la culpa de todo al resto. Es positivo: nos muestra una organización que ha decidido acabar, lo que teóricamente debería ayudar a que las cosas se normalicen en nuestro país. Y es histórico también porque utiliza términos e ideas como empatía con el sufrimiento de las víctimas, aceptan que se ha terminado su ciclo histórico, entienden que nuestro pueblo merece y debe pensar en su futuro sin decidirlo por nosotros y nosotras con ese maximalismo que le ha caracterizado. Llega tarde, pero mejor eso que lo contrario.
Confío en que esto modifique de raíz las mentalidades de muchas personas de ese entorno que aún no han razonado ni valorado el daño del día a día en nuestros pueblos con amenazas veladas -y no veladas-, agresiones, y el largo etcétera del sufrimiento de encontrarse cara a cara continuamente.
Dicho esto, es necesario solucionar el tema de los presos y presas y acabar con de la dispersión. No se trata de pagar nada a cambio, pero sí de finiquitar esa aberración antidemocrática. Y no se debe analizar en clave de venganza como pretende alguna asociación de víctimas. La sociedad vasca ya se ha posicionado en contra de ese castigo añadido en numerosas ocasiones. Sin embargo, no corren buenos tiempos en eso de no penalizar más de lo que se debe; con saña, incluso, en algunos casos. Lo de Altsasu es muestra de ello: ocho jóvenes pueden ver sus vidas profesionales y personales truncadas por un jaleo de bar que se ha convertido por arte de birlibirloque en terrorismo. La masiva manifestación en Iruñea demostró que estamos en contra de ese disparate. Si hubo una pelea, que se arregle en su justa medida, como ha sucedido en otros casos fuera de Euskadi y donde ha quedado en juicio de faltas. Aquí todo es terrorismo, era la máxima de Aznar y cuadrilla para sacar rendimientos políticos a la violencia. Y siguen en ello el PP y ese de Ciudadanos que intenta quedarse con el chiringuito del primero.
Es una vergüenza que se hayan desestimado pruebas de la defensa, un escándalo la alteración de la declaración del dueño del bar presente esa noche utilizando un texto que no era el que firmó, una aberración las penas de hasta 62 años que solicita la Fiscalía... Y eso que al principio ni la propia Guardia Civil habló de terrorismo y que la Audiencia de Navarra rechazó el delito de terrorismo en un auto en el que decía que no encontraba indicios racionales que lo pusieran de manifiesto, a la par que rechazaba su traslado a la Audiencia Nacional. Tampoco parece casualidad que pasara a ese tribunal que más parece de excepción que otra cosa.
Me va a permitir amable lectora, lector, que recuerde aquí una anécdota de ese peculiar tribunal de Madrid. Era el año 2006 y había sido llamada por la defensa como testigo en el macrojuicio 18/98. Allí me fui convencida de la injusticia de las acusaciones. Todavía recuerdo que el fiscal me trató tan mal que la propia presidenta del tribunal le llamó la atención recordándole que era testigo y no acusada. Saquen ustedes las conclusiones.