eTA se ha dirigido al Pueblo Vasco mediante un comunicado para, textualmente, “reconocer mediante esta declaración el daño que ha causado en el trascurso de su trayectoria armada, así como mostrar su compromiso con la superación definitiva de las consecuencias del conflicto y con la no repetición”.
Si no estuviera aún presente el sufrimiento de los vascos y las vascas, de los españoles y las españolas, esta declaración sería recogida sin recelo y con ilusión, pero esta declaración llega después de un millar de asesinados, de muchos miles de huidos a causa de las amenazas infligidas, de demasiados miles de atemorizados por sus brutales amenazas, y de un deterioro en la convivencia de los vascos que ha estado a punto de destruir la sociedad y romper la convivencia.
El último asesinado por ETA data de hace casi diez años, pero los terroristas, a pesar de su inactividad durante todo ese tiempo, no han tenido agallas para asumir su derrota hasta ahora y, mucho menos, aceptar que han sido ellos los únicos culpables de la brutal afrenta sufrida por el pueblo vasco. Cada vez que se han atrevido a rendir cuentas ante la ciudadanía lo han hecho con frases fingidas, componendas y subterfugios propios de cobardes empeñados en mostrarse como si fueran útiles y valientes. Y lo peor de todo ha sido que una masa de partidarios suyos les haya vitoreado con desvergüenza, los mismos que hoy se sienten dichosos por el comunicado en el que, como mucho, “muestran respeto a los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las acciones de ETA”.
El uso del término “conflicto” es propio de miserables cuando la motivación de dicho conflicto es tan brutal, mezquina e impostada como la que inventó ETA (y la izquierda abertzale que les apoyaba). Piden “perdón” pero en sus voces y en sus textos la palabra se convierte en una coartada inadmisible. Es mejor el silencio. En su intento por generalizar las responsabilidades y culpabilidades, no duda ETA en reclamarle al “pasado” que debería haber sido de otro modo, -“ojalá nada de eso hubiese ocurrido, ojalá la libertad y la paz hubiesen echado raíces hace mucho tiempo”-, haciendo caso omiso de que fue precisamente ETA la que nos privó de la libertad y de la paz durante tantos años.
Claro que “la reconciliación es ahora mismo una de las tareas a llevar a cabo”, como dice el comunicado, pero la verdad que ETA considera que “debemos conocer de modo constructivo” no permite especulaciones. El final del comunicado resulta atrevido y digno de todo desprecio, porque vuelve a usar el término “conflicto” de forma gratuita, y nos conmina a construir la paz y lograr la libertad “para apagar definitivamente las llamas de Gernika”. Resulta tan atrevido como abominable. Quienes murieron en aquella masacre de brutal recuerdo, se han revuelto en sus sepulturas cada vez que ETA ha asesinado a sus víctimas. Desde luego que los atentados de ETA no han sido ninguna recompensa para ellas, sino una ignominia.
Hemos esperado la declaración con cierta expectación, y confianza. Nos hemos encontrado con una declaración reiterativa que, para más inri, ha necesitado de una nota explicativa adjunta por parte de la mismísima ETA. Eran cobardes y siguen siéndolo. No obstante, dado que resistimos dignamente cuando mataban, armémonos de esperanza y construyamos el nuevo tiempo sin rencores. ¡Que la Paz sea, por fin, bienvenida!