Es inevitable proyectar sobre el futuro de Euskadi todas las derivadas que están emergiendo tras la situación política y social catalana. Tres grandes binomios de reflexión pueden abrirse en relación al futuro estatus político vasco: oportunidades y bases para el desarrollo del autogobierno (valoración del desarrollo del Estatuto de Gernika); en segundo lugar, el principio democrático y los mecanismos de profundización democrática (derecho a decidir, derecho de autodeterminación, legalidad y legitimidad, consulta-referéndum) y por último el concepto de soberanía y modelo territorial (necesidad o no de reforma constitucional, simetría-asimetría, derechos históricos, unilateralidad y/o bilateralidad).
El punto de partida y que permitiría alcanzar consensos de mínimos sería el reconocimiento de una auténtica democracia plurinacional. Los ejemplos, entre otros, de Canadá o Bélgica, permiten a nivel comparado comprobar que esta fórmula garantiza un punto de encuentro en el que convivir, pese a los diferentes sentimientos nacionales y los distintos conceptos de soberanía que coexisten.
En efecto, numerosos modelos comparados como Canadá, Bélgica o Reino Unido demuestran que es posible convivir, respetar al diferente y mantenerse unidos en la diversidad. La renovación de conceptos, la superación de viejas realidades ha de ser la base a partir de la cual podrá emerger una nueva política. El reconocimiento de la plurinacionalidad es clave para que el sistema de distribución territorial del poder político en España deje de ser como un corcho que flota, no se hunde, pero que carece de rumbo y que mantiene enquistados y sin solución viejos problemas derivados de la ausencia de un encaje, de una acomodación política a realidades nacionales como la vasca o la catalana. Falta pedagogía política. No hay por qué demonizar estos planteamientos. Hay muchos ejemplos comparados en el mundo que demuestran cómo es posible una convivencia planteada en esos términos de reconocimiento del diferente desde el respeto recíproco, sin prepotencias ni imposiciones.
A nivel estatal, si las formaciones políticas liderasen con generosidad este proceso, lograrían que otras se unieran a esta renovada apuesta, verían relegitimado su papel como actores principales de la vida política, y permitirían una regeneración del clima político al basar la convivencia en torno a nuevos consensos basados en cuatro grandes ejes:
1) Una nueva forma de distribución territorial del poder político admitiendo la dimensión plurinacional, superando ese rancio y superado concepto de la indisoluble unidad nacional española.
2) Reforzar la dimensión social de los derechos ciudadanos.
3) Desarrollar con mayor valor democrático toda la dimensión de participación ciudadana, incluida una nueva regulación de las consultas y referendos.
4) Anclar en la Constitución la dimensión europea, no asociada únicamente a la idea de recortes y austeridad.
Y en el marco político vasco, el fondo de la cuestión remite a la necesidad de un nuevo acuerdo o pacto político que recoja la libre voluntad de la sociedad vasca expresada de forma democrática y representada en el Parlamento Vasco. Un nuevo pacto que pueda propiciar el paso del actual Estado autonómico a uno plurinacional, cuyos aspectos esenciales a abordar podrían ser los siguientes:
1) Responder en primer lugar a la necesidad de completar el Estatuto y actualizar su contenido.
2) Hacer efectiva la plurinacionalidad del Estado, lo que implica el reconocimiento de Euskadi en el plano jurídico, simbólico, político e institucional como comunidad nacional.
3) Articular una división territorial del poder judicial acorde al carácter plurinacional del Estado.
4) Favorecer que Euskadi mantenga una nítida proyección exterior, con capacidad propia para intervenir en los asuntos europeos o de carácter internacional.
5) Avanzar en la institucionalización de relaciones con los territorios que comparten la comunidad cultural y lingüística vasca, el territorio del euskera.
6) Garantizar la bilateralidad efectiva, de tal forma que el acuerdo/pacto alcanzado no se pueda modificar unilateralmente por una de sus partes.
Profundicemos en lo que nos une, porque tenemos capacidad de alcanzar un nuevo pacto desde el mutuo reconocimiento y la bilateralidad efectiva. Nuestros Derechos Históricos, amparados y respetados, pueden dar de sí tanto cuanto pueda alcanzar nuestra capacidad de lograr pactos institucionales y adoptar así decisiones políticas que sean refrendadas por la ciudadanía y respetadas.