Usted también ha vivido como presidente de la Cámara vasca la circunstancia de que un preso preventivo sea parlamentario.
-Sí, se ha hablado del caso de Juan Karlos Ioldi [candidato a lehendakari por HB], pero yo puedo hablar en mi época de cuando se traía esposado a Josu Ternera, porque en aquel momento estaba en prisión preventiva. Y cuando uno está en prisión preventiva está privado de circular libremente, pero si el juez le autoriza a salir tiene todos los derechos vigentes. Y Ternera, no a todos los plenos, pero a los que a ellos les interesaba sí venía si el juez le autorizaba. Le traía esposado la Ertzaintza y cuando entraba al Parlamento se le quitaban las esposas. Incluso intervenía en plenos. Acababa, le daban un tiempo, y para dentro. Circulaba normalmente por el Parlamento.
Han pasado catorce años del ‘caso Atutxa’. Visto lo que sucede con Catalunya, ¿se ha avanzado?
-Nada. Cuando a mí me preguntan si creo en la justicia contesto que quiero creer y sigo creyendo de manera genérica, pero en determinados jueces no. Aquí ha habido unos artistas... Creo en la justicia como institución, pero con determinados jueces y magistrados, menos separación de poderes hay de todo. Hay un sometimiento clarísimo a determinadas políticas.
¿Ni las condenas de Estrasburgo sirven para rectificar?
-No. Es que no tienen ningún efecto.
¿Hay cierta impunidad en los jueces?
-Posiblemente, la misma gente habría hecho lo mismo con nosotros. Posiblemente. No está sirviendo para nada. Les resbala. Pero si fuese 2003, yo también haría lo mismo. Fíjese, la semana que viene tengo una reunión con el abogado para ver cómo podemos pedir la indemnización de un euro por daño moral. Es lo que pedimos entonces y lo que estipula la sentencia de Estrasburgo. [Lee la resolución del Tribunal de Derechos Humanos]: “El Estado demandado debe abonar en el plazo de tres meses a partir del día del auto definitivo las sumas siguientes: un euro a cada uno de los demandantes más toda cantidad que debiera deberse a título de impuestos por daño moral”. Nos llegó tarde [ríe]; si no, podíamos haber hecho un gran negocio porque podíamos haber comprado el Banesto [que fue vendido al Santander por la cantidad simbólica de un euro]. Eso para mí no tiene precio. Ni por un euro ni por 10.000.