Un endiablado y muy popular trabalenguas tradicional catalán dice: Setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat; si el penjat es despengés es menjaria els setze fetges dels setze jutges que l’han jutjat. Algo así como Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado; si el ahorcado se descolgara, se comería los dieciséis hígados de los dieciséis jueces que le juzgaron. Ayer, la tristemente célebre magistrada Carmen Lamela cambió el alegórico relato: una juez de un juzgado que no lo es (es un tribunal de excepción) se está hinchando a hígados de -de momento- ocho ahorcados. Llegarán a dieciséis.
Los juristas examinarán esta decisión según su saber y entender pero lo tangible, a día de hoy, es que ocho personas han ido a la cárcel por diseñar e intentar llevar a cabo un proceso para crear en Catalunya un “Estado independiente soberano, de derecho, democrático y social”, según aprobó el Parlament el pasado 27 de octubre. He ahí el delito.
La lectura del auto de la juez Lamela por el que envía a prisión a los consellers del Govern produce -siendo compasivos- idéntica sensación a la de estar ante una fábula aún más imaginativa y feroz que la que narra el inverosímil trabalenguas de los dieciséis jueces caníbales. La magistrada se ha atrincherado en su propia rebelión contra la tozuda realidad. No ha importado la indefensión de los acusados ante la inaudita urgencia del procedimiento, no ha importado la palmaria incompetencia de la Audiencia Nacional -según resolvió el propio tribunal en 2008- para entender el caso, no ha importado la claridad del Código Penal en su definición de los delitos de rebelión y sedición, que exigen violencia, fuerza, alzamiento tumultuario..., no han importado la ley, la prudencia, los derechos, la separación de poderes. Es un sonrojante ejemplo del A por ellos judicial.
Pero, además, esta decisión va a tener repercusiones políticas y sociales. En primer lu-gar, queda el papelón de Carles Puigdemont y su ya escaso Govern en el exilio, sobre todo porque la propia jueza ha señalado su huida como argumento para fundamentar la prisión de los consellers por el supuesto riesgo de fuga. Pero también para Bélgica y la UE, obligados a elegir entre poner en entredicho el Estado de derecho español o imitarle en el desprecio a las leyes y en el descrédito.
También es un papelón para España. El unionismo se las prometía felices ante la agudeza de Rajoy de convocar elecciones tan pronto, el 21 de diciembre. El Govern encarcelado trastoca muchos planes y generará un movimiento aún más favorable al independentismo, también en forma de votos. Esa va a ser la respuesta a los encarcelamientos: la movilización, las urnas. La Fiscalía tituló su escrito de acusación con un ig-nominioso Más dura será la caída. Es probable que el 21-D lo más duro será la caída del caballo, con un independentismo aún más fuerte y un problema (el catalán) aún más crudo que los hígados de los ahorcados.