El pasado 1 de octubre a las nueve de la mañana estaba en las puertas del Instituto Balmes, en la calle Pau Claris de Barcelona. Allí habían llegado salidas como de la nada, las urnas con el escudo de la Generalitat en las que iban a votar decenas de personas que se habían congregado desde primera hora de la mañana. En ese momento, aparecieron por la perpendicular carrer del Consell de Cent media docena de furgonetas de la Policía Nacional española. Sin mediar aviso se abrieron paso a porrazos hasta la puerta principal del Instituto. Vi cómo golpeaban en la cabeza a una mujer con una chaqueta granate que desde el suelo levantaba las manos. Me fijé en ella por el ensañamiento policial, absolutamente salvaje, injustificado y el policía se giró hacia mí; saqué mi credencial de prensa al mismo tiempo que esquivaba un porrazo.

No lo soñé. Pero tengo la sensación de que en España se está sirviendo la venganza fría por lo que fue una represión policial propia de dictaduras retransmitida a todo el mundo con teléfonos móviles como el mío, con el que dejé constancia de aquella agresión. Yo también me hice eco de otras muchas grabaciones y las difundí en las redes sociales. Como le escuché decir al periodista Josep Cuní esa misma tarde “hemos asistido a una reacción analógica frente a un problema digital”.

Pues bien, ahora resulta que el Gobierno español ha puesto voz a lo que llevaba tiempo apuntando la prensa española (especialmente insistente ha sido El País) sin demasiada sustancia o con fuentes muy discutibles. A saber: que fueron “hackers” al servicio del Kremlin y coordinados por Julian Assange los que propagaron la falsa imagen de que España actuaba como una dictadura reprimiendo a una pacífica ciudadanía que solo reclamaba votar.

Es más, ya le han puesto cifra. Según cuenta la prensa española recogiendo declaraciones de Rajoy al diario económico alemán Handelsblatt “en las cuentas españolas sobre el tema catalán había muchos perfiles falsos. Más del 50% están registrados en Rusia y un 30% en Venezuela. Tan solo el 3% de las cuentas eran reales”. Vamos, que tengo más posibilidades de ser ruso, algo venezolano y casi ninguna de ser una cuenta real. Y yo sin cobrar un solo rublo.

No negaré que Putin puede aprovechar cualquier circunstancia que le venga bien para debilitar a un adversario político como la Unión Europea, pero lo que es un disparate es negar la realidad, poner en duda que lo que vimos y difundimos en las redes sociales millones de personas, supongo que de ninguna manera coordinadas como es mi propio caso, fuera verdad. Eso pasó, lo diga Assange o Jordi, o Nuria? Y si la prensa española sigue buscando conspiraciones que expliquen la indignación popular (no solo independentista) frente al comportamiento antidemocrático del Estado, se quedará sola con su propia mentira. Y engañarse es la peor manera de realizar un diagnóstico veraz que contribuya a una solución.