Alonsotegi - “Mi madre me dijo que tenía pensado ir aquella noche. Si lo hubiera hecho veinte minutos más tarde, quizás yo no estaría hablando contigo...”, comentó con naturalidad Oier, de 11 años. Los abuelos de Eneritz, de esa misma edad, “se encontraban de camino” cuando les sorprendió la detonación. El 20 de enero de 1980 los seis kilos de goma dos que contenía una caja en la que pocos clientes del bar Aldana de Alonsotegi habían reparado mataron a cuatro personas e hirieron de gravedad a más de diez. Las víctimas no solo sufrieron la pérdida de sus seres queridos, sino también el olvido en su empeño por averiguar la verdad de un atentado reivindicado por los Grupos Armados Españoles. Así se lo contaron ayer familiares de dos fallecidos al alumnado de quinto y sexto de Primaria del colegio de la localidad.

“Los niños tienen que saber lo que ocurrió, no deben vivir engañados”, aseguró con firmeza Ameli Santacoloma. Hace 38 años su padre, Manuel, se despidió de ella sonriente en la puerta de casa. Se dirigía a celebrar en el bar que ese mismo día había burlado a la muerte en un accidente laboral. “Un poco más y no me ves más”, bromeó con su hija sin sospechar que “en efecto, no le vi más...”, añadía ella con lágrimas en los ojos. “Hay que dar las gracias por estas iniciativas para que no se ignore”, coincidió María Eugenia Arana, hija de Liborio Arana, el otro de los dos vecinos de Alonsotegi muerto. También se lloró al matrimonio de Sodupe formado por María Paz Armiño y Pacífico Fika. Pese al apoyo recibido en el ámbito más próximo, mencionar el Aldana despierta tristes recuerdos que cuesta verbalizar. “¿Cómo se lo cuento a mis nietos? Pero, aunque duela hay que hablar de ello”, afirmó María Eugenia.

En presencia de representantes de todos los partidos de la corporación, lo hicieron con cerca de cincuenta escolares de 11 y 12 años la víspera del aniversario del atentado. Los estudiantes realizaron una ofrenda en el mural elaborado en el emplazamiento donde se alzaba un lugar de reunión imprescindible en el municipio -que entonces pertenecía a Barakaldo- y punto de paso para los conductores entre Enkarterri y Bilbao antes de que se construyera el corredor del Kadagua. La ciudadanía ayudó a pintarlo en 2016 coincidiendo con el estreno de Aldana 1980: explosión de silencio, que reproduce los testimonios de vecinos y autoridades. Incluido el lehendakari, Iñigo Urkullu, natural de Alonsotegi.

En la biblioteca, el alumnado de quinto y sexto de Primaria del colegio asistió a la proyección del documental. Iban preparados. “Los chavales se han implicado muchísimo. Estos días han abordado el tema en clase”, señaló el alcalde, Joseba Urbieta, quien subrayó que la recuperación de la memoria histórica es una de las prioridades del Ayuntamiento. De hecho, en verano se abrió el refugio antiaéreo por el ochenta aniversario del bombardeo durante la Guerra Civil para escuchar a los supervivientes.

Ayer, con un formato muy parecido, ciertos pasajes del vídeo sobre el bar Aldana impactaron a los jóvenes. “Me ha impresionado escuchar que a Garbi, la dueña, le dieron más de 400 puntos de sutura”, confesaba Leire, de 11 años. “Y que encontraron entre los jaros los restos del cuerpo de un señor al que al principio daban por desaparecido”, apuntó su amiga Iraia. Se refería a Liborio, el padre de María Eugenia e Iñaki Arana. “Te buscas la vida mientras lloras”, respondió Ameli Santacoloma cuando los adolescentes quisieron conocer cómo han intentado convivir con semejante desgracia. “No nos prestaron atención psicológica, cada uno apechugó como pudo”, apostilló Iñaki Arana.

¿Por qué tanto sufrimiento?, cuestionaron los estudiantes del colegio de Alonsotegi. En el documental, el alcalde de Güeñes, Imanol Zuluaga, lo califica de atentado “contra una ideología”, ya que las víctimas eran nacionalistas. Otros vecinos lo percibieron como un escarmiento, una respuesta a los asesinatos de ETA por parte de fuerzas parapoliciales en una época convulsa. No hubo una investigación por parte del gobierno central. Es más, los afectados se sintieron ignorados, cuando no atacados en tensos interrogatorios. Y, “¿por qué no se ha buscado a los culpables”, intervinieron incrédulos los escolares. Esa pregunta ha quedado sin respuesta... esperan que no para siempre.